La iglesia original se levantó en una fecha indeterminada, aunque generalmente se acepta que no fue antes de 1157 ni después de 1216. La primera referencia escrita que nos ha llegado sobre el edificio es de 1309. La iglesia sufrió varias modificaciones a lo largo de su dilatada historia, no todas documentadas. En 1694 se renovó su torre central. En 1730 se añadió una galería exterior a su costado septentrional. A principios del siglo XIX, un nuevo coro vino a sustituir al original, ampliándose la longitud de la nave en más de 8 metros. Todo esto complementado con numerosas reformas menores. La iglesia había sufrido tantas alteraciones que su silueta guardaba poca relación con la primitiva. Finalmente, a finales de la década de 1870 se decidió reemplazarla por un edificio moderno.
Afortunadamente, intervino la Sociedad para la Preservación de Antiguos Monumentos Noruegos, la actual Fortidsminneforeningen, una asociación fundada en 1844 por iniciativa del pintor paisajista noruego Joachim Frich, que adquirió la iglesia por 200 coronas. Aunque su intención inicial era conservarla en su ubicación original, el contrato de venta obligaba a su desmonte o derribo, una vez estuviera terminado el nuevo edificio. La sociedad no disponía de ningún terreno en el que ubicar la iglesia de madera, ni mucho menos de los medios económicos para sufragar el traslado. Mientras tanto, el rey Óscar II de Suecia y Noruega había comenzado, en un terreno de su propiedad en la península de Bygdøy, una colección de construcciones tradicionales, que acabaría siendo el germen del Museo del Pueblo Noruego. En 1884 aceptó hacerse cargo de los gastos de traslado, a cambio de la propiedad del edificio, destinado a convertirse en la pieza más destacada de la colección.
El traslado estaba finalizado para 1885, como indica la placa colocada en su fachada, aunque fue imposible reconstruir la iglesia en su forma original, antes de la época barroca. Sobre todo, porque no se conocía con certeza. Su aspecto actual es, en parte, fruto de diversas conjeturas y compromisos. También se utilizó como fuente de inspiración la espléndida stavkirke de Borgund, quizá la mejor conservada de todo el país. En cualquier caso, el resultado fue magnífico. El museo pasó ser propiedad del gobierno en 1907, con la excepción de la iglesia de Gol que, a fecha de hoy, sigue formando parte del patrimonio de la corona noruega. Mientras tanto, en Gol, durante la década de 1980 se levantó una réplica de la iglesia original, integrada dentro de un complejo turístico.
Llevaba tiempo queriendo visitar una iglesia de madera noruega. Pero éstas suelen estar en lugares un tanto remotos, complicados de alcanzar en transporte público. Afortunadamente, la excepción era la stavkirke de Gol, ubicada a menos de cuatro kilómetros del hotel en el que me alojaba, en pleno centro de Oslo. Aunque no la vería en su contexto original, también era una buena excusa para visitar el Museo del Pueblo Noruego. En cualquier caso, imaginé que la contemplaría en un día gris de invierno, envuelta por un hermoso manto blanco. Nada más lejos de la realidad. Llegué a Oslo en una jornada de febrero que parecía haberse escapado del mes de agosto. Un sol resplandeciente, un cielo azul intenso y ni el más mínimo rastro de nieve o viento. La antítesis del hermoso día invernal de un año atrás, cuando visité el parque Frogner en medio de una copiosa nevada.
Una vez en la iglesia, fue inevitable rememorar mis visitas a los museos de barcos vikingos de Oslo y Roskilde. Del primero, me acordé incluso antes de entrar. Las espléndidas tallas que enmarcan las puertas de la iglesia eran claramente similares a las que había contemplado un año atrás en el barco de Oseberg. Aunque las que tenía enfrente eran menos sofisticadas, se repetía la hermosa cadencia de formas geométricas entrelazadas. Por contra, una vez en el interior del edificio, su techo me trasladó a Roskilde, donde había estado apenas un par de días atrás. El sistema de tablones y cuadernas parecía un barco invertido, con su quilla haciendo las veces de cumbrera. Salvando las distancias, pues en Gol las suaves curvas del navío habían sido sustituidas por una geometría más tosca, me recordaron las de los barcos de Skuldelev. En cualquier caso, era evidente la relación entre las técnicas y herramientas utilizadas en ambos casos. Como si los descendientes de los carpinteros de los espléndidos barcos, una vez terminada la edad dorada de la expansión nórdica, se hubieran adaptado a la nueva realidad, convirtiéndose en constructores de templos no menos hermosos.
Toda la iglesia muestra ese sincretismo entre la antigua y la renovada Noruega. Entre las viejas tradiciones paganas y el nuevo Dios venido desde el lejano Mediterráneo. Así, es posible encontrar elementos claramente cristianos, como una Última Cena pintada en el ábside o las cruces de San Andrés en la balaustrada de la planta superior, mezclados con otros paganos, como las cabezas de dragón del techo o los símbolos mitológicos de las puertas. Incluso es posible encontrar algunos ejemplos de inscripciones en latín, escritas con caracteres rúnicos.
Al final, mi visita a la stavkirke de Gol tuvo su cara y su cruz. Por una parte, la iglesia cumplió todas mis expectativas. El edificio es una joya y su estado de conservación es asombroso. Además, tuve la suerte de poderlo disfrutar con total tranquilidad. Según llegaba, se marchó un grupo escolar, dejándome completamente solo en un lugar que era un remanso de paz. La cruz, aunque parezca mentira, fue el día tan espléndido que pude disfrutar. Además de restarle encanto a la iglesia y su entorno, la intensidad de la luz y los fuertes contrastes hacían complicado sacar buenas fotografías, incluso en el interior del edificio. Lo último que hubiera esperado visitando Noruega en invierno.
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También interesante la entrada del blog Sitios Históricos: https://sitioshistoricos.com/la-stavkirke-de-oslo-y-sus-grafittis-medievales/.
En https://depuertoenpuerto.com/de-copenhague-a-tromso/ se puede ver todo mi viaje invernal entre Copenhague y Tromsø.
En inglés, la página sobre la iglesia en la web oficial del Museo del Pueblo Noruego está en https://norskfolkemuseum.no/en/stave-church.
Hay una web dedicada a las iglesias de madera de Noruega. La página sobre la de Gol está en https://www.stavechurch.com/gol-stave-church/?lang=en.
Los interesados en conocer otras iglesias de madera noruegas pueden visitar el blog Lifejourney4two: https://lifejourney4two.com/norway-stave-churches/.
Quien busque un análisis más concienzudo sobre su arquitectura y contexto histórico, puede descargar el PDF en https://dugi-doc.udg.edu/bitstream/handle/10256/16815/ClareCasassasClaudia_Treball.pdf?sequence=2&isAllowed=y.
Allá por los albores de la historia habitaban el fiordo de Aslo pueblos de la cultura del “hacha de guerra”. Se han llamado así por su afición a fabricar estos instrumentos. Los hacían con doble cabeza y con un arqueamiento que recordaba al casco de un barco. Huelga decir que eran muy aficionados a la navegación. Este y no otro es el germen de los pueblos germánicos según el sentir Wagneriano. Como es de toda lógica pensar, a base de hacer naves de madera, acabaron por ser excelentes carpinteros. Por ejemplo sus machihembrados estaban tan logrados que, no utilizando ni un solo tornillo ni un solo clavo o escuadra, permitían que las vigas se contrajeran y expandieran libre y naturalmente siguiendo el ritmo de las estaciones. Comprendieron que la madera, dejada a su natural albedrío era más agradecida que siendo aherrojada con todo tipo de hierros.
Pero ocurrió que llegaron los desaliñados vikingos y los pobres nibelungos fueron brutalmente obligados a abandonar sus élficas creencias y adoptar las ferreas cristianas. Pese a ello sus logros constructivos fueron considerados útiles y por eso la iglesia de Gol y otras miles semejantes que se construyeron fueron ensambladas sin ningún tipo de hierros. Una admirable contradicción.
Hoy quien se acerca a ver la Iglesia de Gol puede revivir esa oposición. En una primera impresión puede admirar la simbología de la culpa, el perdón y la espera de una vida futura, que significan las escenas pictóricas principales. Pero un examen más detenido y elaborado nos rebela el verdadero espíritu nibelungo de la construcción. Se trata de un canto wagneriano a la naturaleza y la libertad expresado no solo en los motivos florales con que esta trabajada la madera, si no sobre todo en del detalle desapercibido del natural y libre machihembrado de toda la estructura del edificio. Y siendo este aspecto el más significativo de la Iglesia, suele pasar inadvertido para los turistas.
No parece que Wagner sea la mejor fuente de información histórica. Su ópera «El anillo del nibelungo» no deja de estar basada libremente en el «Cantar de los nibelungos», a su vez una mezcla entre leyendas germánicas y creencias mitológicas, aderezadas con algunos hechos históricos. Mezcla que, además, nos ha llegado en su versión del siglo XIII, adaptada por tanto a la visión cosmológica cristiana imperante en la época.
Tampoco creo correcto llamar desaliñados a los vikingos, ni mucho menos afirmar que éstos obligaron a unos supuestos nibelungos «élficos» a convertirse al cristianismo. Para empezar, no está claro quienes fueron los vikingos. Desde luego, no los guerreros con cascos adornados por cuernos que la puesta en escena de las óperas wagnerianas nos hizo creer. Una de las pocas cosas que tenemos claro sobre ellos es que no eran cristianos. Menos aún sabemos sobre los nibelungos. Su única mención en la tradición nórdica hace referencia a una familia, o como mucho un clan, no un pueblo. Su relación con el reino burgundio puede ser tan cierta como la de los romanos con Troya. Un mito fundacional que permite legitimizar una narrativa.
Respecto a la iglesia de Gol, tampoco podemos estar seguros de la génesis de su modo de construcción. Se piensa que su estilo y técnica constructiva puede ser una adaptación de los antiguos templos paganos. Por desgracia, no podemos corroborarlo. La feroz campaña de conversión al cristianismo auspiciada por Olav II supuso la destrucción de todos los templos. Algunos de los pocos indicios que nos quedan están tan solo 350 metros al sur. La distancia que separa la iglesia de los espléndidos langskips de Oseberg y Gokstad, actualmente atesorados en el Museo de Barcos Vikingos de Oslo. La comparación entre las técnicas o la decoración de la iglesia y los barcos parece dejar clara la similitud entre ellos. Más allá de que los langskips, por necesidades de rigidez estructural, si utilizan clavos.
En cualquier caso, sabemos que la técnica constructiva de las stavkirker fue evolucionando y refinándose. Por ejemplo, a finales del siglo XI comenzaron a construirse sobre una base de piedra, que servía para proteger los pilares de madera de la humedad del terreno. En efecto, no utilizaban clavos ni adhesivos. Todas las piezas están machihembradas. Pero sí utilizaban escuadras. Se pueden ver claramente en la foto del ábside, uniendo los pilares con las vigas del piso superior. Además, la balaustrada de éste, formada por cruces de San Andrés, desdobla su función como elemento que da rigidez a toda la estructura.
La cristianización de Noruega fue un proceso largo, no exento de oposición local. Como en tantos otros lugares, en gran parte tan solo era una herramienta de los reyes para incrementar el poder que ejercían sobre sus súbditos. En consecuencia, ambos credos convivieron durante al menos un siglo, influenciándose mutuamente. Donde esto es más evidente es en las espléndidas tallas que adornan las iglesias, a primera vista indistinguibles de las que podemos ver en los langskips.