Llegué a Gudvangen en un gélido día de invierno, durante una copiosa nevada. Las cuatro casas que forman el pequeño núcleo parecían estar vacías. Únicamente encontré abierto un local de hostelería, ubicado en un gran edificio de madera cercano al muelle. En su desierto interior, un único camarero hablaba a gritos por teléfono . . . en español. A pesar de su tamaño, el local parecía confortable, y desde luego la temperatura lo era. Además, sus amplios ventanales ofrecían una magnífica vista del exterior. Pero opté por regresar al frío y la quietud del mundo exterior. Faltaba casi una hora para la salida del ferry, por lo que pensé dar una paseo por la nieve, regresar más tarde a tomar un café caliente y tratar de averiguar como un camarero español había acabado en el gélido invierno de Gudvangen.
El paisaje era increíble, rozando lo irreal. El mundo aparentaba haber perdido completamente los colores, tornándose blanco y negro. Las frías y oscuras aguas del fiordo parecían un espejo, reflejando las montañas que lo enmarcaban. Sus laderas, cubiertas de nieve, se difuminaban a lo lejos entre la neblina. Del cielo, completamente encapotado, caían lentamente grandes copos de nieve. La majestuosidad del paisaje me hizo perder la noción del tiempo y, cuando quise darme cuenta, el Fanaraaken estaba aproximándose al muelle. En cuanto atracó, unas diez personas salieron de no se sabe donde y subieron a bordo. Me uní a ellas, a pesar de que todavía faltaba un buen rato para que el ferry partiera. Al final, me quedé sin café y sin escuchar la historia del camarero.
Zarpamos puntualmente, a las doce del mediodía. La maquinaria y los gritos de la tripulación del Fanaraaken rompieron el silencio sepulcral que lo envolvía todo, aunque la quietud del paisaje que nos rodeaba permaneció inmutable. Desde la proa contemplé, con cierta melancolía, como nos alejábamos de Gudvangen. Ya no nevaba, pero el pueblo estaba cubierto por un manto blanco, en el que no se veía un alma.
Tardamos prácticamente una hora en llegar a las inmediaciones del Beitelen, la impresionante mole de roca que, levantándose 675 metros sobre las aguas del fiordo, marca el punto en que convergen el Nærøyfjord y el Aurlandsfjord. Mirando desde la popa, pude reconocer la estampa que me había cautivado dos años y medio atrás. Solo que la vista era todavía más hermosa. El cielo estaba encapotado, igual que en mi anterior visita. Pero ahora la nieve llegaba hasta la misma orilla del fiordo, acentuando las texturas de las paredes de roca desnuda. Nubes bajas ocultaban parcialmente las laderas, que a lo lejos se desdibujaban entre la neblina. Permanecí un rato embelesado en la popa del Fanaraaken, mientras éste daba un amplio giro de unos cien grados, adentrándose en el tramo final del Aurlandsfjord.
El nuevo rumbo sureste nos llevaba hacia el fondo del Aurlandsfjord. Aunque menos espectacular que el Nærøyfjord, el trayecto seguía siendo interesante. Había menos nieve, por lo que el blanco que dominaba el Nærøyfjord había dado paso a laderas de tonos pardos y grisáceos. Las cascadas que, en temporadas más cálidas, se precipitan al fiordo desde las alturas, estaban completamente congeladas. El blanco del agua helada destacaba sobre los apagados colores de las montañas.
Pasamos frente a Undredal, un hermoso pueblo de cien habitantes, pero no hicimos escala. Nos tuvimos que conformar con verlo desde la distancia, enmarcado por una sucesión de montañas nevadas. Hasta la construcción de los túneles de Gudvanga y Flenja, Undredal estaba completamente incomunicado por tierra. Solo era accesible por barco a través del fiordo. Pero en 1988 se abrió el tramo de la carretera E16 que conecta Gudvangen con Flåm. Entre los dos largos túneles, la carretera hace un breve recorrido, de apenas setecientos metros, por el valle de Undredalen, lo que permitió construir una carretera de acceso.
https://www.youtube.com/watch?v=RRJO2i53TUU?rel=0
Donde si hicimos una breve escala fue en Aurlandsvangen, en la orilla oriental del fiordo. Fueron menos de cinco minutos, apenas suficientes para atracar y que pudieran descender del Fanaraaken una mujer y dos niños de aspecto oriental, a los que erróneamente había tomado por turistas. Tras abandonar el puerto, pasamos frente al pequeño promontorio de Otnes. Debía estar bajando la marea, pues la corriente venía desde Flåm y la parte superior del fiordo. Al chocar con el saliente, creaba una zona de remolinos que el capitán del ferry prefirió esquivar, dando un amplio rodeo.
Finalmente, tras un par de horas de navegación, llegamos a Flåm. El pequeño pueblo parecía muy distinto al que había conocido en mi anterior viaje. No era solo por el manto de nieve que lo cubría. Flåm, que en verano es un hervidero de actividad, lleno de turistas y en el que casi todos los días atraca algún crucero, semejaba una ciudad fantasma. Sus calles parecían desiertas, al igual que el solitario muelle en el que íbamos a atracar, y buena parte de los locales estaban cerrados. Acababa de llegar un tren a la estación, pero en lugar de las hordas de turistas que recordaba saliendo de los largos trenes en verano, del reducido convoy a duras penas salieron unos veinte pasajeros. Por nuestra parte, el pasaje del Fanaraaken se había reducido a ocho personas, que esperábamos en la proa mientras el barco realizaba la maniobra de atraque. El viaje entre Gudvangen y Flåm había sido increíble, superando ampliamente mis expectativas. A unos escasos veinte metros del muelle esperaba el Flåmsbana, el célebre ferrocarril que tanto me había decepcionado en el verano de 2015. Era la siguiente etapa de mi viaje. Mientras me acercaba lentamente al tren, poniendo cuidado en no resbalar sobre la nieve helada, no pude evitar preguntarme si volvería a defraudarme.
Se puede realizar el trayecto, desde Flåm o Gudvangen, en una combinación de autobús y barco: https://www.visitflam.com/es/packages/naeroyfjord-round-trip/.
Flåm tiene una web llena de información, en parte traducida al español: https://www.visitflam.com/es/.
En inglés, se puede encontrar información sobre Gudvangen en la web del Gudvangen Fjordtell https://www.gudvangen.com/#Home.
La forma que yo utilicé para hacer el recorrido invernal en barco fue como parte del paquete Norway in a nutshell: https://www.norwaynutshell.com/norway-in-a-nutshell-winter-tour/.
En una época dominada por Google Maps, puede parecer un sinsentido, pero el mapa de Visit Norway es realmente interesante, aunque inicialmente pueda tardar algo en cargar: https://www.visitnorway.com/maps/.
Muchísimas gracias por haber compartido tu experiencia con tanto detalle. Me ha encantado, sobretodo porque lo he recorrido durante el verano unas 10 veces y nunca me cansaré. En invierno no lo he experimentado, así es que gracias a ti vuelvo, una vez más al precioso y imnotizante fiordo.
A cambio de todo el relato y las fotos tan bonitas, te puedo contar la historia que te quedó por investigar en Gudvangen y asi podras cerrar tu circulo 😉
Gracias por tu comentario. De todos los fiordos que he podido conocer, el Nærøy es el más hermoso. Si tienes ocasión, no dejes de visitarlo en invierno.
Respecto a cerrar el círculo en Gudvangen, acepto el intercambio.