Skaftafellsjökull es una de las lenguas meridionales del glaciar Vatnajökull que, con 8.190 kmde superficie, es el mayor de Europa y el octavo más extenso del mundo. No es la mayor de las numerosas lenguas por las que el Vatnajökull vierte su hielo sobrante, pero si es la más accesible. A pesar de llevar retrocediendo desde al menos 1890, la visión del glaciar, descendiendo desde la masa de hielo del Vatnajökull, aproximadamente once kilómetros más atrás, es una imagen difícil de olvidar, incluso en un país que, como Islandia, si de algo anda sobrado es de lugares espectaculares.

Camino a Skaftafellsjökull

Camino a Skaftafellsjökull.

Llegué al aparcamiento de Skaftafell a las nueve de la mañana, una hora antes de la apertura del centro de visitantes. El día era gris y la temperatura baja, pero ni hacía viento ni parecía que fuera a nevar. Sin perder un minuto, emprendí el camino hacia Skaftafellsjökull. Una amplia senda de 1.800 metros permite hacer el trayecto cómodamente. Perfectamente señalizada, arranca junto al edificio principal del centro de visitantes, para acercarse al glaciar bordeando Skaftafellsheiði, la montaña que delimita el valle por el oeste. Ya desde el principio del camino se podía ver a lo lejos el extremo meridional de la lengua glaciar.

Laguna glaciar frente al Skaftafellsjökull

Laguna glaciar frente al Skaftafellsjökull.

En menos de media hora llegaba a las lagunas junto a la lengua del Skaftafellsjökull. El paisaje era completamente irreal. Apenas había colores, más allá del blanco de la nieve y el negro de las rocas y las piedras volcánicas. Tan solo en algunos lugares, el hielo del glaciar presentaba unos sutiles tonos azulados. A lo lejos, hacia el nordeste, era difícil distinguir el hielo del Vatnajökull del compacto manto de nubes. Me encontraba en la más absoluta soledad. Tan sólo escuchaba el sonido de un arroyo, que aparecía de vez en cuando entre el hielo, para volverse a ocultar unos metros más adelante, al que se unía el provocado por el aliento helado que desprendía el glaciar. Llegué apenas a unos metros de su extremo occidental, pero no seguí adelante. Ni era prudente ni estaba permitido adentrarse en el Skaftafellsjökull sin la compañía de un guía con el equipamiento adecuado.

Bloques de hielo frente al Skaftafellsjökull

Bloques de hielo frente al Skaftafellsjökull.

Por contra, me desvié unos doscientos metros hacia el este, hasta llegar junto a la mayor de las lagunas glaciares. Su superficie, completamente congelada, se distinguía del terreno circundante por estar ligeramente más baja y presentar un aspecto mucho más liso que éste último, como si alguien se hubiera molestado en pulirla. En la laguna había algunos bloques de hielo, repartidos entre la superficie helada. Estos presentaban también tonos azules, aunque su superficie estaba blanqueada por las recientes nevadas. Parecía que hubieran espolvoreado harina sobre el hielo. Mientras permanecía ensimismado por la visión, el día comenzó a dar los primeros signos de cambio. Entre la nubes, se abrían tímidos claros, que permitían ver retazos de cielo azul.

Vista desde la morrena

Vista desde la morrena.

Comencé el regreso, dando un rodeo por una pista que, hacia el este, recorre la antigua morrena dejada atrás por el glaciar en su retroceso. La vista desde lo alto de la morrena era impresionante. El paisaje era de una dureza sublime, con apenas algunos arbustos resecos intentando romper el desierto de roca y nieve que todo lo dominaba. El contraste entre las oscuras rocas volcánicas y la blanca nieve era todavía más acusado que en las inmediaciones del glaciar. También era más intensa la sensación de ser un diminuto punto en medio de un paisaje cuyas dimensiones colosales eran más sencillas de apreciar desde la altura de la morrena.

Hormigas frente al Skaftafellsjökull

«Hormigas» frente al Skaftafellsjökull.

Completamente ensimismado con el entorno, comencé a escuchar un tenue ruido metálico, que en unos minutos se acrecentó, mientras se mezclaba con el de voces. Eran un par de grupos organizados, que se dirigía a visitar las cuevas de hielo del glaciar. Por una parte, rompieron el silencio mágico en el que había pasado lo que llevaba de mañana, disfrutando del impresionante entorno en la más completa soledad. Por otra, me devolvieron a la realidad y me permitieron apreciar, todavía con mayor claridad, las dimensiones del lugar, en el que los excursionistas eran poco más que una hilera de hormigas, que se puede apreciar en la parte izquierda de la fotografía, empequeñecida por el impresionante paisaje.

Vista hacia el Svínafellsjökull

Vista hacia el Svínafellsjökull.

Regresé al centro de visitantes por un sendero que discurre en paralelo a la pista principal, algo más al este. El día seguía mejorando, ahora sin la menor duda. Las nubes, cada vez menos espesas, dejaban ver jirones cada vez mayores de cielo azul. Mientras, el sol intentaba romper hacia el sureste, por encima del vecino Svínafellsjökull. Animado por el cambio de tiempo, ni me detuve en el centro de visitantes, dirigiéndome directamente a mi siguiente destino: la cascada de Svartifoss.

Para ampliar la información:

En el blog Los viajes de Wircky hay una descripción del recorrido en verano: https://wircky.com/visita-la-lengua-glaciar-skaftafellsjokull/.

En https://escritorislandia.com/skaftafell-islandia/ se puede encontrar información sobre una excursión guiada por el glaciar.

En https://depuertoenpuerto.com/islandia-en-invierno/ se puede ver mi primer itinerario invernal por Islandia.

En inglés, la web del Parque Nacional Vatnajökull tiene una sección dedicada a Skaftafell: https://www.vatnajokulsthjodgardur.is/en/areas/skaftafell.