Bajé del Finnmarken a las siete y media de la mañana, justo cuando la hora azul daba paso a la dorada. La temperatura, de once grados bajo cero, era la más baja de todo el viaje. Puede parecer un contrasentido, ahora que estábamos mucho más al sur. Pero hay que recordar que Trondheim se encuentra en el interior de un amplio fiordo, relativamente aislada de las cálidas corrientes marinas que tanto ayudan a templar el clima noruego.
Tras atravesar la desangelada zona portuaria, crucé el Nidelva por la pasarela peatonal de Verftsbrua, que me llevó a Solsiden, unos antiguos almacenes reconvertidos en centro comercial. Parecía interesante, con piezas de maquinaria antigua intercalada entre los locales, que conservaban un cierto sabor industrial. Pero no andaba sobrado de tiempo, por lo que me centré en mi objetivo original.
Pasé junto a la bonita iglesia de Bakke, que había visitado en mi anterior paseo por Trondheim, para finalmente comenzar el ascenso hasta la fortaleza por Bakkegata, una calle en cuesta flanqueada por las bonitas casas de madera del barrio de Bakklandet. Afortunadamente, había cogido los crampones, pues a partir de ese momento me fueron de gran ayuda. Bakkegata me condujo hasta el Festningsparken, en cuya parte más elevada se ubica Kristiansten.
La fortaleza de Kristiansten fue construida entre 1681 y 1684, coincidiendo con la gran reconstrucción de Trondheim que siguió al devastador incendio de 1681. Fue reforzada entre 1691 y 1695, a tiempo de resistir el ataque sueco durante la Gran Guerra del Norte. A raíz de la unión entre Suecia y Noruega, perdió su razón de ser, quedando fuera de servicio en 1816. Fue convertida en un simple puesto de observación de incendios. Durante la ocupación nazi, se utilizó como lugar de ejecución de patriotas noruegos. Tras la liberación, varios colaboradores de los nazis, entre ellos el siniestro Henry Rinnan, fueron ajusticiados entre sus muros. Desde 1997 aloja un museo.
Llegué a los pies de los bastiones a las ocho y cuarto. Apenas había nadie en los alrededores y, al menos aparentemente, la fortaleza estaba cerrada. Pero vi como un par de personas bordeaba su costado oriental y decidí seguirlos. Acabé frente a un portillo abierto, que daba al interior del recinto. No se si era el lugar correcto para entrar, pero no encontré otro. Y la única persona que pude ver en el interior de Kristiansten, aparentemente un operario de mantenimiento, tras mirarme con indiferencia, siguió a lo suyo.
A pesar de que el patio central y los bastiones estaban cubiertos por un manto blanco, el interior de la fortaleza no me pareció gran cosa. En el centro se levanta una curiosa torre poligonal, originalmente utilizada como emplazamiento de artillería. Además, el museo no abría hasta la nueve. En cualquier caso, el paseo había merecido la pena. La vista de Trondheim era inmejorable. Pasé media hora contemplando como el sol, lentamente, iba iluminando la ciudad nevada. Fue especialmente hermoso ver como la esbelta aguja central de Nidaros, inicialmente sumida en la sombra, se iba iluminando poco a poco, comenzando por la cruz dorada que la corona. Uno de los ratos más serenos de todo el viaje. Y de los más fríos.
No me quedé a ver el museo. El Finnmarken zarpaba a las diez, por lo que lo razonable era regresar con cierta tranquilidad por las resbaladizas cuestas de Bakklandet. Tras atravesar el extremo meridional del Festningsparken, descendí hacia el río por Kristianstensbakken, una empinada calle que me llevó directamente a Bybroa, el puente más famoso de la ciudad. En mi anterior visita, había regresado hacia el puerto por Nedre Bakklandet, en la orilla oriental del Nidelva. Esta vez, crucé el puente, para regresar por Kjøpmannsgata, al oeste del río. Un itinerario que resultó ser menos interesante.
Según atravesaba Bybroa, la cercana aguja de Nidaros, de la que me separaban unos escasos 250 metros, parecía llamarme insistentemente por encima de las peladas copas de los árboles. Pero me estaba quedando sin margen. Si me acercaba hasta la catedral, no iba a poder dedicarle nada de tiempo y acabaría quedándome con la miel en los labios. Al final, logré superar la tentación y emprendí el camino de regreso al Finnmarken.
La web oficial de turismo de Noruega tiene una sección sobre la ciudad: https://www.visitnorway.es/que-ver-en-noruega/trondelag-noruega-central/trondheim/.
En el blog Profundidad de Campo hay una larga e interesante entrada sobre Trondheim en invierno: https://profundidad.net/blog/que-ver-y-hacer-en-trondheim.
También recomiendo visitar el blog Mad About Travel: https://madaboutravel.com/2015/10/31/que-ver-en-trondheim-en-dos-dias/.
En inglés, la sección sobre Trondheim del blog Life in Norway es una mina de información: https://www.lifeinnorway.net/places/trondheim/.
La página oficial de turismo de Trondheim está en https://www.trondheim.com.
Hay información sobre la fortaleza de Kristiansten en https://www.visittrondheim.no/kristiansten-festning.
La web del puerto está en https://trondheimhavn.no/Home.aspx, aunque también se puede encontrar información en https://www.cruise-norway.no/Ports/Trondheim/.
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