Terminada nuestra estancia en Ásgarður, había llegado el momento de regresar a Skjól y la Islandia más civilizada. Una vez más, se organizó un pequeño convoy. Tres grandes «mountain truck» y un pequeño Jeep, conducido por Sölvi, que volvería a hacer de avanzadilla, explorando el terreno por delante de los vehículos más pesados. La principal diferencia con la subida, un par de día atrás, consistía en que tanto David como yo iríamos con Sölvi. La excusa era que David aún tenía pendiente hacer unas cuantas fotos y el Jeep nos permitiría movernos con más agilidad.
Nos pusimos en marcha quince minutos después de las doce. Aunque nublado, el día era razonablemente agradable. El viento tendía a desaparecer y, en el cielo, podíamos ver algunos jirones de un intenso color azul. Lo peor eran las temperaturas, inusualmente altas. Teniendo que atravesar una carretera completamente cubierta de nieve, su súbito ascenso podía convertirse en todo un problema. Un deshielo demasiado rápido crearía grandes zonas inundadas. Además, en Islandia, la nieve a medio fundir es una de las peores superficies para conducir, al hacer completamente inútiles los neumáticos de invierno. Había podido «disfrutar» personalmente de ambas circunstancias y sabía que no resultan divertidas. Aunque, en comparación con el reto que teníamos por delante, mi propia experiencia podía parecer una simple anécdota.
En cualquier caso, la nieve en Kerlingarfjallavegur permanecía en unas condiciones relativamente aceptables. De momento, una altitud cercana a los 700 metros y la lejanía del mar nos mantenían a salvo de un deshielo demasiado brusco. Pudimos recorrer a buen ritmo los diez primeros kilómetros de la F347, que separan Ásgarður de la carretera 35. Nuestra improvisada excursión a Hveradalir significaba que íbamos con cierto retraso sobre el horario previsto. En principio, durante la bajada, las tres paradas del itinerario de subida se verían reducidas a tan solo una.
Ésta no tardó en llegar, de forma improvisada. Al poco de incorporarnos a Kjalvegur, nos dimos de bruces con un vehículo avanzando en dirección contraria. Se trataba de otro de los «mountain truck» de Highland Base, cargado de suministros para el hotel. La parada tuvo una triple utilidad. Por una parte, sirvió para hacer un breve descanso, en el que todos pudimos estirar las piernas.
También aprovechamos para hacer algunas fotografías. La vista hacia el este, con las nubes jugando entre las montañas de Kerlingarfjöll, fue la más hermosa de todo el recorrido. Una forma perfecta de despedirnos del mágico lugar en el que habíamos pasado las últimas 42 horas.
Pero su principal beneficio fue el intercambio de información. Jón, que lideraba nuestro pequeño convoy, pasó un rato conversando con el conductor del camión que venía desde Skjól, interesándose por el estado de la carretera. Seguía preocupado por las condiciones que nos encontraríamos más al sur, según Kjalvegur fuera perdiendo altura. Después, cada uno siguió su camino. No pude evitar sentir cierta envidia por los que se dirigían hacia el norte, camino del deslumbrante mundo que habíamos abandonado apenas 45 minutos atrás.
Retomamos la ruta hacia el sur. Media hora más tarde, hacíamos una segunda parada, nuevamente de forma imprevista. La nieve se fundía cada vez más rápidamente y uno de los vehículos se había quedado atascado. Nos lo comunicaron por radio, mientras hacíamos un breve desvío para que David pudiera grabar un video con el dron. Para cuando quisimos alcanzar al resto del convoy, ya habían preparado las eslingas y estaban a punto de liberarlo. Apenas tardamos cinco minutos en reanudar nuestro avance.
Pero aquello era la señal inequívoca de que nos adentrábamos en territorio complicado. Algo que también era evidente observando el campo que recorríamos, donde cada vez eran más habituales las zonas con la nieve reducida a una fina capa, que en ocasiones desaparecía por completo. Diez minutos después de las dos, llegábamos a Blafellshals. Nueva pausa, en esta ocasión para esperar al resto del convoy, que había vuelto a quedarse atrás. Después, dejamos de lado las señales de «Ófært» (intransitable) junto a las que nos habíamos detenido un par de días atrás y comenzamos el descenso hacia Gullfoss.
En unos minutos, atravesábamos el puente sobre el Grjótá. A esas alturas de la ruta, no quedaba más remedio que avanzar sobre el trazado de Kjalvegur. En el campo, cada vez eran más abundantes las grandes calvas, que hacían imposible conducir «off-road». Algo que, en Islandia, solo se puede hacer si tu vehículo no va a dejar huellas duraderas en el suelo. Sin una gruesa capa de nieve protegiendo el terreno, intentarlo habría sido tanto una ilegalidad como una irresponsabilidad.
Hicimos una brevísima pausa al sur del puente. Lo justo para conseguir una foto, en la que mostrar los evidentes cambios en el entorno. El inmaculado mundo blanco de dos días atrás había mutado en un paisaje insólito, formado por una mezcla caótica de nieve, tierra oscura y charcos azulados. Estos últimos, llenos de una materia extraña, a mitad de camino entre el agua y la nieve.
Aún encontramos algún pequeño inconveniente. Como tantas veces ocurre en la Tierra de Hielo, el vendaval del día anterior había creado pequeñas acumulaciones de nieve, que nos costó superar. Pero apenas supusieron breves escollos, que tan solo lograron retrasarnos unos cuantos segundos. A las tres y cuarto, exactamente 180 minutos después de haber salido de Ásgarður, aparcábamos en Skjól. Terminaba así mi pequeña aventura invernal en las Tierras Altas de Islandia. El resto de la tarde lo pasé conduciendo hacia el sur, rumbo a Vík í Mýrdal. Por una Islandia que, en comparación, resultaba inusualmente anodina.
Para ampliar la información.
Si quieres ver la ruta de Kjölur en verano, puedes hacerlo en https://depuertoenpuerto.com/la-carretera-de-kjolur/.
En inglés, la web del hotel Highland Base está en https://highlandbase.is/.
Todavía es posible recorrer andando el trazado histórico de Kjalvegur, al sur de Hveravellir: https://www.fi.is/en/hiking-trails/trails/kjalvegur-hinn-forni.
Quien tenga curiosidad por las exploraciones de Daniel Bruun en Kjölur, puede leer http://www.isafold.de/klassiker/bruun/kap_10.htm.
Vas mucho más rápido escribiendo que yo leyendo, pero prometo no saltarme ninguno.
La próxima vez que nos veamos tendrás que explicarme una duda que me ha asaltado: como aguantan las baterías de los drones?
Un abrazo, lo haces fenomenal
Mil gracias Fernando. También voy más rápido escribiendo que publicando. Ahora mismo, hay 19 entradas listas en la cola de publicación. Así que no te preocupes, podrás seguir conciliando el sueño con mi blog. Un fuerte abrazo.