Puede que Ísafjörður, la capital de los Fiordos del Oeste, sea la ciudad más remota de Islandia. Hay localidades más aisladas, como la extraña Djúpavík, pero son lugares apenas poblados. En cambio Ísafjörður, pese a sus reducidas dimensiones, es una ciudad plenamente funcional, con tiendas, hoteles, universidad, hospital o aeropuerto. En resumen, todo lo que puedes necesitar para llevar una vida razonablemente normal, rodeado por la salvajemente hermosa naturaleza de la región habitada más indómita de Islandia.

Desde Hótel Ísafjörður

Ísafjörður en el verano de 2021.

Conocí Ísafjörður una mañana del verano de 2017, durante una escala de crucero, atravesando el Atlántico norte. Era mi primer viaje a Islandia. Desde entonces, siempre he sostenido que comencé a conocer Islandia el día anterior, en Akureyri, pero fue durante la escala en Ísafjörður donde me enamoré irremediablemente de la isla. Aunque, en realidad, en aquella jornada apenas tuvimos tiempo para dar un breve paseo por la ciudad, pues la deslumbrante naturaleza de los Fiordos del Oeste acabó trastocando nuestros planes. Zarpé de Ísafjörður con una extraña mezcla entre fascinación y tristeza, sin sospechar que, cuatro años más tarde, regresaríamos a la ciudad en coche, durante un periplo de 6 días por los Fiordos del Oeste. En esta ocasión, pasamos una noche en la ciudad y tuvimos tiempo para dar un tranquilo paseo por sus calles.

Ocaso en Ísafjörður

Ocaso en Ísafjörður.

Tras otra breve escala en el verano de 2022, regresé al año siguiente, en pleno invierno subártico. Después de un viaje largo y complicado, logré llegar a Ísafjörður coincidiendo con el ocaso de un 12 de febrero. Aunque, esa noche, el azar me llevó a dormir a la cercana Suðureyri, al día siguiente estaba de vuelta en la ciudad, con toda una tarde por delante para disfrutar de su tranquilidad.

Junto al Skutulsfjörður

Junto al Skutulsfjörður.

Esperaba que mi cuarta visita a Ísafjörður acabara siendo radicalmente distinta a las anteriores. Lo fue, pero no tanto como había fantaseado. Por supuesto, había hielo y nieve por todas partes. Aunque, tras un par de días con unas temperaturas excepcionalmente elevadas, se había fundido parte de la nieve, sobre todo en las montañas que rodean la ciudad. El resultado era un paisaje extraño, con las laderas cubiertas por un patrón blanco y negro, que realzaba la orografía de la zona. La situación en la ciudad era más errática. Aunque también se había derretido parte de la nieve, el hielo es mucho más resistente a las temperaturas altas. Había una cantidad asombrosa de placas cubriendo las calles, hasta el punto de impedirme llegar a algunos lugares. Mea culpa, por confiarme y salir a pasear sin los crampones.

Krambúðin

Krambúðin (1757).

Ísafjörður se ubica en el Skutulsfjörður, uno de los brazos meridionales del Ísafjarðardjúp. Según el Landnámabók, la zona fue poblada durante el siglo IX por Helgi Hrólfsson. Aunque, debido a su remota ubicación y a las duras condiciones del lugar, no comenzaría a desarrollarse hasta bien entrado el siglo XVI. Poco después, con el establecimiento del monopolio danés sobre el comercio de Islandia, cobró cierta pujanza como puerto. En cualquier caso, siempre fue un asentamiento aislado, en una región periférica. La población alcanzó su cima en 1980, con 3.350 habitantes. Después comenzó un rápido declive, hasta los 2.530 del año 2015. Las tornas parecen estar cambiando y, en la actualidad, es uno de los pocos asentamientos de los Fiordos del Oeste que logra incrementar su población. En 2023 la habitaban 2.744 personas.

Aeropuerto y puerto de Ísafjörður

Aeropuerto y puerto de Ísafjörður.

Uno de los problemas de Ísafjörður son sus malas comunicaciones. Resulta complicado llegar en cualquier época del año. En verano, la ruta más sencilla desde Reikiavik es mediante el ferry que une Stykkishólmur, en la orilla meridional del Breidafjörður, con Brjánslækur, en la septentrional. Un total de 325 kilómetros, de los cuales 57 corresponden al trayecto marítimo. Con el problema adicional de tener que atravesar Dynjandisheiði. Un páramo a 500 metros de altitud, en el que la carretera no está asfaltada. La segunda opción, con 454 kilómetros de longitud, es conducir hacia el norte por la Ring Road, para luego desviarse por las carreteras 60 y 61, rumbo a Hólmavik, y terminar zigzagueando por los brazos meridionales del Ísafjarðardjúp. En invierno, puede ser la única viable, pues Dynjandisheiði suele estar cerrado. Por último está el pequeño aeropuerto local. Llegar en avión a Ísafjörður tiene que ser impresionante, pero los vuelos cancelados son demasiado habituales.

Puerto deportivo de Ísafjörður

Puerto deportivo de Ísafjörður.

A pesar de lo cual, la ciudad está cobrando cierto auge turístico. En sus calles encontraremos varios de los escasos hoteles de la región, además de restaurantes, comercios y oficinas de información turística. Desde sus muelles zarpan barcos que permiten visitar Hornstrandir, el salvaje y deshabitado extremo noroccidental de Islandia. Y a esos mismos muelles llega una creciente avalancha de cruceros. En 2022 desembarcaron 86.000 pasajeros, convirtiéndolo en el tercer puerto de cruceros de Islandia, por detrás de Reikiavik y Akureyri. Y podrían haber sido mas, pero las instalaciones del puerto solo permiten el atraque de barcos de reducidas dimensiones. Según escribo estas líneas, se está acometiendo una ampliación, en la zona de Sundabakki. El objetivo es poder acomodar simultáneamente dos barcos grandes. ¿Podrá soportar una ciudad que no llega a los 2.800 habitantes la llegada simultanea de 5.000 ó 10.000 turistas? ¿O se convertirá en otro destino saturado, perdiendo la esencia de su actual encanto?

Un paseo invernal por Ísafjörður

Un paseo invernal por Ísafjörður.

Desde luego, aquella tarde no podría averiguarlo. Durante mi paseo por la ciudad, apenas coincidiría con una decena de personas. De las que tan solo un grupo de cuatro, por su dificultad para desenvolverse sobre el hielo, similar a la mía, parecían ser foráneos. Por lo demás, recorrí lugares de sobra conocidos, en una ciudad prácticamente vacía. No era el lugar completamente blanco al que había soñado llegar, a ser posible bajo una intensa nevada, pero resultó tan mágico como siempre.

Casa en Aðalstræti

Casa en Aðalstræti.

Incluso, como si quisieran sorprenderme, los Fiordos del Oeste acabaron mostrándome un cielo casi completamente azul. Algo que, en mis anteriores visitas veraniegas a la región, nunca había logrado ver. Aunque siempre he preferido sus paisajes grises y brumosos, he de reconocer que fue un momento agradable.

Atardecer desde Ísafjörður

Atardecer desde Ísafjörður.

Tras hacer una breve excursión fuera de la ciudad, para fotografiarla al atardecer, regresé al hotel poco después de las seis y media, con el ocaso apoderándose rápidamente del cielo. Hasta ese momento, mi estancia en Ísafjörður, además de extraña, había sido mucho más breve de lo inicialmente planeado. Pero aún tenía una mañana por delante, en la que podría dar otro paseo, quizá comprar algún libro en la sucursal local de Penninn Eymundsson y, con suerte, volar el dron en las afueras. Un vez más, Islandia acabaría trastocando completamente mis planes.

Para ampliar la información.

En https://depuertoenpuerto.com/invierno-en-los-fiordos-del-oeste/ se puede ver todo mi viaje invernal por los Fiordos del Oeste.

Nuestra primera visita a Ísafjörður está en https://depuertoenpuerto.com/escala-en-isafjordur/.

La segunda, en https://depuertoenpuerto.com/un-paseo-por-isafjordur/.

Quien esté interesado en comprobar lo complicado que puede ser llegar a la ciudad en invierno, puede visitar https://depuertoenpuerto.com/una-travesia-invernal-en-el-baldur/ y https://depuertoenpuerto.com/de-patreksfjordur-a-isafjordur-en-invierno/.

En inglés, el blog Peter’s Big Adventure tiene una extensa entrada sobre Ísafjörður: https://www.petersbigadventure.com/blog/isafjordur-westfjords-iceland.

La página oficial de turismo de Westfjords tiene una sección dedicada a su capital: https://www.westfjords.is/en/destinations/towns/isafjordur.