Pero, ¿no habíamos quedado en que las Tierras Altas son inaccesibles en invierno? Si y no. Como siempre en la Tierra de Hielo, todo es más complicado de lo que, a primera vista, puede parecer. Es cierto que las pistas de las Tierras Altas suelen estar señaladas como infranqueables durante los meses del larguísimo invierno islandés. Lo cual no quiere decir que esté prohibido atravesarlas. O al menos intentarlo. Mientras la pista no esté cerrada, seas consciente de que no estarás cubierto por el seguro del vehículo y sepas que, si tienes algún problema y deben acudir a rescatarte, tendrás que abonar el coste de dicho rescate, allá tú con lo que hagas.
Otra cosa es que sea razonable. Ya resulta suficientemente complicado conducir por una carretera marcada en naranja o amarillo, como para aventurarse por una en rojo. Más aún teniendo en cuenta que, incluso en pleno verano, cuando esas mismas pistas están marcadas como «fácilmente transitables», recorrerlas no deja de ser una pequeña aventura. Claro que algunos islandeses se adentran en las Tierras Altas en pleno invierno. Pero ellos lo hacen al volante de vehículos especialmente preparados y generalmente en convoy. Además de estar más que acostumbrados a esas condiciones.
Por eso, cuando me enteré de que el renovado Highland Base de Kerlingarfjöll tenía una oferta de lanzamiento de su temporada de invierno, no me lo pensé dos veces. De inmediato, articulé mi viaje alrededor de dicha oportunidad. Además, durante los dos primeros fines de semana de febrero, la oferta era realmente tentadora. Por un precio que, en comparación con el normal, hasta parecía económico, ofrecían dos noches de alojamiento y desayuno, el transporte de ida y vuelta desde Skjól hasta Ásgarður y un par de actividades en el resort. A priori, una excursión hasta Neđri-Hveradalir y una o dos noches de avistamiento de auroras boreales. Aunque, como siempre en Islandia, todo quedaría al albur del clima.
Los planes no habían tardado en torcerse. Antes incluso de salir de Madrid, recibí un correo del hotel. Debido a la gran cantidad de nieve acumulada en las montañas, suspendían la excursión a Hveradalir. Una vez en Ásgarður, comunicarían la actividad que organizaban en su lugar. Estuve a punto de cancelar mi reserva. Finalmente, pudo más mi deseo de conocer las fascinantes Tierras Altas en invierno, aunque no lograse pasar más allá del Highland Base.
En el desierto blanco: de Skjól a Ásgarður en invierno.
Kerlingarfjallavegur: una mañana de invierno en la F347.
Me había quedado prácticamente solo en el hotel. David estaba ocupado revisando y procesando sus fotos, mientras los conductores intentaban reparar los dos vehículos averiados. Decidí dar un tranquilo paseo hasta el puente que atraviesa el Ásgarðsá. El pequeño río, con apenas 5.740 metros de longitud, que nace en el corazón hidrotermal de Kerlingarfjöll y va a morir en el cercano Jökullfall.
Sus aguas proceden principalmente de Neđri-Hveradalir y de otro manantial de aguas calientes que hay al norte del hotel. En Ásgarðsgljúfur, el profundo cañón que el río atraviesa antes de llegar a Ásgarðsá. Este manantial, ubicado 1.300 metros aguas arriba del puente, cubre las necesidades de agua caliente del complejo. Además de abastecer la pequeña piscina, junto a su nacimiento, que había sido el punto final de la excursión que realizamos en el verano de 2020.
La historia de Ásgarður es relativamente reciente. Tras siglos en los que las leyendas, un acceso difícil y la presencia de forajidos por la zona habían mantenido el lugar virtualmente inexplorado, en 1890 Kerlingarfjöll recibió una primera expedición científica. En 1936, con Kjalvegur reabierta, pudo llegar hasta Ásgarður el primer vehículo a motor. Tan solo un año más tarde, se instaló una primera cabaña en el valle, a la que pronto seguirían otras. En 1961 abriría una escuela de esquí, operativa durante los meses de verano. Con el tiempo, se ampliaron las instalaciones, llegando incluso a instalarse un remonte mecánico. Hasta que, al comienzo del milenio, el retroceso de las nieves obligó a cerrar la escuela.
El Ásgarður que pudimos conocer en 2020 era un pequeño oasis de civilización en el corazón de las Tierras Altas. Un modesto hotel, un restaurante y varias cabañas, repartidas por un valle idílico, rodeado de una naturaleza deslumbrante. Ya entonces su existencia, en un lugar asombrosamente recóndito y aislado, nos pareció un pequeño milagro. Aquel alojamiento había cerrado poco después de nuestra visita, para pasar a manos de la misma empresa que gestiona The Retreat, en la Laguna Azul. Sobre aquel sencillo hotel, habían levantado un oasis de hedonismo, diseñado por Basalt Architects y Design Group Italia. Además de reformar y ampliar las instalaciones existentes, construyeron un edificio completamente nuevo, donde se ubica la mayor parte de las habitaciones.
En 2024 seguía presente el aislamiento, acentuado por el duro invierno islandés. Y las cabañas apenas habían cambiado. Pero, más allá de una nieve que cubría hasta el último rincón del paisaje, el pequeño hotel se había convertido en un establecimiento cuya presencia resultaba todavía más asombrosa. Su espléndido edificio principal, forrado de madera y con unas formas que, sin despreciar las vistas que ofrecían los grandes ventanales de sus habitaciones, priorizaban la integración con el paisaje, parecía un sueño. El fruto de algún sortilegio de los Æsir.
Sin posibilidad real de seguir hacia el sur, decidí hacer un breve recorrido hacia el noroeste, hasta la última colina que supera la F347 antes de llegar a Ásgarður. Según la coronaba, me alcanzó en toda su crudeza el clima de las Tierras Altas, en forma de un vendaval increíblemente intenso. Hubo un momento en el que pensé que tendría que regresar gateando, pues el viento me arrastraba sobre el hielo. Peor les fue a los esquiadores que habíamos dejado en las montañas durante nuestro fallido intento de llegar a Hveradalir. Tuvieron que salir con motos de nieve a rescatarlos. Respecto a los que participaban en la excursión con raquetas, fueron más afortunados. El viento los alcanzó durante el regreso, a sotavento de las montañas. Algo parecido ocurría en el hotel, donde el vendaval resultó ser bastante menos intenso.
El resto de la tarde transcurrió de una forma típicamente Islandesa. Primero, disfrutando de un largo y relajante baño en la piscina hidrotermal del hotel. Alimentada desde el manantial de Ásgarðsgljúfur, en teoría no iba a estar abierta durante nuestra visita. De hecho, los vestuarios aún se encontraban en obras. Pero la dirección del hotel pensó que sería una forma de compensarnos por la cancelación de la excursión a Hveradalir. Al principio, estaba solo en el agua. Pero poco a poco fueron llegando otros clientes y acabamos uniendo al baño una agradable tertulia, que se prolongó hasta el atardecer.
Tras la cena y ante la imposibilidad, por segunda noche consecutiva, de intentar ver auroras boreales, la tertulia se convirtió en una lectura de sagas y viejas leyendas, relacionadas con Kerlingarfjöll y las Tierras Altas. Todo ello, aderezado con alguna canción tradicional. Mientras tanto, el temporal seguía ululando en el exterior del hotel. Durante un rato, pude entrever cómo habrían sido las largas veladas invernales de Islandia, en los siglos previos a la aparición de la televisión e internet. Después, Sölvi, David y yo decidimos continuar con las tradiciones locales, dando cuenta de varias rondas de cerveza. Quizá se nos fue un poco la mano. Envalentonados por el alcohol, nos conjuramos para, a la mañana siguiente, realizar un segundo intento de llegar a Neđri-Hveradalir.
Una excursión invernal a Hveradalir.
De Ásgarður a Skjól: el sur de Kjalvegur en invierno.
¿Es algo que pueda recomendar a otras personas? No tengo una respuesta sencilla. Mi estancia estuvo condicionada por tres factores. El primero, lograr un precio bastante más económico de lo habitual, a cambio de hacer de conejillo de indias en unas instalaciones que aún no estaban completamente finalizadas. Aún más importante fue la enorme suerte de coincidir y entablar amistad con David. Lo que me permitió realizar un par de excursiones, que no formaban parte del programa oficial y acabaron siendo la parte más intensa del itinerario. Aunque el factor definitivo pudo ser tener todos los síntomas del «mal de Islandia». Difícilmente habría regresado decepcionado de una incursión, en pleno invierno, a una región de la Tierra de Hielo que normalmente sería inaccesible.
En cualquier caso, siempre será una experiencia interesante y fuera de lo común. Las instalaciones del hotel, que ya eran magníficas durante mi visita, lo serán aún más cuando estén finalizadas. Lo que, con toda seguridad, habrá ocurrido para cuando leas estas líneas. La sensación de poder disfrutar de todo tipo de comodidades en un lugar aislado y remoto, tiene algo de mágico. Y las Tierras Altas, que ya son hermosas en verano, en invierno se convierten en un lugar deslumbrante. Pero deberás tener en cuenta que visitas la región más indómita de un país que, hasta en sus zonas más civilizadas, llega a ser muy duro. Todo se puede complicar en cualquier momento. No es descartable que pases tu estancia en Highland Base sin poder salir del hotel. O que la ruta de acceso se vuelva impracticable. Un inconveniente si es a la ida, pero un auténtico problema estando en Ásgarður. Si al final te decides, deberás estar preparado para los imprevistos, tener siempre un plan B y, sobre todo, una importante dosis de resistencia ante la frustración. Nada nuevo, en el invierno islandés.
Para ampliar la información.
En inglés, la web de Highland Base está en https://highlandbase.is/.
Otra posibilidad de acceder a la zona en invierno es con Amarok Adventures: https://amarok.is/adventure/kerlingarfjoll-winter/.
En https://www.ddesignare.com/diaries/highland-base-at-kerlingafjoll encontrarás una reseña sobre el nuevo hotel, desde el punto de vista arquitectónico.
Epic Iceland tiene una entrada muy completa sobre la zona, centrada en el verano: https://epiciceland.net/guide-to-kerlingarfjoll/.
Se puede encontrar otra buena guía en adventures.com: https://adventures.com/iceland/attractions/mountains/kerlingarfjoll/.
También interesante el artículo en Guide to Iceland: https://guidetoiceland.is/connect-with-locals/regina/mt-kerlingarfjoell-a-fascinating-hike-through-the-colourful-geothermal-area-of-hveradalir.
Si quieres ver a los islandeses desenvolviéndose por las Tierras Altas en invierno, este video puede ser un buen comienzo: https://www.youtube.com/watch?v=mhq2LjuKB5g.
Quien tenga curiosidad por la obra de David de Vleeschauwer, puede visitar su web en https://www.remoteexperiences.com.
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