Si algo tiene Islandia en abundancia, son cascadas. Algunos dicen que su número rondaría las 10.000. Aunque, en realidad, nadie las ha contado. Las hay de todos los tipos, tamaños y condiciones. De la poderosa Dettifoss, a la delicada Brúarárfoss. De la arquetípica Skógafoss, a la mágica Goðafoss. De la masificada Seljalandsfoss, a la solitaria Hrafnabjargafoss. Pero, entre todas, hay una que destaca por su sutileza. Tan diferente a las demás, que hasta su nombre está privado del característico foss (cascada) con el que se suele rematar el de los demás saltos de agua de la isla. Dynjandi, cuyo nombre se traduciría por «la atronadora», es sin duda una de las cascadas más bellas de Islandia. Casi me atrevería a decir que del mundo.

Dynjandi

Dynjandi.

Dynjandi se había convertido en una espina clavada desde mi primer viaje a Islandia. Fuimos incapaces de alcanzarla durante nuestro único día en los Fiordos del Oeste. En aquella época, la ruta entre Ísafjörður y la cascada recorría la actual carretera 626. Una pista de tierra, de 30 kilómetros de longitud, que atraviesa el paisaje más abrupto de los Fiordos del Oeste. La falta de tiempo, la inexperiencia conduciendo por las pistas de Islandia y el clásico día brumoso y gris de la región, nos hicieron desistir. Afortunadamente. Ahora sé que, de haberlo intentado, habríamos perdido el barco.

Llegando a Dýrafjarðargöng

Llegando a Dýrafjarðargöng.

Cuatro años y otros tantos viajes a Islandia más tarde, había llegado la hora de enmendar aquella falta. Dynjandi era la principal meta de la jornada. En realidad, era el eje sobre el que pivotaba nuestro recorrido de seis días por los Fiordos del Oeste. Íbamos cargados de experiencia conduciendo por algunas de las pistas más complicadas de la isla, con un coche mucho más adecuado y con tiempo de sobra. Habíamos programado un día completo para recorrer la ruta de 144 kilómetros que, pasando por las inmediaciones de Dynjandi, lleva de Ísafjörður a Patreksfjörður. Además, contábamos con el nuevo túnel de Dýrafjarðargöng, inaugurado apenas diez meses atrás, que había acortado el trayecto en 26 kilómetros. Precisamente los de peor trazado. Esta vez, no íbamos a fallar.

Llegando a Dynjandi

Llegando a Dynjandi.

Salimos por el extremo meridional de Dýrafjarðargöng al filo de la una del mediodía, tras emplear la mayor parte de la mañana recorriendo parcialmente la espectacular Svalvogavegur. Apenas un par de kilómetros mas allá, el impecable asfalto se convertía en una pista de tierra, ancha y con un firme razonablemente liso. Tras avanzar otros cuatro kilómetros por el fondo del Borgarfjörður (otro de los nombres que se repiten varias veces en la geografía de Islandia), un brusco giro a la izquierda nos situó frente a Dynjandi. En la cuneta, un cartel con una foto anunciaba la proximidad de la cascada. Como si fuese necesario.

Primer tramo del ascenso a Dynjandi

Primer tramo del ascenso a Dynjandi.

Pese a su ubicación, en una zona de la isla relativamente remota, Dynjandi forma parte de la Islandia civilizada. Al menos parcialmente. La cascada cuenta con un aparcamiento, servicios, paneles informativos y un cómodo sendero, que facilita recorrer la primera parte de la ruta. Aunque el tramo final resulta bastante escabroso y, en las proximidades de la cascada, resbaladizo. También hay algunos bancos, estratégicamente situados, que permiten hacer una pausa durante la subida. El precio de tanta comodidad es un lugar que, para el estándar de los solitarios Fiordos del Oeste, resulta bastante concurrido. A pesar de viajar en el segundo verano de la pandemia, no estuvimos solos.

Hundafoss

Hundafoss.

La cascada está formada por el río Dynjandisá. Éste nace en las tierras altas de Glamá, una zona salvaje y despoblada, salpicada por numerosos lagos. Es un río corto y con un caudal moderado, alimentado por aguas superficiales. Lo cual no impide que, en determinados momentos, su flujo se multiplique hasta por diez, aumentando proporcionalmente la espectacularidad y el rugido de la cascada. La época del deshielo, entre mayo y junio, sería un buen momento para ver Dynjandi en todo su esplendor. Aunque también se dan crecidas esporádicas en otoño o invierno, si un ascenso inusual de las temperaturas convierte las nevadas en chaparrones.

Hrísvaðsfoss

Hrísvaðsfoss.

Pero el Dynjandisá parece ser un río con pretensiones. No contento con crear una de las cascadas más hermosas de Islandia, se despeña desde Glamá en una sucesión de once saltos de agua. Tres aguas arriba de Dynjandi y otros siete entre ésta y el fiordo. Aunque tan solo estos últimos son fácilmente accesibles, pues la ruta de acceso a Dynjani pasa por sus inmediaciones, el resultado es un auténtico paraíso para los aficionados a la fotografía, lleno de posibilidades. Si realmente quieres explorarlas todas, prepárate a pasar varias horas en el lugar.

Strompgljúfrafoss y Dynjandi

Strompgljúfrafoss y Dynjandi.

Por supuesto, ninguno de estos saltos puede competir con la majestuosa Dynjandi. Pero no dejan de tener su interés. Al final, la senda se acaba convirtiendo en un crescendo, en el que a la sucesión de cascadas se superpone el sonido cada vez más preponderante del salto principal. De todos los saltos menores, quizá el mas llamativo sea Strompgljúfrafoss. A su altura, superior a los 20 metros, une su ubicación, 230 metros aguas abajo de Dynjandi. Entre ambas, forman una estampa de una belleza irreal.

A los pies de Dynjandi

A los pies de Dynjandi.

Dynjandi tiene una altura de 99 metros. La cascada se va abriendo según desciende, pasando de los 30 metros de ancho en su parte superior a los 60 en la inferior. Aunque esta última distancia varía en función del volumen de agua del río. En realidad, se podría decir que Dynjandi está formada por una sucesión de pequeñas cascadas, que crean tanto su hipnótica forma como su atronador sonido. La cascada va saltando sobre distintas terrazas, originadas por el ciclo de erupciones y formación de suelo característico de los Fiordos del Oeste. Con una edad de entre 12 y 13 millones de años, ésta es la región geológicamente más antigua de Islandia. Cuando se formó, las grandes erupciones se daban con una cadencia de entre 5.000 y 12.000 años, dando tiempo a la acumulación de suelo entre los eventos volcánicos.

Suelo rojo en Dynjandi

Suelo rojo en Dynjandi.

Con un poco de atención, es sencillo apreciar este suelo entre las capas de lava. La alta presencia de hierro le da un característico color rojizo, que en ocasiones ni el agua ni el musgo logran ocultar. Estas capas, mucho más blandas que la lava, se erosionaron con mucha más facilidad cuando las sucesivas eras glaciares crearon el actual paisaje de los Fiordos del Oeste. El resultado es el relieve «escalonado» que se da en muchos lugares de la zona y que, en el caso de Dynjandi, sirve de base a una cascada única en Islandia.

El Arnarfjörður y el tramo final de la senda de Dynjandi

El Arnarfjörður y el tramo final de la senda de Dynjandi.

Poco antes de llegar a Strompgljúfrafoss, la senda comienza a complicarse. Desaparecen las comodidades y acaba siendo un camino tortuoso que, en las proximidades de Dynjandi, es bastante resbaladizo. El día de nuestra visita, a pesar de que la cascada tenía un caudal relativamente escaso, pulverizaba una cantidad asombrosa de agua, que hacía bastante complicado adentrarse en el último resalte rocoso que hay justo a sus pies. También hay que ser precavido con el equipo fotográfico, pues el agua acaba metiéndose por todas partes. El premio es una vista asombrosa de la cascada, que parece ir a caer en cualquier momento sobre ti. Además de con los resbalones, hay que tener cuidado con el equilibrio, pues es una sensación extraña, que puede llegar a marearte. Desgraciadamente, no fui capaz de sacar ninguna foto decente. La gran cantidad de agua que había en el aire nos empaparon tanto a las lentes como a mi.

Hæstahjallafoss y Dynjandi

Hæstahjallafoss y Dynjandi.

Dynjandi, junto con un área circundante de 6,5 km², obtuvo la calificación de monumento natural protegido en 1981. A su belleza natural une el interés arqueológico de una antigua granja, ocupada desde la Edad Media hasta 1951. Aunque, todo hay que decirlo, sus ruinas no reciben demasiada atención, eclipsadas por la espectacular cascada. Como en toda Islandia, la naturaleza que rodea Dynjandi es extremadamente frágil y su ciclo de regeneración muy lento. Dado que es una zona relativamente popular, es importante no salirse de los caminos marcados. Éstos ofrecen posibilidades de sobra para disfrutar tanto de la hermosa cascada como de su interesante entorno. Uno de los lugares más fascinantes de los Fiordos del Oeste.

Para ampliar la información:

Regrese a Dynjandi en febrero de 2023. Quien quiera ver la cascada en invierno, puede visitar https://depuertoenpuerto.com/dynjandi-en-invierno/.

Puedes ver nuestro itinerario completo por los Fiordos del Oeste en https://depuertoenpuerto.com/seis-dias-en-los-fiordos-del-oeste/.

La página Viajablog tiene un artículo sobre Dynjandi: https://www.viajablog.com/visita-dynjandi-islandia/.

En inglés, en Guide to Iceland hay un largo reportaje sobre la cascada: https://guidetoiceland.is/connect-with-locals/regina/dynjandi-the-jewel-of-the-westfjords.

Iceland the Beautiful tiene una entrada sobre la cascada: https://icelandthebeautiful.com/dynjandi-fjallfoss-waterfall-westfjords-iceland/. Dentro del artículo hay vínculos a otras entradas sobre las demás cascadas del cauce inferior del Dynjandisá.

En el siempre interesante canal de YouTube del fotógrafo danés Mads Peter Iversen encontraremos un video dedicado a Dynjandi: https://www.youtube.com/watch?v=cgu2z7BtL8I.