Nuestro crucero a través del Atlántico terminaba en Boston, aunque habíamos decidido seguir viaje hasta Nueva York. Lo ideal hubiera sido poder hacer el viaje en barco, pero por desgracia era imposible, al no existir ninguna linea regular que cubra el trayecto. De las opciones restantes, la que nos pareció más atractiva fue el ferrocarril. Contando todas las etapas y tiempos de espera, el trayecto de hotel a hotel no duraba más que el mismo itinerario en avión y ofrecía la ventaja de realizar un  recorrido escénico, con muchos tramos pegados a la costa, del que había oido buenos comentarios.

Trayecto ferroviario de Boston a Nueva York

Trayecto ferroviario de Boston a Nueva York.

El trayecto se puede hacer en dos tipos de tren: Acela, un supuesto tren de alta velocidad a la americana, o el clásico Amtrak Regional. Nos decidimos por este último. Los comentarios sobre Acela son bastante negativos y el billete es al menos un 50% más caro, pero apenas ofrece ahorro de tiempo. O al menos no lo ofrecía en 2017, donde la diferencia en la duración del viaje no llegaba ni a la media hora. Pero lo que realmente nos decidió a no ir en Acela fueron sus asientos numerados. No pude encontrar en ninguna parte información sobre las filas con la vista parcial o totalmente obstruida y preferimos no correr riesgos.

Interior del Amtrak

Interior del Amtrak.

Con nuestros billetes comprados por internet, nos dirigimos a South Station, en Boston, relativamente cerca de nuestro hotel. Su nombre oficial es «The Governor Michael S. Dukakis Transportation Center at South Station», que hace breve a nuestro «Aeropuerto Adolfo Suarez Madrid-Barajas». Sin comentarios. La estación, abierta en 1899, luce una sobria fachada neoclásica. El interior, reformado en 2010, no tiene ningún rasgo digno de destacar. Como no sea el funcionamiento errático de los paneles informativos, que casi nos hace perder el tren. Viendo que se acercaba la hora de salida sin que nuestro tren tuviera vía asignada, salimos a los andenes y, allí si, vimos anunciado el tren de las 9:30 con destino a Nueva York. El relativo caos seguía a bordo de los vagones. No había ningún compartimento de equipajes, ni posibilidad de facturarlos. La única opción era colocar nuestras abultadas y pesadas maletas en la repisa sobre los asientos, lo que a primera vista me pareció una tarea titánica. Afortunadamente, apareció un revisor bastante mayor y con aspecto poco fornido pero que, con una asombrosa habilidad, iba ayudando a colocar cuantas maletas se encontraba en su camino.

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Una vez tuvimos el equipaje a buen recaudo y sentados justo en medio de una ventana, nos dispusimos a disfrutar del trayecto, que comenzó prácticamente en el mismo momento que nos hubimos acomodado. La salida de Boston no tuvo mayor interés. Como suele suceder también en España, las vías de tren dan a espacios un tanto marginales, cuando no directamente abandonados. Cuando dejamos atrás la ciudad la situación mejoró algo, aunque los tupidos bosques de Nueva Inglaterra ocultaban buena parte del paisaje. Casi 50 minutos después de salir, cuando ya habíamos dejado atrás Providence, la capital de Rhode Island, vimos la costa por primera vez. Pero lo mejor del trayecto tuvo que esperar hasta que llegamos a Connecticut. Al poco de superar Pawcatuck, el tren comienza a costear. En algunas ocasiones, la sensación era la de ir directamente sobre el agua. Fue aproximadamente media hora de un trayecto que, sin ser espectacular, resultó bastante agradable. Después de cruzar el río Connecticut, la vía se aleja de la costa, lo suficiente para que ésta solo sea visible ocasionalmente. A partir de New Haven, el paisaje se vuelve predominantemente urbano, aunque la aproximación a Nueva York, cruzando el East River, también tiene su interés. En esta parte final del trayecto, la vista interesante está principalmente el lado derecho del tren. Se entra en Manhattan atravesando de nuevo el East River, aunque en esta ocasión mediante los túneles construidos a principios del siglo XX. Llegamos a Penn Station, en pleno centro de Manhattan y a dos manzanas del hotel que habíamos elegido para pasar tres noches en Nueva York. A pesar del abultado equipaje, estábamos tan cerca que decidimos ir andando.

El tren en Penn Station

El tren en Penn Station.

En general la experiencia fue positiva. El trayecto en tren, sin ser nada del otro mundo, fue en buena parte atractivo y nos permitió recorrer, aunque fuera fugazmente, una zona de los Estados Unidos que no conocíamos. Las estaciones, sobre todo Penn Station, nos dieron una cierta sensación de dejadez, al igual que los trenes. Nada que ver con nuestra eficiente red de alta velocidad. A pesar de lo cual, si tuviera que hacer de nuevo el mismo trayecto, casi con toda seguridad volvería a escoger el ferrocarril.

Algunos vínculos útiles:

Amtrak tiene una página oficial en español: https://espanol.amtrak.com/home.html.

En https://depuertoenpuerto.com/crucero-trasatlantico/ se puede ver el itinerario completo de nuestro viaje a través del Atlántico.

La web Diario de un Turista tiene una página en la que comentan las diversas formas de ir entre Boston y Nueva York: https://diariodeunturista.com/como-ir-de-nueva-york-a-boston/13867.

En inglés, se puede encontrar una comparativa en profundidad entre tren y autobús en https://www.businessinsider.com/best-way-to-travel-between-boston-and-new-york-2015-9?IR=T.

En https://thepointsguy.com/2015/07/new-york-to-boston-options/ hay otra comparativa entre las diversas opciones disponibles.