Raftsundet

El estrecho de Raftsundet separa el archipiélago de Vesterålen de la islas Lofoten. Al este, la isla de Hinnøya, la más grande y poblada de la Noruega continental. Al oeste Austvågøya, ya en el archipiélago de Lofoten. Raftsundet tiene una longitud de 25 kilómetros y, en su parte más angosta, un ancho de 209 metros. Los barcos de Hurtigruten lo atraviesan desde 1922, año en que finalizó el drenaje del paso por Risøysundet. Anteriormente navegaban por Tjeldsundet, entre Hinnøya y el continente.

Había atravesado Raftsundet rumbo norte durante el cuarto día de navegación entre Bergen y Kirkenes. En medio de una noche oscura como pocas, fue imposible distinguir tan siquiera las cercanas laderas cubiertas de nieve. Ahora, rumbo sur, llegaba al final de un largo y hermoso atardecer ártico. Según el Finnmarken se aproximaba a la entrada norte del estrecho, navegando por Hadselfjord, el sol se ocultaba tras las cumbres nevadas de Austvågøya. Tenía por delante una hora de navegación a través de Raftsundet con una preciosa luz crepuscular.

A estribor quedó el pequeño asentamiento de Hanøy. En estas mismas aguas, el 22 de Septiembre de 1954, embarrancó un buque de Hurtigruten. El Nordstjernen navegaba en sentido norte cuando, debido al error de un oficial del puente, se desvió de su rumbo y quedó varado, comenzando a hacer agua. Fue necesario evacuar el barco, gravemente dañado, en medio de escenas de confusión. Afortunadamente, no hubo ninguna víctima a pesar de que algunos pasajeros, presas del pánico, se arrojaron al mar para alcanzar la costa a nado. El buque tuvo que ser sustituido por otro del mismo nombre, que se botó en 1956. El nuevo Nordstjernen sigue en activo, realizando rutas turísticas por Svalbard. Es el barco más veterano de la compañía.

Poco después, al filo de las cuatro de la tarde, el Finnmarken pasaba bajo el puente de Raftsundet. Construido en 1998 cerca del extremo septentrional del estrecho, su arco central, de 298 metros, fue durante años el más largo del mundo construido en hormigón sin utilizar tensores. En breve el Finnmarken llegó a una zona algo más amplia del estrecho. A babor, una sucesión de colinas nevadas se iba elevando progresivamente, hasta convertirse a lo lejos en agrestes montañas. Por contra, a estribor, los Alpes de Raftsundet parecían surgir del agua para elevarse hasta los 1.200 metros.

El estrecho se hizo de nuevo más angosto. La vista desde proa era tan hermosa como serena. El buque navegaba lentamente, en un atardecer sin viento. Al frente, el brazo de mar zigzagueaba entre las laderas nevadas, perdiéndose a lo lejos hacia el sur, donde un leve resplandor rosáceo iba dejando paso a un cielo cada vez más oscuro. En algunas zonas el agua, al borde la congelación, formaba una frágil capa de hielo. El Finnmarken se deslizaba suavemente, sin esfuerzo, en medio de tan increíble paisaje.

Aproximadamente 35 minutos después de entrar en el estrecho, el Finnmarken navegaba al este de Ulvøya. Al otro lado de la isla está la entrada al Trollfjorden. Pero en esta ocasión el buque no se desvió de su rumbo. Me tuve que contentar con contemplar los agrestes picos de Trolltindan y Blåfjell, que rodean el fiordo, sobresaliendo por encima de las nevadas rocas de Ulvøya.

Un cuarto de hora más tarde, el barco viró levemente a babor, enfilando el canal entre las islas de Stormolla y Årsteinen. Se aproximaba la noche, mientras el Finnmarken llegaba al extremo sur de Raftsundet. La falta de luz natural permitía distinguir los pequeños asentamientos que salpicaban la costa, algunos en lugares que a simple vista parecían inaccesibles. A otros, como Digermulen, una pequeña aldea en la isla de Hinnøya, se puede llegar por carretera. En concreto por la Fv868, que recorre buena parte de la orilla oriental de Raftsundet, en un recorrido que sin duda debe ser interesante.

A las cinco de la tarde el Finnmarken navegaba de nuevo en mar abierto, dejando atrás Raftsundet. Llevaba más de una hora sin moverme de la cubierta de proa, absorto por la belleza del entorno. Atravesé todo el barco para, desde su popa, poderme despedir del estrecho. Contemplando las cumbres nevadas que se iban alejando lentamente, parecía imposible haber navegado de un lado a otro de las islas a través de semejantes montañas. Entonces recordé que estaba en Noruega.