Llegamos al aparcamiento de Hverfjall cerca de las cinco de una tarde que, pese a ser gris, había ido mejorando desde la lluviosa mañana en Aldeyjarfoss, en el límite de las Tierras Altas. Tras aparcar, encontramos un diminuto centro de visitantes, que resultó ser poco más que una colección, un tanto descuidada, de paneles informativos sobre el cráter. Tras examinarlos brevemente, emprendimos el ascenso, recorriendo un sendero que subía en diagonal por la ladera de piedra suelta.
La primera sorpresa la tuvimos al coronar la senda. Al otro lado de la cresta, encontramos una profunda hondonada, con su base prácticamente al mismo nivel que el terreno circundante. Cerca de su centro se elevaba otro cono, de 37 metros de altura, que parecía diminuto comparado con el gran cráter. El otro signo relevante del cráter de tefra es precisamente su tamaño. El diámetro de su cresta es de aproximadamente un kilómetro, llegando hasta los dos en su base. Dimensiones que lo convierten en una de las mayores formaciones de su estilo en todo el planeta. Se estima que el volumen de material volcánico que formó el cráter se aproxima al medio kilómetro cúbico.
Un cómodo sendero, con una longitud superior a los tres kilómetros, permite recorrer todo el perímetro del Hverfjall. Una vez más, pensar que, visto el interior del cráter, no merece la pena recorrerlo, es un grave error. Al menos en un día con buen tiempo y una visibilidad óptima, como el que tuvimos la suerte de escoger para nuestra excursión. Las vistas sobre el paisaje circundante son magníficas, comenzando por la panorámica sobre el lago Mývatn y los 529 metros de altura del Vindbelgjarfjall.
Seguimos avanzando, en sentido levógiro. Unos metros después, Dimmuborgir se convirtió en el punto más interesante del entorno. Desde la altura, era posible apreciar su forma, casi circular. Impresionaba ver el tamaño que, en su día, debió tener el gran lago de lava que dio origen a la extraña formación.
Según nos acercábamos al extremo meridional del cráter, se iba desvelando la vista hacia el sureste. Por delante de las laderas del monte Hvanfell, que llegaban hasta las nubes, el sol iluminaba un paisaje extraño, formado por la sucesión de cráteres conocida como Þrengslaborgir. Hace unos 2.300 años, la gran erupción que tuvo lugar en esta zona cubrió nada menos que 220 kilómetros cuadrados, configurando el actual paisaje del lago Mývatn.
El Hverfjall se formó hace 2.500 años en el extremo meridional de otra fisura, de gran tamaño, que se extendía 25 kilómetros hacia el norte. Por asombroso que pueda parecer, la extraordinaria acumulación de tefra que forma el cono se originó aparentemente en un solo evento, que tuvo una duración breve. Según algunas estimaciones, de tan solo uno o dos días. La tefra se formó al entrar la lava candente en contacto con una gran cantidad de agua, en parte procedente del vecino lago, que entonces era más extenso, y en parte del propio terreno. Los cambios en la dirección del viento provocaron que el cráter no fuera perfectamente simétrico. Parte del material más ligero acabó desperdigado por el entorno, en un radio de tres kilómetros.
La zona volcánica se extiende hacia el norte, donde se encuentra el Krafla, uno de los volcanes más activos de Islandia. Desde lo alto del Hverfjall, fuimos incapaces de identificarlo, pero podíamos ver con toda claridad los penachos de humo de la planta geotermal de Bjarnarflag y la mancha amarillenta del Namafjall, bañada por tímidos rayos del sol. Al otro lado de su árida ladera estaba Hverir, una de las áreas geotermales más famosas de Islandia. El paisaje resultaba tan extraño como fascinante, además de ser un anticipo de la excursión que haríamos al día siguiente.
Tras completar el círculo, antes de comenzar el descenso echamos un último vistazo al centro del cráter. Hasta el 2011, era posible descender a su interior. Todavía se puede apreciar un precario sendero, que baja diagonalmente por la ladera. Dicho año, Hverfjall fue declarado monumento natural, con la prohibición expresa de salirse de los tres caminos marcados: el que asciende desde el centro de visitantes, otro que llega desde Dimmuborgir y la ruta circular por la cresta del cráter. A pesar de su imponente tamaño, Hverfjall es un lugar frágil, formado por una increíble acumulación de material suelto, sin núcleo rígido ni vegetación que ayude a sujetar el terreno. Preservarlo en su estado actual es tarea de todos los que tenemos el privilegio de visitarlo.
En https://depuertoenpuerto.com/doce-dias-en-islandia/ se puede ver nuestro itinerario completo alrededor de Islandia durante el verano de 2020.
En inglés, la web de la Agencia del Medio Ambiente de Islandia tiene una entrada sobre Hverfjall: https://ust.is/english/visiting-iceland/protected-areas/north-east/hverfjall/.
También interesante la reseña en el blog ZigZagonearth: https://www.zigzagonearth.com/hverfjall-crater-iceland/.
Por último, en arctic adventures dan algún dato práctico para la visita, así como consejos sobre lugares cercanos: https://adventures.is/iceland/attractions/hverfjall-tuff-ring-volcano-crater/.
Me trae dos memorias, el volcán en si me recuerda al Paricutín en Michoacán, Mexico, pude subir hasta arriba, pero las piedras volcánicas sueltas son un penar para poder escalarlo. Luego la toda el área me ha recordado a Mordor en el Señor de los Anillo, por el volcán y los pantanos, muy impresionante.
Muchas gracias por compartir.
La subida al Hverfjall desde el centro de visitantes es relativamente cómoda, remonatando una senda que asciende en diagonal. Por contra, el ascenso desde Dimmuborgir, en el lado sur, se debe parecer más a lo que comentas de México.
Respecto a Mordor, la zona del Mývatn es un vergel para el estándar de Islandia. Ya verás el Mordor de verdad en la entrada de Leirhnjúkur, prevista para el domingo 14.