Aunque, siguiendo la ruta directa, apenas tenía que recorrer 118 kilómetros entre ambos hoteles, preferí salir pronto. El plan era avanzar lentamente hacia el oeste, aprovechando la falta de nieve y una jornada excepcionalmente benigna para intentar explorar alguna de las lenguas glaciares que no conocía en el flanco suroriental del gran Vatnajökull. Tendría que adentrarme en pistas sin supervisión invernal, por lo que en realidad tampoco sabía hasta dónde podría llegar. Y mi intención era no arriesgar demasiado. Teniendo una hora límite para llegar al aparcamiento de Jökulsárlón, no podía permitirme muchos contratiempos.
Mi primer destino era el Hoffellsjökull. Para llegar, debía recorrer casi hasta el final la carretera 984, luego desviarme por la 983 y terminar en una pista, llamada Húsberg, que llega hasta las inmediaciones de un mirador, a escasos metros de la laguna glaciar. Conseguí acercarme hasta el aparcamiento de las piscinas geotermales de Hoffell, a 4.500 metros de la laguna. A partir de ahí, la pista estaba cubierta por una gruesa capa de un hielo extraordinariamente duro. Comenzaba el día con un fracaso. Nada extraño en Islandia.
El segundo intento sería en el Fláajökull. Tras tomar la carretera 986, que estaba completamente limpia de nieve, volví a desviarme por la pista que lleva al camping de Haukafell. Contra todo pronóstico, y a pesar de que éste se encontraba cerrado, pude llegar hasta el final de la pista, justo a la puerta del camping. A partir de ahí, tan solo podría seguir andando. Algo que no parecía demasiado razonable. Disponía de poco tiempo, en realidad no me había estudiado la senda y ésta si tenía tramos cubiertos de hielo.
En lugar de dar una caminata, decidí aprovechar las óptimas condiciones de que disfrutaba, con una ausencia total de viento muy poco común en Islandia, para grabar el glaciar a vista de dron. No tenía intención de llegar sobre sus hielos. Por una parte, el frente glaciar marca el límite del parque nacional del Vatnajökull, para el que no había pedido permiso de vuelo. Además, tampoco podía arriesgarme a un percance, que podía suponer perder varias horas intentando recuperar el dron. Me limité a volar hasta cerca del límite de la laguna glaciar, que en cualquier caso era más de lo que inicialmente esperaba poder lograr. Mi suerte estaba cambiando.
Después, me reincorporé a una Ring Road completamente libre de hielo o nieve, rodeada por un campo que parecía más propio de una primavera temprana que de una jornada de febrero. Incluso el sol, cada vez más alto sobre el horizonte, comenzaba a templar el ambiente. En parte, poder disfrutar de una mañana tan agradable era una maravilla. Aunque también echaba de menos las nefastas condiciones en que había atravesado esa misma carretera, en sentido contrario, un par de años atrás.
Decidí hacer una pausa en Eskey. Un mirador junto al puente de la Ring Road sobre el Hólmsá, que ofrece unas vistas espléndidas sobre la asombrosa sucesión de glaciares que conforma el frente sureste del Vatnajökull. Otra vez problemas. El aparcamiento estaba despejado, pero tanto la senda de acceso como el pequeño merendero que hay a los pies del mirador estaban cubiertos por una capa de hielo asombrosamente gruesa. Decidido a no correr riesgos innecesarios, volví a optar por volar el dron. Logré una larga toma de la gran llanura aluvial del Hólmsá.
Tras gastar la segunda batería del dron, reanudé lentamente mi ruta hacia el aparcamiento de Jökulsárlón. La tercera quedaría en reserva, por si aparecía alguna ocasión imprevista. Algún que otro coche, gente a caballo por el campo . . . Según iba avanzando hacia el oeste por la Ring Road, se hacía evidente que me acercaba a la Islandia más turística. Tendría que despedirme de la tranquilidad del extremo oriental de la isla.
A las once y media, con casi un par de horas de margen, estaba en un aparcamiento literalmente atestado. «Menos mal que es temporada baja», recuerdo haber pensado. En cualquier caso, no era cuestión de desanimarse. Tras averiguar el lugar concreto del que partiría la excursión, aproveché el tiempo dando un tranquilo paseo por la laguna glaciar y la cercana Breiðamerkursandur. La playa que, fuera de Islandia, suele conocerse como Diamond Beach.
Visitando una cueva de hielo.
Intentando fotografiar Breiðamerkursandur.
Después, tan solo quedaba regresar al aparcamiento y conducir hasta el hotel donde pasaría la noche, en las inmediaciones del Svínafellsjökull. El hermoso glaciar que sería mi primera visita de la mañana siguiente. Recorrí el flanco sur del Öræfajökull, mientras me adentraba entre las sombras de una noche cada vez más oscura, que me impidió disfrutar de uno de los paisajes más deslumbrantes de Islandia. Una lástima y un recordatorio de porqué no me gusta conducir de noche por la Tierra de Hielo. Pero, como suele decirse, en esta vida no se puede tener todo.
Para ampliar la información.
Mi primer recorrido por la zona, en invierno, está en https://depuertoenpuerto.com/de-djupivogur-a-hnappavellir/.
El segundo, en verano, puede verse en https://depuertoenpuerto.com/de-egilsstadir-a-hnappavellir/.
El tercero, nuevamente en invierno pero en sentido contrario, en https://depuertoenpuerto.com/de-kirkjubaejarklaustur-a-djupivogur/.
El cuarto, otra vez de este a oeste, en https://depuertoenpuerto.com/al-sur-del-vatnajokull-dia-1/.
En inglés, la interesante web oficial del parque nacional del Vatnajökull tiene una entrada sobre el Hoffellsjökull (https://www.vatnajokulsthjodgardur.is/en/areas/heinaberg/destination-hoffellsjokull) y otra sobre el Fláajökull (https://www.vatnajokulsthjodgardur.is/en/areas/heinaberg/destination-flaajokull).