Precisamente este último había sido uno de los dos motivos que me habían empujado a comenzar mi viaje invernal en Copenhague. Quería averiguar de primera mano si la fama del museo era merecida y si sus barcos eran rivales para los atesorados en Oslo. El otro era poder viajar por mar entre ambas capitales nórdicas. En cualquier caso, Roskilde era la visita prioritaria de mi único día completo en Copenhague. Decidí recorrer en ferrocarril los 30 kilómetros que separan la actual capital danesa de su predecesora. El trayecto duraba poco más de 20 minutos y los trenes eran tan frecuentes que ni me preocupé de sus horarios. Poco después de las nueve, llegaba a la estación de Roskilde.
La distancia de la estación al museo apenas era de 1.700 metros. Pero éste último no abría hasta las diez. Para hacer tiempo, di un rodeo por el centro de Roskilde. El día era gris y una débil llovizna empapaba el suelo. Justo al lado de la estación encontré Gråbrødre Kirkegård, un pequeño cementerio ubicado en lo que desde el siglo XIII fue un monasterio franciscano. Abandonado tras la Reforma, se convirtió en lugar de enterramiento para aquellos que no podían permitirse una sepultura junto a la catedral. A principios del siglo XIX, acabó siendo el único cementerio de la ciudad. Su actual puerta fue construida en 1853 y la capilla en 1857. Pese a las tumbas que salpicaban el césped, el lugar tenía más aspecto de jardín romántico que de camposanto.
Un breve paseo me llevó hasta a Stændertorvet, la plaza principal, presidida por el ayuntamiento. Pese a su estilo gótico, el edificio de ladrillo visto fue construido en 1884. Por contra, la torre anexa a su extremo meridional es mucho más antigua. Edificada a principios del siglo XVI, es lo único que queda de la iglesia de San Lorenzo. Hacia el norte, la hilera de edificios de ladrillo visto se funde con la mole de la catedral, cuyas torres sobresalen por encima de los árboles del pequeño parque de Palæhaven. Al este del parque, el rojo se convierte en el llamativo tono amarillo de los edificios del antiguo Palacio de Roskilde, que actualmente aloja el museo de arte contemporáneo de la ciudad.
Pero mi plan era muy concreto: la primera visita del día sería al museo de barcos vikingos. Pasé sin detenerme junto a la catedral, callejeé brevemente entre las pintorescas casas que hay frente a su fachada principal y, colina abajo, atravesé el Byparken camino del Vikingeskibsmuseet.
El Museo de Barcos Vikingos de Roskilde.
La catedral de Roskilde.
Tras visitar el interior de la catedral, hice un breve recorrido por su exterior. Las sucesivas ampliaciones que ha sufrido tienen su reflejo en la irregular silueta de sus fachadas, donde son evidentes las capillas y mausoleos que, a lo largo de los siglos, se han ido añadiendo a su planta original. Desde el exterior, la más destacada es la capilla de Cristián IV. Construida entre 1614 y 1641 bajo la dirección de los hermanos Lorenzo y Hans van Steenwinckel, es de estilo renacentista holandés. Las figuras que rematan su peculiar fachada escalonada representan las siete virtudes cristianas. Flanqueando los dos grandes ventanales hay cuatro putti, portando símbolos funerarios. En el centro de la fachada, podemos apreciar el escudo de Cristián IV.
Otro lugar que ofrece una hermosa perspectiva es el arco de Absalon, entre el extremo oriental de la catedral y el Palacio de Roskilde. Según parece, no guarda ninguna relación con el obispo del que recibe su nombre. Fue construido alrededor del 1200, varios años después de que Absalon abandonara la diócesis de Roskilde para ser arzobispo de Lund, con el fin de facilitar la comunicación entre lo que en aquella época era la residencia del obispo y la catedral, sin necesidad de atravesar las obras de ampliación de ésta, que se prolongaron durante cerca de un siglo.
Una entrada parcialmente oculta tras un arbusto, en las proximidades del arco de Absalon, me llevó al patio central del Palacio de Roskilde. El edificio actual, construido entre 1733 y 1736 como residencia real, ocupa el mismo solar que el antiguo palacio del obispo. Su función original era alojar a los reyes durante los funerales de estado. En 1807 fue el cuartel general de Wellington durante el ataque británico a Copenhague. Entre 1835 y 1848, sus muros acogieron una de las cuatro Asambleas de los Estados del Reino, en concreto la de las islas, una especie de protoparlamento danés que fue abolido con la constitución de 1849. En 1991 se inauguró el museo de arte contemporáneo que actualmente ocupa su edificio principal. El llamativo color del conjunto hace que también sea conocido en danés como como Det Gule Palæ (La Mansión Amarilla).
Se acercaba la hora de regresar a Copenhague. Una vez más, en lugar de volver a la estación de ferrocarril por el camino más corto, decidí dar un rodeo. En esta ocasión, para visitar la Antigua Iglesia de Nuestra Señora (Gammel Vor Frue Kirke). El templo es mencionado en una de las crónicas de Saxo Grammaticus, quien afirma que fue edificado por orden de Svend Nordmand, obispo de Roskilde entre 1073 y 1088. En sus inmediaciones existió un convento benedictino, entre 1160 y 1563, pero el edificio fue demolido tras la expulsión de las monjas como consecuencia de la Reforma. La iglesia, edificada en en travertino y ladrillo visto, es de estilo románico, con una torre gótica, aunque ha sufrido numerosas modificaciones a lo largo de su historia. Su aspecto actual es fruto de la restauración de la década de 1850. En cualquier caso, encontré el templo cerrado. Apenas se utiliza, desde que en 1907 se edificó una nueva iglesia al sur de la ciudad. Recorría su bucólico jardín cuando, sin previo aviso, el día empeoró bruscamente. La llovizna se convrtió en un chaparrón, acompañado de un viento tan gélido como intenso. Afortunadamente, me encontraba a menos de 500 metros de la estación, a la que llegué en una carrera.
Mi estancia en Roskilde duró poco más de seis horas. Había ido hasta sus calles para ver un museo de barcos vikingos y, al final, la indudable estrella del día fue una impresionante catedral de ladrillo visto. No fue la única sorpresa que me reservaba la antigua capital de Dinamarca. Su ambiente relajado, incluso para un país ya de por sí tranquilo, su notable pasado y sus encantadores rincones, lograron que la visita fuera mucho más interesante y agradable de lo que había anticipado. Si a esto añadimos la comodidad de poder ir en ferrocarril desde Copenhague, con un servicio de trenes frecuente y económico, Roskilde es una excursión muy recomendable para cualquiera que se encuentre de viaje en la ciudad que le arrebató su primacía como capital del reino.
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También es interesante el post en Viajar: https://serviajero.blogspot.com/2011/09/roskilde-dinamarca.html.
En https://www.prepararmaletas.com/2018/01/roskilde-una-ciudad-vikinga-en-dinamarca.html se puede encontrar una visión un tanto escéptica sobre Roskilde.
Quien quiera visitar con calma Gråbrødre Kirkegård, puede descargar un mapa en http://www.graabrodre-kirkegaard.dk/uploads/media/A4_Graabroedre_omraadekort.pdf.
En https://depuertoenpuerto.com/de-copenhague-a-tromso/ se puede ver todo mi viaje invernal entre Copenhague y Tromsø.
En inglés, la web oficial de turismo de Roskilde está en https://www.visitroskilde.com/explore.
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