Dicen que Dettifoss es la cascada más poderosa de Europa. Un título difuso, pues en realidad no hay un criterio objetivo para definirlo. Si nos atenemos al caudal, ganaría Rheinfall, en Suiza. Sin embargo, la cascada del Rin es bastante más baja que la del Jökulsá á Fjöllum. Dettifoss se despeña con tal intensidad por el cañón de Jökulsárgljúfur, que las rocas basálticas circundantes reverberan continuamente. Lo había podido comprobar durante mi primera visita a la cascada, en el verano de 2020, cuando tuve serios problemas para encontrar un lugar estable donde asentar el trípode y hacer una toma de larga exposición.

Aunque aquella visita había sido por el lado oriental de la cascada. El más salvaje y aquel que permite acercarte hasta la orilla derecha del río, junto al mismo borde del salto de agua. También es el que se utilizó para rodar la escena inicial de Prometheus, por supuesto con mayores medios técnicos que los míos. Su principal pega es que el acceso se realiza por la carretera 864. En realidad, una pista que suele estar cerrada en invierno. Motivo por el que, cinco años más tarde, seguía sin conocer el lado occidental de Dettifoss.

En el otoño de 2025, la cascada era una escala perfecta durante una larga jornada conduciendo entre Bifröst y Raufarhöfn. Apenas suponía 32 kilómetros de desvío que, además de permitirme hacer una larga pausa para estirar las piernas, me brindarían la ocasión de contemplar una perspectiva diferente del cañón de Jökulsárgljúfur. Poco después de las cuatro de una tarde bastante brumosa, dejaba el coche en un aparcamiento bastante más concurrido de lo que esperaba y comenzaba a caminar hacia la no tan lejana Dettifoss.

La distancia entre el aparcamiento y el mirador principal es de aproximadamente 900 metros. El recorrido es prácticamente llano y en general está bien acondicionado, aunque hay algún tramo con piedras, que pueden ser resbaladizas. Como siempre en Islandia, es aconsejable llevar buen calzado. El tramo final es una cómoda pasarela, que desemboca directamente en el mirador.

El problema del mirador es su ubicación, justo frente a la cascada. Esta pulveriza una asombrosa cantidad de agua que, en muchas ocasiones, va directamente hacia la estructura metálica. Mi visita fue en uno de esos días. A la niebla, flotando apenas unos metros por encima del terreno, se unió el número aparentemente infinito de diminutas gotas generadas por Dettifoss, con el resultado que puedes ver sobre estas líneas. Estuve un rato esperando un cambio en el escaso viento, durante el que tan solo conseguí acabar cubierto por una finísima película de agua.

Tocaba buscar otro punto de vista, aunque no iba a ser fácil. La zona por debajo del mirador había sufrido un desprendimiento y su acceso estaba cerrado. Además, no creo que hubiera logrado mejorar mucho el panorama. Probablemente, tan solo habría acabado con más agua encima.

El único lugar en el que resultó posible ver la cascada fue algo más al sur. Pero era una vista lateral, parcialmente bloqueada por los propios pliegues del terreno, que impedían ver Dettifoss en todo su esplendor. Al final, no logré averiguar si el mirador occidental logra mejorar la impresionante vista que hay desde la orilla opuesta. En cualquier caso, Islandia es así. Nunca puedes estar seguro de que, después de hacer el esfuerzo de llegar hasta un lugar, vayas a ser capaz de disfrutarlo. Si quieres certezas, es mejor que viajes a otro sitio.

Pero Dettifoss no está sola. Otra de las características de la Tierra de Hielo es la asombrosa profusión de lugares deslumbrantes. Apenas mil metros al sur, remontando el Jökulsá á Fjöllum, está Selfoss. Una cascada que en cualquier otro lugar sería una atracción de primer orden, pero que en Islandia queda eclipsada por su hermana mayor.

En cierto modo, Selfoss es una versión «a lo bestia» de la sutil Brúarfoss. Al igual que en la cascada del Brúará, el Jökulsá á Fjöllum se encuentra con una grieta, atravesando el terreno en la misma dirección que el río, y se desparrama en una infinidad de pequeños saltos. Aunque aquí hay bastante menos sutileza y prácticamente ninguna vegetación. A cambio, sobra fuerza, pues en el fondo el volumen de agua es el mismo que se despeña por Dettifoss. A pesar de la niebla, pude contemplar la cascada sin impedimentos. Lo que, en este caso, me permite afirmar que la vista desde la orilla opuesta es bastante más interesante. Aunque, todo hay que decirlo, el sendero del lado occidental es mucho más cómodo.

Hora y media después de haber aparcado, estaba de vuelta en el coche. El día era cada vez más plomizo y volvía a lloviznar. Por fin había logrado visitar el mirador principal de Dettifoss pero, como tantas veces en Islandia, fue una visita agridulce. A pesar de haberlo pisado, no puedo decir que lo conozca. Habrá que regresar.