Salí por primera vez a cubierta poco antes de las cuatro de la madrugada. Debió despertarme la proximidad de la salvajemente abrupta costa noroccidental de Hornstrandir. El SH Vega navegaba a 14 nudos, con rumbo ONO, aunque en breve viraría hacia el suroeste, buscando la embocadura del Ísafjarðardjúp. Amanecía. Aunque estábamos rozando el círculo polar ártico, a principios de agosto en esas latitudes ya hay casi tres horas de completa oscuridad. A babor, tenía los impresionantes acantilados de Hornbjarg, elevándose medio kilómetro sobre las aguas del estrecho de Groenlandia. Aunque lo intenté, no había luz suficiente para sacar buenas fotos. Me limité a disfrutar, en la más absoluta soledad, de la asombrosa belleza y serenidad del momento.
Poco después de las cinco, la luz comenzaba a ser aceptable. Pero, a esas alturas de la mañana, ya navegábamos muy cerca de la boca del Ísafjarðardjúp. Hacia el norte, lo único que podía ver de Hornstrandir eran sus dos cabos más occidentales, con la silueta del faro de Straumnes, el más noroccidental de Islandia, convertida en un mero punto, apenas distinguible sobre la línea del horizonte. Una lástima.
En cualquier caso, no iba a desanimarme. Entrábamos al Ísafjarðardjúp en una clásica mañana de los Fiordos del Oeste, brumosa y gris. Hacia el sur, se desplegaba ante mí un paisaje familiar, que había recorrido en varias ocasiones, por mar y tierra. El SH Vega había virado hacia el este, enfilando el amplio fiordo. A estribor, podía distinguir el pequeño núcleo urbano de Bolungarvík, encajonado entre las moles del Bolafjall, coronada por su inconfundible estación de radar, y el Óshyrna, con su peculiar silueta. Detrás de éste, aún oculta en el fondo del Skutulsfjörður, estaba esperándonos Ísafjörður.
A las 8 de la mañana, el SH Vega atracaba en el muelle de Sundabakki, coincidiendo con un claro en las nubes. Nuestro principal objetivo de la mañana era Neðstikaupstaður, a tan solo 400 metros de distancia. Su museo abría a las 10, por lo que decidimos tomárnoslo con calma y hacer tiempo dando un paseo por las siempre tranquilas calles de Ísafjörður. Desde que las recorrí por primera vez, nunca me ha importado regresar a la capital de los Fiordos del Oeste. Es una ciudad pequeña, que apenas tiene edificios dignos de mención. Pero trasmite un extraño encanto, difícil de describir. Quizá me atraiga la extraña mezcla entre un núcleo urbano diminuto y en cierto modo anodino, enclavado en un imponente entorno, con una ubicación remota y de acceso complicado. Una peculiar combinación donde, en el corazón de una geografía extrema y deslumbrante, los vestfirðingur han sabido crear una cotidianidad que roza lo aburrido. Una versión en miniatura de cualquier ciudad de Europa, rodeada por un deslumbrante paisaje subártico.
Una visita a Neðstikaupstaður.
Avanzábamos lentamente hacia el este, dejando a estribor un fiordo tras otro. Primero el hermoso Álftafjörður, en cuya embocadura se encuentra Súðavík, tristemente célebre por la avalancha del 16 de enero de 1995. Luego el Seyðisfjörður, fiordo que no debemos confundir con su homónimo en el extremo opuesto de Islandia.
Finalmente, sobre las dos de la tarde fondeamos frente a Vigur. Hacia el sur, podíamos ver la entrada al Hestfjörður, aunque el paisaje en esa dirección estaba dominado por la peculiar silueta del monte Hestur (caballo, en islandés), alcanzando los 648 metros de altitud. Hacia el norte, las montañas que cierran el Ísafjarðardjúp hacían parecer insignificantes los 60 metros de altura de Möngufoss.
En la isla de Vigur.
Zarpamos sobre las siete de una tarde que había recuperado la brumosa normalidad de los Fiordos del Oeste. Las nubes jugaban con las escarpadas laderas, creando un paisaje que mutaba incesantemente. Las aristas de roca, las manchas de nieve o los valles glaciares aparecían fugazmente, para volver a ocultarse tras un manto gris un instante después. El SH Vega recorría sin prisa un entorno de apariencia onírica. Nuestro siguiente destino era la imponente Dynjandi, tan solo 39 kilómetros al sur. Aunque, para alcanzarla, tendríamos que dar un rodeo de 130 kilómetros, dejando atrás 5 fiordos.
Decidimos cenar pronto. La idea era estar de nuevo en cubierta antes de llegar a la boca del Ísafjarðardjúp. Cuando regresamos al exterior, navegábamos frente a Bolungarvik. El día había vuelto a cambiar y, hacia el norte, el tibio sol del incipiente atardecer iluminaba los contrafuertes occidentales de Snæfjallaströnd.
Hacia el sur, la situación era mucho más caótica. Una gran nube gris se aferraba a la abrupta ladera de Stigahlíð, ocultando completamente tanto la estación de radar del monte Bolafjall como el mirador, recién inaugurado, que hay en sus inmediaciones. Por contra, mirando hacia occidente, el sol teñía la sucesión de acantilados que se extiende al suroeste del Ísafjarðardjúp. Una costa en la que se adentran seis fiordos. Nuestro siguiente destino estaba en el fondo del Arnarfjörður. El cuarto fiordo a mano izquierda.
Entonces, sin previo aviso, la boca del cercano Súgandafjörður desapareció tras una densa cortina gris, que se desplomó desde las nubes en un abrir y cerrar de ojos. El sol la iluminaba con una fuerza inaudita en estas latitudes, dando lugar al arco iris mas intenso que jamás he podido contemplar. Quince minutos más tarde, comenzó a llover al norte, sobre Hornstrandir. Al final, se creó un perfecto arco iris, enmarcando la boca del mayor fiordo de Islandia. No se me ocurre una mejor forma de despedirnos del mágico Ísafjarðardjúp.
Para ampliar la información.
La segunda, esta vez en coche, en https://depuertoenpuerto.com/de-heydalur-a-isafjordur/.
Quiera conocer la región de forma mas amplia, puede encontrar inspiración y consejos en nuestro recorrido de seis días por los Fiordos del Oeste: https://depuertoenpuerto.com/seis-dias-en-los-fiordos-del-oeste/.
Si vas a viajar a Islandia en crucero, te interesará leer esta entrada del blog: https://depuertoenpuerto.com/guia-para-visitar-islandia-en-crucero/.
En https://depuertoenpuerto.com/de-tromso-a-reikiavik-un-crucero-por-el-artico-profundo/ puedes ver el itinerario completo de nuestro viaje entre Tromsø y Reikiavik.
En inglés, https://www.vestfjardaleidin.is/en tiene bastante información sobre actividades y lugares que ver en toda la región.
La web oficial de turismo de los Fiordos del Oeste está en https://www.westfjords.is/en.
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