Mi intención inicial, era regresar de Skjervøy a Tromsø en el fast-ferry que une ambos puertos todos los días. Con suerte, pensaba, podría ver orcas o ballenas. Hasta que descubrí que la temporada de cetáceos terminaba dos o tres semanas antes de mi viaje. Además, el barco que cubría el trayecto era tan cerrado como el que me había llevado unos días antes hasta Sauda. Quedaba el segundo objetivo del trayecto: ver los Alpes de Lyngen. Pero, puestos a verlos desde detrás de un cristal, prefería romper la regla de dar prioridad al barco. Regresaría a Tromsø en autobús. Lo que, además, me permitiría aprovechar la mañana dando un tranquilo paseo por Skjervøy. Y, en cualquier caso, el autobús tendría que subir en dos ferris, por lo que una parte del trayecto seguiría siendo en barco.

Pero no todo eran ventajas. En realidad, no había linea directa entre Skjervøy y Tromsø. Tendría que hacer transbordo en un oscuro lugar llamado Sørelva. Cuando por fin logré localizarlo, resultó ser un desolado aparcamiento junto a la E6, a varios kilómetros de la población más cercana. Un tanto preocupado, cuando llegué a Skjervøy no pude evitar preguntar a la recepcionista del hotel: «¿y si hay algún problema y el autobús no llega a tiempo para el transbordo?» Su respuesta fue bastante tranquilizadora: «esto es el Ártico, aquí no dejamos a nadie atrás».

Autobuses en Skjervøy

Autobuses en Skjervøy.

Al día siguiente, tras mi paseo matinal por Skjervøy, regresé al hotel quince minutos antes de la salida del autobús. La recepcionista, la misma de la noche anterior, recordaba nuestra conversación y me indicó que no tuviera prisa. El conductor del autobús estaba sentado en una de las mesas, tomando tranquilamente un café mientras me observaba con cierta curiosidad. Aproveché la ocasión para, enseñándole mi billete electrónico recién adquirido, hacerle exactamente la misma pregunta: «¿y si hay algún problema y el autobús no llega a tiempo para el transbordo?». Para obtener una contestación todavía más contundente: «has pagado para ir hasta Tromsø y nosotros te llevaremos a Tromsø». Fin de la cuestión.

Billete electrónico

Billete electrónico.

El autobús arrancó a las 13:30, con tres pasajeros a bordo. Una chica, que se sentó en los asientos del fondo. Un hombre, que se colocó detrás del conductor, con el que pasó hablando todo el camino. Y yo, que aproveché para ocupar el asiento delantero derecho, desde el que podía ver tanto la carretera hacia el frente como el paisaje hacia el costado. Fue una lástima que el parabrisas del autobús no estuviera todo lo limpio que era de esperar y me impidiera hacer buenas fotos.

Vista desde el puente de Skattørsundet

Vista desde el puente de Skattørsundet.

Tras recorrer brevemente el paisaje nevado del sur de Skjervøya, atravesamos el puente de Skattørsundet, que une la isla con la vecina Kågen. Otro breve recorrido nos llevó al túnel de Maursund, que comunica Kågen con el continente. Con 2.122 metros de longitud, guardaba poca relación con las inmaculadas infraestructuras del sur de Noruega. Sus estrechos carriles, las paredes de roca desnuda y la fuerte pendiente daban al túnel un aspecto primitivo.

El autobús de Tromsø

El autobús de Tromsø.

Seguimos zigzagueando por una carretera completamente cubierta de nieve, con el mar a nuestra izquierda. Finalmente, nos incorporamos a la E6, donde el tráfico era casi tan escaso como en la 866. El autobús llegó a Sørelva a las 14:22, ocho minutos antes de la hora prevista. Cuando fui a levantarme para salir, el conductor me detuvo con un gesto de su mano. Dejó la puerta cerrada, hasta que vio aparecer el autobús, procedente del norte, que debía llevarnos hasta Tromsø.

Los Alpes de Lyngen desde la E6

Los Alpes de Lyngen desde la E6.

Éste resultó ir bastante más lleno. Afortunadamente, logré encontrar un asiento libre en el lado derecho, junto a la ventana. En breve llegamos al mar, junto a la isla de Uløya. Unos minutos más y estábamos frente a los Alpes de Lyngen. La cordillera se levantaba como una muralla blanca, protegida por el enorme foso del Lyngenfjorden, que se adentra 82 kilómetros hacia el sur. Con razón las tropas nazis la utilizaron como punto en el que apoyar sus defensas, tras retirarse apresuradamente de Finnmark en octubre de 1944. Terminada la guerra, fue la OTAN quien reconoció las posibilidades de la zona, planificando una estrategia muy similar a la alemana en caso de conflicto con la URSS. Durante la década de 1950, se construyeron casi 300 bunkers, cerrando el paso entre el fiordo y la frontera de la neutral Suecia.

Llegando a Olderdalen

Llegando a Olderdalen.

Nuestro primer destino era el embarcadero de Olderdalen, donde debíamos subir al ferry que realiza la travesía hasta Lyngseidet, en el lado occidental del fiordo. Unos minutos después de embarcar, estaba en cubierta, esperando la hora de zarpar. Hacia el norte, los agrestes Alpes de Lyngen ofrecían un panorama espléndido, que se prolongaba hasta el nítido horizonte. Hacia el sur, más allá del fondo del fiordo, comenzaban los primeros compases de un largo atardecer ártico.

Atravesando el Lyngenfjorden

Atravesando el Lyngenfjorden.

El ferry zarpó puntualmente, para un trayecto de poco mas de 12 kilómetros que tardaríamos unos 40 minutos en completar. Atravesamos el fiordo, mientras el atardecer se iba adueñando lentamente del cielo. En el ferry, el pasaje se dividió en dos grupos bien diferenciados. Por una parte, aquellos para los que recorrer aquel hermoso paisaje era parte de su rutina, que se limitaron a acomodarse en el bar, aprovechando la pausa para tomar algo o simplemente charlar. Por contra, un grupo minoritario, del que yo formaba parte, pasó la travesía en cubierta, indiferente al frío, intentando empaparse de las espléndidas vistas.

Kjosenfjorden

Kjosenfjorden.

El trayecto entre Lyngseidet y Svensby fue relativamente breve. Apenas 25 minutos para recorrer los 22 kilómetros de carretera nevada. Primero por la orilla norte del Kjosenfjorden, para continuar por el este del Ullsfjorden. Sabía que la costa pasaría a estar a nuestra izquierda, por lo que aproveché la pausa en el ferry para cambiar de lado en el autobús. El sol, cada vez más bajo, comenzaba a teñir las nubes con tonos cálidos.

Cuando llegamos a Svensby, observé como un pasajero, armado con una voluminosa cámara réflex, miraba hacia atrás con nerviosismo. Al darme la vuelta, comprobé el motivo. El sol teñía la agreste cima del Trollvasstinden de un llamativo color rojo. Más que una cumbre nevada, parecía una antorcha. En potencia, había una foto de portada de National Geographic, pero los cristales del autobús, una farola, los cables del tendido eléctrico y varios abetos impedían un buen encuadre. El nerviosismo se fue contagiando a parte del pasaje, mientras el autobús avanzaba camino del ferry con una lentitud exasperante. En lugar de un sistema automático, como en Olderdalen, aquí el cobro era manual. La fila de vehículos se movía a un ritmo agónico.

Finalmente, embarcamos y se abrieron las puertas del autobús. Pero era demasiado tarde. Los intensos tonos rojizos se habían suavizado, tornándose rosáceos. Bonitos, sutiles, pero nada espectaculares. Para colmo de males, el Jæggevarre resultó ser el ferry ro-ro más cerrado en el que he navegado en mi vida. La única forma que encontré de hacer fotos limpias, sin un cristal por medio, fue por un ojo de buey en la cubierta de vehículos. En cualquier caso, era mi último atardecer en el Ártico noruego por una temporada. No estaba dispuesto a desanimarme.

Atardecer en el Ullsfjorden

Atardecer en el Ullsfjorden.

Al principio, mi atención estaba hacia el sur, donde las laderas orientales del Ullsfjorden comenzaron a teñirse de suaves tonos asalmonados, replicados por las nubes que jaspeaban el cielo. La escena trasmitía una serenidad asombrosa. Desde la primera vez que tuve la suerte de disfrutarlos, lo que más me ha fascinado de los largos amaneceres y atardeceres en las tierras árticas ha sido ese extraño momento en el que el sol acaricia las cimas más altas, pintando la nieve de sus laderas, mientras los valles se mantienen en la penumbra. El cielo y las nubes se llenan de tonos pastel, mientras el gris oscuro del agua refleja su frialdad. Y alguna lejana ventisca agita la nieve en las montañas, difuminando su nítida silueta. En mi ingenuidad, pensaba que volvería a contemplarlos al siguiente invierno. Una incipiente pandemia opinaría lo contrario.

Llegando a Breivikeidet

Llegando a Breivikeidet.

Poco después, el cielo hacia el suroeste se volvió más rojizo, dando paso a un atardecer más llamativo y estridente. Pero, para mí, menos hermoso. En cualquier caso, era la señal de que la travesía llegaba a su fin. Habíamos tardado unos 20 minutos en cruzar los escasos seis kilómetros del Ullsfjorden. Tras desembarcar en Breivikeidet, aun quedaban otros 48 kilómetros para llegar a la estación de autobuses de Tromsø, convenientemente situada en Prostneset, junto a la nueva terminal marítima. Pero el crepúsculo se iba adueñando lentamente del entorno. En cualquier caso, el paisaje no era rival para los espectaculares fiordos y montañas que habían quedado atrás.

Puerto antiguo de Tromsø

Puerto antiguo de Tromsø.

Llegué a Tromsø a las 17:40, más de seis horas después de haber subido al autobús en Skjervøy. El barco de Hurtigruten tarda cuatro horas en hacer el mismo trayecto. El fast-ferry, que había sido mi plan original para el itinerario, 145 minutos. Otra muestra de las dificultades que encuentra en Noruega el transporte terrestre. Aunque quizá no sea demasiado exacto incluir en dicha categoría a un autobús que tiene que subir en dos ferris para completar su itinerario. En cualquier caso, no me arrepiento de haber cambiado el barco por un autobús. El trayecto, aunque largo y, tengo que confesarlo, un poco pesado en su tramo final, mereció la pena. Y sigo teniendo una buena excusa para volver a viajar entre Tromsø y Skjervøy.

Para ampliar la información:
En el blog Todo de Viaje se puede encontrar una breve descripción de la zona en otoño: https://tododeviaje.com/2020/10/15/un-fin-de-semana-muy-otonal-en-lyngen-noruega/.

La sección sobre Lyngen en la web oficial de turismo de Noruega está en https://www.visitnorway.es/que-ver-en-noruega/norte-de-noruega/lyngenfjord/.

En https://depuertoenpuerto.com/de-copenhague-a-tromso/ se puede ver todo mi viaje invernal entre Copenhague y Tromsø.

En inglés, la web de turismo de Lyngenfjord es https://www.visit-lyngenfjord.com.

Se pueden consultar los horarios de transporte público en https://www.tromskortet.no/?lang=en_GB.

Por último, los aficionados a la historia pueden encontrar información sobre las defensas de la zona en la Segunda Guerra Mundial (https://www.fergusmurraysculpture.com/arctic-norway/the-german-occupation-in-wwii/the-lyngen-line/) y durante la Guerra Fría (https://www.bivrost.com/the-lyngen-line-the-last-barrier-against-the-soviet-union/).