Si algo tiene Islandia en abundancia son cráteres volcánicos. El hermoso Eldborg, el descomunal Hverfjall, el arquetípico Saxhóll o el apartado Ljótipollur, por citar unos cuantos. Sin olvidar al afamado Kerið, quizá el más fotografiado de la Tierra de Hielo. Aunque, si buscas un cráter de una belleza rabiosa, tan extraña que parece sacada de otro planeta, ninguno es rival para Rauðibotn, cuyo nombre se traduciría por «el Fondo Rojo». No es el más grande, el más perfecto o el más accesible. Pero su estampa es tan deslumbrante como su propia ubicación. En el corazón de Fjallabak Syðri, rodeado de glaciares y lagos, que su acceso tenga cierta dificultad consigue el doble efecto de ponerlo a salvo de la creciente marea turística que ahoga el sur de Islandia, mientras añade interés a un lugar que, por si mismo, ya resultaría impactante.

Llegando al aparcamiento

Llegando al aparcamiento.

Aunque llevaba tiempo queriendo visitar Rauðibotn, el cráter parecía ser capaz de resistir todos mis intentos. Por su ubicación, resulta virtualmente imposible de alcanzar durante el largo invierno islandés. Mi primer intento en verano se vio frustrado, antes incluso de empezar, por la tercera erupción en el Fagradalsfjall. Finalmente, la ocasión llegó durante un viaje otoñal, cuando Rauðibotn era uno de mis objetivos prioritarios. Para aumentar mis posibilidades, reservé tres noches en el Fosshótel Núpar, a 56 kilómetros en linea recta del cráter. Aunque, con el coche, tendría que recorrer 84. Los últimos 21 por la F210, una de las «carreteras de montaña» con peor fama del sur de Islandia. Finalmente, poco antes del final de una espléndida mañana de otoño, lograba llegar al precario aparcamiento. Apenas un par de kilómetros de senda me separaban del cráter.

Mælifell

Mælifell.

No tardé en superar el primer repecho. El entorno era todo lo deslumbrante que uno puede esperar de Fjallabak, la región más fascinante de la Tierra de Hielo. Hacia el oeste, el sol iluminaba las verdes laderas del Mælifell. La montaña más fotogénica de Islandia se elevaba sobre un Mælifellssandur parcialmente inundado, con el Mýrdalsjökull velado por las nubes como imponente telón de fondo. En ese momento, me arrepentí de no cargar con el 300 milímetros. Pero seguía acusando el cansancio de la larga jornada previa. En lugar de desandar mi camino, preferí mantenerme centrado en el objetivo principal.

Mirando hacia el norte

Mirando hacia el norte.

Éste también era perfectamente visible hacia el norte, más allá de una vaguada tapizada de un verde rabioso. A la izquierda, encajonado entre el cráter y las oscuras laderas del Svartafellstangi, el río Hólmsá se despeñaba por una pequeña cascada sin nombre. Una más entre los miles que salpican la abrupta geografía de la Tierra de Hielo. La gama cromática era de una intensidad asombrosa. Nunca entenderé a aquellos que viajan a Islandia y sobresaturan sus fotografías. Como si los colores naturales estuvieran faltos de vivacidad.

Svartafellstangi

Svartafellstangi.

De camino, me crucé con tres franceses regresando del cráter. Las únicas personas que vería en toda la excursión. Intercambiamos saludos y me estuvieron comentando la ruta que habían realizado. En vez de tomar la senda que subía por la ladera de Rauðibotn, como había planeado inicialmente, me recomendaron tomar la de la izquierda, hacia el interior del cráter, para luego seguir hasta el cercano Hólmsárlón. Mis cansadas piernas agradecieron el cambio de itinerario.

Rauðibotn a vista de dron

Rauðibotn a vista de dron.

Cuando los franceses siguieron su camino, decidí volar el dron. Las condiciones eran óptimas. Una luz perfecta, con las sombras de las nubes deslizándose lentamente sobre el paisaje, un viento casi inexistente y una soledad absoluta. Grabé unos cuantos videos, hice varias fotos y exploré desde el aire el terreno que tenía por delante. Tanto en el interior del cráter como hacia la laguna.

Llegando a Rauðibotn

Llegando a Rauðibotn.

Después, reanudé mi camino hacia Rauðibotn. El día era tan espléndido, que hasta comenzaba a hacer calor. El interior del cráter, refugiado del escaso viento, era un remanso de paz, con el sonido del agua remarcando la asombrosa sensación de serenidad, de armonía con la naturaleza. Pero preferí pasar de largo. Primero visitaría Hólmsárlón, apenas 400 metros más al oeste.

Hólmsárlón

Hólmsárlón.

Con una longitud total superior a los 4.500 metros, la estrecha laguna que forma el río Hólmsá era de una belleza arrebatadora. Sus aguas, de un extraño azul turquesa, zigzagueaban entre las yermas laderas del sur de Fjallabak, para terminar precipitándose en una pequeña cascada. Pero aquel era el final de mi ruta. La senda continuaba por la orilla opuesta, obligándome a vadear el río justo sobre la cascada. Demasiado arriesgado, encontrándome en la más absoluta soledad.

Regresando a Rauðibotn

Regresando a Rauðibotn.

Regresé a Rauðibotn. El sol aún estaba cerca de su cenit, por lo que apenas proyectaba sombras sobre el cráter. Por contra, su intensa luz lograba realzar los intensos colores de un paisaje que, incluso para el exigente estándar de Islandia, era absolutamente deslumbrante. Desde el punto de vista geológico, Rauðibotn parece estar vinculado al impresionante cañón de Eldgjá, formando parte de la misma fisura, que se extiende entre el Mýrdalsjökull y el Vatnajökull en dirección suroeste – noreste. Por tanto, tendría su origen en la gran erupción del 939. La mayor sufrida por Islandia en época histórica.

Junto al arroyo

Junto al arroyo.

Me adentré en la estrecha vereda que recorría el interior del cráter, rumbo a la pequeña laguna que ocupa su fondo. El agua que mana en Rauðibotn es tan limpia y clara que, como tantas veces en Islandia, resulta posible beberla sin ningún problema. Busqué un lugar mullido y cómodo y pasé una rato tranquilamente tumbado al sol, disfrutando de la asombrosa paz del lugar, mientras me arrullaba el murmullo del agua. Aquella tarde, Rauðibotn parecía un pedazo del paraíso. Pero debía seguir mi camino. La tarde avanzaba y seguramente tardaría un buen rato en regresar al coche.

Algas en el Hólmsá

Algas en el Hólmsá.

De regreso al aparcamiento, la primera distracción no tardó en llegar. Según salía del cráter, me llamó la atención un remanso del Hólmsá, donde crecía un extraño grupo de algas. Jamás había observado algo similar en Islandia. Pasé un buen rato fotografiándolas y observando como se mecían indolentemente, al ritmo de las claras aguas del río.

Otra vez el Mælifell

Otra vez el Mælifell.

La siguiente distracción fue nuevamente el Mælifell. Las nubes sobre el Mýrdalsjökull parecían haber retrocedido, permitiéndome contemplar buena parte del glaciar. A cambio, una difusa bruma cubría Mælifellssandur, enturbiando la vista sobre el monte. Aunque hermoso, el panorama no me pareció rival para el que había disfrutado apenas tres horas atrás. También era evidente que la espléndida jornada había incrementado el volumen de agua sobre la llanura. Entonces, algo extraño atrajo mi atención. Se trataba de un coche atravesando rápidamente Mælifellssandur, mientras salpicaba agua a su paso. Con toda probabilidad, se dirigía al vado de la F210 sobre el Hólmsá. Uno de los más complicados del sur de Islandia, que también era una de mis posibles vías de regreso a la civilización. Me interesaba ver cómo lo atravesaban. De inmediato, olvidé las fotos y los paisajes, acelerando mi avance hacia el aparcamiento.

Hólmsárlón a vista de dron

Hólmsárlón a vista de dron.

Terminó así mi visita a Rauðibotn, de una forma un tanto abrupta. En cualquier caso, las tres horas largas que pasé en su entorno fueron de las mejores de mi breve viaje otoñal. El clima, la soledad y, sobre todo, los espléndidos paisajes que pude disfrutar, se combinaron para crear una experiencia difícilmente repetible, en la siempre cambiante Tierra de Hielo. Aquel día, pude quitar una chincheta de mi mapa personal de lugares pendientes de la isla. A cambio, añadí otra al de mis sitios favoritos en la fascinante Islandia.

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Para ampliar la información.

Imposible encontrar información relevante en español.

En inglés, muy interesante el artículo sobre Rauðibotn en Smartrippers: https://www.smartrippers.com/en/iceland/hiking-to-the-lost-paradise-of-raudjibotn/.

La entrada en Iceland Dream está más centrada en la forma de llegar hasta el cráter: https://www.iceland-dream.com/guide/highlands/raudibotn.

Iceland Magazine tiene un breve artículo, con alguna reseña histórica: https://icelandmag.is/article/raudibotn-crater-a-green-emerald-forged-ragnarrok.

Por último, en la web de OliHar podrás disfrutar de una vista interactiva, en 360º, de Rauðibotn y su entorno: https://olihar.com/panorama/raudibotn-crater/.