En realidad Ljótipollur era el plan B para finalizar nuestra ruta por la F208. Pero el incidente con el dron en Eldgjá nos había retrasado tanto, que no tenía sentido intentar nuestro plan A: subir hasta el Brennisteinsalda, en Landmannalaugar. Aunque no podríamos realizar la idea inicial de volar el dron en el espectacular entorno del cráter, nos seguía pareciendo un plan suficientemente interesante para rematar una jornada tan intensa como extenuante. En cualquier caso, nuestro plan B no arrancó demasiado bien. Tras desviarnos por una pista sin señalizar, justo en la intersección entre la 208 y la F225, acabamos dándonos de bruces con un cartel que nos impedía seguir avanzando.
Unos metros antes, habíamos visto un coche alejándose por una pista que se adentraba hacia el noreste. Pista que no aparecía en ninguno de los mapas que teníamos a mano. Sin tener una idea clara de dónde podía conducirnos, no parecía estar en mal estado. Con suerte, acabaríamos en las inmediaciones del extremo septentrional de Ljótipollur. En caso contrario, siempre podríamos dar media vuelta. Al final, nos sonrió la fortuna. La pista terminaba junto al lago Blautaver, justo al norte de Ljótipollur. El lago, en el que según dicen abundan las truchas árticas, era un pequeño oasis de verdor en medio del áspero paisaje de las Tierras Altas.
Tras una breve pausa, seguimos nuestra ruta hacia Ljótipollur, avanzando por una pista que zigzagueaba por su descarnada ladera. Aunque acabamos llegando a un punto en el que la ruta volvía a estar cortada, habíamos logrado alcanzar el borde superior del cráter. Dejamos el coche en una explanada de tierra, tan solo ocupada por una autocaravana, y seguimos avanzando a pie por su cresta occidental. Las aguas del lago, de un azul intenso, contrastaban vivamente con la rojiza ladera que se elevaba en la orilla opuesta.
Ljótipollur se formó en 1477, en el extremo meridional de la fisura de Veiðivötn. El lago que ocupa su fondo no es demasiado profundo: tan solo 14 metros. A pesar de lo cual, contiene una numerosa población de truchas árticas. Dado que no tiene ninguna conexión con otro cuerpo de agua, nadie tiene claro cómo pudieron llegar hasta allí. Quizá fueron introducidas artificialmente por algún pescador. En cualquier caso, aunque hay un sendero que permite acceder a la orilla del lago, no parece que el camino sea sencillo.
Al igual que en el cráter de Hverfjall, parte del interés de Ljótipollur está en el paisaje circundante, en este caso formado por el norte de Fjallabak. Lagos, paisajes volcánicos, extrañas montañas de riolita o ríos glaciares serpenteando por enormes cauces, todo ello en medio de la espléndida desolación de las Tierras Altas de Islandia. El áspero entorno era deslumbrante. Por desgracia, mis peripecias para recuperar el dron en Eldgjá me habían dejado exhausto y sin demasiadas ganas de caminar. Acabamos limitándonos a dar un breve paseo, de apenas 500 metros, avanzando por la cresta del cráter hasta su extremo occidental.
Fue una lástima, pues las vistas eran muy interesantes. Hacia el suroeste, podíamos ver claramente el lago Frostastaðavatn. Más allá de Námshraun, las montañas que rodean Landmannalaugar, coronadas por los 940 metros del Bláhnúkur, comenzaban a desdibujarse entre el contraluz y la cada vez más intensa bruma de la tarde.
Por contra, era el borde del propio cráter el que nos impedía contemplar el lago Kýlingavatn y el tramo septentrional de la F208, por el que habíamos llegado poco antes, procedentes de la costa sur de Islandia. Hacia el sureste, más allá del Norđurnámur, tan solo podíamos observar las cimas de las montañas de riolita que hay al sur del recodo del río Tungnaá.
Hacia el norte, la vista del cráter era menos agreste y espectacular. En la distancia, el Tungnaá se desparramaba por su amplio cauce, zigzagueando entre efímeros islotes camino del embalse de Sigöldulón. Tras pasar por otras dos presas, sus aguas, ya completamente domesticadas, se unen con las del caudaloso Þjórsá en el embalse de Sultartangalón.
De haber llegado más descansados y con algo más de tiempo, habríamos intentado cuando menos llegar a la parte más elevada del cráter, en su extremo oriental. Pero comenzaba a hacerse tarde. Mirando hacia el oeste, varias columnas de polvo nos recordaban que, aunque habíamos dejado atrás la parte más complicada de la F208, todavía nos quedaban unos cuantos kilómetros de pista, polvorienta y bacheada, para llegar a nuestro destino en el Highland Center de Hrauneyjar. Había llegado el momento de partir.
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En inglés, hay un breve artículo en la web Hit Iceland: https://hiticeland.com/places_and_photos_from_iceland/ljótipollur.
También es interesante la entrada en el blog Smartrippers: https://www.smartrippers.com/en/article/the-secret-of-the-ljotipollur-lake.
Por último, mencionar la web Guide to Iceland, aunque solo sea por su hermosa foto aérea del cráter y su entorno: https://guidetoiceland.is/travel-iceland/drive/ljotipollur.
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