Desde el comienzo de los tiempos, las guerras, la avaricia, los desastres naturales o la simple desidia se han cobrado un tributo en el patrimonio histórico y cultural de la humanidad. Sin embargo, en otras ocasiones, ha sido la simple estupidez la que, en cualquiera de sus múltiples formas (ignorancia, tozudez o prepotencia, por citar algunas) ha dañado irremediablemente el legado recibido de nuestros ancestros. En pocos lugares esto es mas evidente que en la catedral de Rávena, también conocida con el pomposo nombre de Catedral Metropolitana de la Resurrección de Nuestro Señor Jesús Cristo.

La catedral desde la plaza Arcivescovado

La catedral desde la plaza Arcivescovado.

La actual catedral ocupa el antiguo emplazamiento de la iglesia de Hagia Anástasis (Santa Resurrección). Ésta fue levantada por orden del obispo Urso, por lo que era conocida como basílica Ursiana. Aparentemente, estaba formada por cinco naves, separadas por cuatro hileras de columnas. Como tantos edificios de Rávena, sufría problemas crónicos debidos a la subsidencia, por lo que en el siglo X se elevó el nivel del suelo, sin alterar la forma del edificio. La basílica llegó al siglo XVIII bastante degradada, a pesar de lo cual seguía conteniendo numerosas obras de arte del periodo paleocristiano.

Restos del mosaico de Santa María

Restos del mosaico de Santa María.

Entonces llegó a Rávena el arzobispo Maffeo Nicolò Farsetti. Nacido en 1677, era descendiente de una importante familia de la Toscana, aunque también estaba emparentado con la nobleza de su Venecia natal. Sus contactos le facilitaron una brillante carrera eclesiástica, que culminó con su nombramiento en 1727 como arzobispo de Rávena. En breve, retomó el proyecto de su antecesor de reformar la antigua basílica, pese a la oposición de numerosos artistas e intelectuales, preocupados por la conservación del extraordinario patrimonio encerrado entre sus muros. Las obras se prolongarían desde 1734 hasta 1745, bajo la dirección de Giovan Francesco Buonamici, quien había comenzado su carrera como pintor y tenía escasos conocimientos de arquitectura.

Cúpula de Giuseppe Pistocchi

Cúpula de Giuseppe Pistocchi.

La idea original era mantener el campanario y el ábside, un par de capillas y el baptisterio neoniano. Pero las dificultades técnicas, lo complicado del terreno y la falta de experiencia de Buonamici, acabaron causando el derrumbe del ábside en 1743, con la pérdida de la mayor parte de sus valiosos mosaicos. Tan solo los conocemos por los escasos restos que se salvaron y por un dibujo realizado por Buonamici poco antes del desastre. No había terminado el siglo XVIII cuando fue necesario acometer varias obras para consolidar la estructura. Además, entre 1780 y 1781 Giuseppe Pistocchi tuvo que rediseñar completamente la cúpula.

Nave principal

Nave principal.

El resultado de tanto despropósito es un edificio mediocre, no muy diferente de muchas iglesias de la misma época repartidas por medio mundo. Mediocridad que, si cabe, se ve acentuada por las maravillas que podemos ver en sus inmediaciones. Algunas, tan cercanas como el espléndido baptisterio neoniano, que afortunadamente se libró de la picota. Y, sin embargo, el duomo de Rávena aún mantiene unos cuantos tesoros, que hacen interesante la visita.

Púlpito de Agnellus

Púlpito de Agnellus.

Quizá el mas destacado sea su púlpito paleocristiano, una de las pocas piezas del templo antiguo que Farsetti decidió mantener. Elaborado en Constantinopla por orden del obispo Agnellus (como atestigua la inscripción: SERVVS XPI AGNELLUS EPISC HUNC PYRGUM FECIT), sirvió de modelo para el que se puede contemplar en el museo arzobispal. Tallado sobre mármol de la isla de Proconeso, en el mar de Mármara, está dividido en 36 paneles cuadrados, cada uno de ellos ocupado por la figura de un animal.

Sarcófago de San Barbaciano

Sarcófago de San Barbaciano.

También hay algunos sarcófagos, entre los que destaca el de San Barbaciano de Rávena, procedente de la antigua iglesia de San Lorenzo en Cesarea, ubicada entre Rávena y Classe. Construido en mármol griego durante el siglo V, su tapa presenta la clásica simbología cristiana, con un hermoso crismón y dos crucifijos. En el frente, podemos ver a Jesús portando un libro, flanqueado por San Pedro, con una cruz, y San Pablo.

Fachada principal

Fachada principal.

La catedral fue el punto final de un breve paseo matinal por Rávena. Nos llevó hasta sus puertas una mezcla de interés por ver su valioso púlpito, unido a cierto morbo por observar qué habían construido en el lugar de la antigua basílica paleocristiana. Personalmente, en una ciudad llena de obras de arte de incalculable valor, solo visitaría la catedral si, como en nuestro caso, te encuentras en la inmediaciones y dispones de algún tiempo muerto. Dicho lo cual, la visita cumplió nuestros dos objetivos. Pudimos ver tanto lo poco que había quedado del templo original, como comprobar la falta de criterio con la que actuaron los responsables de su destrucción.

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Para ampliar la información:

El blog El Lobo Bobo tiene una entrada sobre la catedral: http://www.el-lobo-bobo.com/2019/01/la-catedral-de-ravenna.html.

En https://depuertoenpuerto.com/entre-los-dolomitas-y-ravena/ se puede ver todo nuestro itinerario por el nordeste de Italia.

En inglés, la página de la catedral en la web oficial de turismo de Rávena está en https://www.turismo.ra.it/en/culture-and-history/religious-buildings/cathedra-basilica-ursiana/.

Muy interesante la entrada en la web de la Obra de Religión de la Diócesis de Rávena: https://www.ravennamosaici.it/en/the-cathedral-of-resurrection/.

En https://www.edificistoriciravenna.it/en/duomo/ hay una breve reseña con una galería fotográfica.