Llegamos a puerto a las nueve de la mañana. El día era frío, cinco grados bajo cero, aunque agradable para pasear. El sol brillaba entre las nubes y el viento era imperceptible. Hurtigruten atraca en los muelles al este de Kirkenes, aproximadamente a 1.500 metros del centro. Aunque la zona portuaria tenga un aspecto desangelado, es perfectamente posible llegar a la ciudad en un breve paseo. Al menos con buen tiempo.
La frontera entre Noruega y Rusia se trazó en 1826. Hasta entonces, la zona era utilizada indistintamente por ambas naciones. En 1862 se edificó la iglesia que da nombre a la ciudad. Pero fue a partir de 1906, con el descubrimiento de mineral de hierro en sus inmediaciones, cuando Kirkenes comenzó a crecer rápidamente. Dos años mas tarde, se convertía en la escala final del Hurtigruten, mientras su población se acercaba a los 8.000 habitantes. Aunque la demanda de mineral se disparó con la Primera Guerra Mundial, la siguiente guerra convirtió a Kirkenes en linea de frente, durante la batalla entre el Tercer Reich y la Unión Soviética por el cercano puerto de Murmansk. El resultado fue una devastación casi completa, con 320 raids aéreos sobre la ciudad, rematados por la estrategia de tierra quemada durante la retirada alemana de 1944. Tras la guerra quedaron únicamente 13 edificios en pié. Pero Kirkenes retuvo su importancia estratégica, ahora como frontera septentrional entre la OTAN y el Pacto de Varsovia. En 1991 cayó la Unión Soviética y cinco años mas tarde cerró la mina de hierro. A pesar de lo cual, Kirkenes ha sabido adaptarse a las nuevas circunstancias, orientando su economía al turismo y la incipiente industria del petróleo en el mar de Barents. Como consecuencia de tan agitada historia, Kirkenes, al igual que muchas localidades de Finnmark, es una ciudad nueva, prácticamente sin ningún edificio histórico digno de mención. Según caminaba hacia el centro por calles cubiertas de nieve, tenía la sensación de estar en una urbanización de algún lugar de Norteamérica mas que en la vieja Europa.
Me dirigí a uno de los pocos monumentos de la ciudad, el dedicado a los soldados soviéticos que la liberaron el 25 de Octubre de 1944. No deja de ser una rareza. Dudo que, en algún otro país de la OTAN, existiera en plena Guerra Fría un monumento a los soldados de la URSS. A sus pies no faltaban las coronas de flores. Una señal del agradecimiento de Kirkenes a las tropas que la rescataron de la larga y asfixiante ocupación nazi, durante la cual llego a haber unos cien mil soldados alemanes acantonados en sus alrededores.
Desde allí me encaminé al centro de la ciudad. Como esperaba, no había demasiado que ver. Los edificios, aunque tenían aspecto de estar bien construidos y formaban un conjunto agradable, embellecido por el manto blanco que todo lo cubría, eran bastante modernos. Incluida la iglesia, cuyo pastor cerró prácticamente delante de mis narices. Kirkenes respiraba tranquilidad. Apenas había tráfico y era raro ver alguien paseando por sus calles.
Sin un plan concreto que seguir, sobre la marcha decidí aprovechar el buen tiempo para dar un paseo por la zona mas alta de la ciudad. Vi en el mapa una carretera que salía hacia el sureste, cercana al Bøkfjorden, en cuya orilla occidental se asienta Kirkenes. Era un lugar como cualquier otro, pero me pareció que podía tener su interés. El río Paatsjoki, que nace en Finlandia y sirve de frontera entre Noruega y Rusia, desemboca en el fiordo. El paseo, de un par de kilómetros en cada sentido, fue muy agradable. Al principio, entre bonitas y cuidadas casas de madera, cubiertas de nieve y con carámbanos colgando de sus aleros. Mas tarde, junto a bosquecillos de abedules. Acabé en lo alto de una colina, con una vista tan hermosa como relajante. El día era espléndido, con una luz suave y un aire limpio que hacia el norte, mas allá del Bøkfjorden, permitía divisar la lejana costa de la península de Varanger. En dirección sur, la vista se perdía en una interminable sucesión de colinas cubiertas de nieve. En las zonas bajas los bosques eran relativamente abundantes, pero las partes altas eran «snaufjell», la forma que tienen los noruegos para denominar las zonas donde no pueden crecer los árboles. Kirkenes está justo al sur del límite arbóreo boreal. Una mínima elevación sobre el nivel del mar era suficiente para superarlo.
Tras un rato disfrutando del paisaje y el silencio que lo envolvía, llegó el momento de comenzar el regreso. En la medida de lo posible, intenté buscar calles por las que no había pasado anteriormente. Sin pretenderlo, acabé frente a la entrada de Andersgrotta, el mayor refugio antiaéreo de Kirkenes durante la Segunda Guerra Mundial. Se puede visitar, aunque supuestamente solo durante los meses de verano, pero la puerta estaba entreabierta. No había absolutamente nadie en los alrededores. Comencé a bajar por unos toscos escalones de hormigón. El ambiente era increíblemente húmedo y frío. Nunca he sufrido claustrofobia, pero la sensación era tan agobiante que fui incapaz de llegar al final de la escalera. Mientras regresaba al exterior, no pude evitar preguntarme como habría sido estar dentro del refugio durante un bombardeo. Aunque quizá la compañía de otras personas lo hiciera mas llevadero.
Llegué al muelle veinte minutos antes de zarpar. Tras una breve visita al camarote, salí a cubierta. Comparado con algunos de los puertos de los días anteriores, el de Kirkenes parecía un hervidero de actividad. Grandes camiones, autobuses, taxis y coches particulares circulaban por las calles aledañas. Las carretillas elevadoras estuvieron entrando y saliendo de la bodega del barco hasta el último minuto. En los muelles vecinos, atracaban varios pesqueros rusos. Por contra, hacia el norte, el Bøkfjorden parecía un remanso de paz. Unos minutos después, navegábamos por sus gélidas aguas, en las que flotaban numerosos bloques de hielo. Comenzaba el largo viaje de regreso a Bergen.
Muy interesante la entrada del blog La Gran Escapada: https://www.lagranescapada.com/que-ver-en-kirkenes-laponia-noruega/.
La web oficial de turismo de Noruega tiene una sección sobre Kirkenes: https://www.visitnorway.es/que-ver-en-noruega/norte-de-noruega/kirkenes-este-finnmark/.
En la Wikipedia hay un interesante artículo sobre la historia de la frontera ruso-noruega: https://es.wikipedia.org/wiki/Frontera_entre_Noruega_y_Rusia.
En inglés, la página de turismo de Kirkenes está en https://www.visitkirkenes.info.
La página de Hurtigruten sobre el puerto está en https://global.hurtigruten.com/ports/kirkenes/.
La web northern norway tiene una entrada sobre Andersgrotta: https://nordnorge.com/en/?News=643.
El blog way-up-north.com tiene varias entradas sobre Kirkenes y sus alrededores: https://way-up-north.com/tag/2019-02-norway/.
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