Eran casi las seis de la mañana. Desde la proa del MS Rotterdam se veía tierra en todas direcciones. Al norte, el extremo occidental de la reserva natural de Hornstrandir, una zona de más de 500 kilómetros cuadrados completamente salvaje, en la que no hay carreteras ni vive absolutamente nadie. Al este, las laderas del Vébjarnarnúpur, otro área igualmente despoblada. Como si la capa continua de nubes que cubría el cielo fuera poco, varios bancos de niebla ocultaban parcialmente ambas zonas. Únicamente hacia el sur la costa del Ísafjarðardjúp parecía algo más despejada, aunque no faltaba algún jirón de niebla descolgándose por las laderas de las agrestes montañas. Bajo uno de ellos se adivinaba un conjunto de casas. Era Bolungarvík, una población fundada a mediados del siglo X y por tanto de las más antiguas de la isla.

Llegando a Ísafjörður

Llegando a Ísafjörður.

Según nos aproximábamos a Ísafjörður, nuestro puerto de destino, se podía ver con mayor claridad la costa sur del fiordo Ísafjarðardjúp, cada vez más cercana. A primera vista, el paisaje me recordó la desolada costa de Spitsbergen. Una sucesión de abruptas laderas, fuertemente erosionadas, que se precipitaban directamente sobre el mar. Pero, al acercarnos a la costa, saltaron a la vista algunas diferencias. La primera, la vegetación, que aquí lograba reverdecer al menos la parte inferior de las montañas. La segunda, la presencia de algún pequeño asentamiento, disperso por la costa. En cualquier caso, el paisaje era apabullante. Su majestuosidad y su aspereza empequeñecían las escasas señales de presencia humana.

Desembarcando en Ísafjörður

Desembarcando en Ísafjörður.

Sobre las siete de la mañana entramos en el Skutulsfjörður, uno de los brazos meridionales del Ísafjarðardjúp, en el que se asienta Ísafjörður. El día era todavía más gris que la tarde anterior durante la salida del Eyjafjörður. A las omnipresentes nubes y bancos de niebla se unía una débil llovizna. A pesar de que la temperatura máxima prevista era de unos 8 grados, el termómetro del barco marcaba 10 grados centígrados. Quizá la total ausencia de viento había permitido que templara algo el ambiente.

En los Fiordos del Oeste.

Desembarcamos lo antes posible y recogimos un coche de alquiler, previamente reservado, para hacer una excursión por la zona. El plan inicial era regresar a Ísafjörður con margen de tiempo para alguna visita en la ciudad. Al final, no pudo ser. El fascinante paisaje de los Fiordos del Oeste, magnificado si cabe por un día especialmente brumoso, nos entretuvo más de la cuenta.
Casa tradicional de Ísafjörður

Casa tradicional de Ísafjörður.

Regresamos a Ísafjörður con poco más de una hora y media de margen para embarcar. El tiempo justo para devolver el coche y dar un paseo. En cualquier caso, Ísafjörður es una ciudad pequeña, de apenas 2.500 habitantes. Tiene una calle principal que parece agradable para pasear, pero nosotros nos la encontramos en obras. También hay algún edificio de madera de los siglos XVIII y XIX y un hospital de principios del XX, reconvertido en centro cultural. Y poco más. Su principal atractivo es el impresionante entorno natural que la rodea.

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Zarpamos poco después de las cinco de la tarde. Seguían con nosotros el cielo encapotado y los bancos de niebla que nos habían acompañado durante todo el día, impregnando el paisaje con un halo de misterio. Nada más salir del Ísafjarðardjúp el barco viró hacia el suroeste, con rumbo a Reykjavík. Lentamente, íbamos pasando frente a los fiordos que habíamos recorrido por carretera a lo largo del día. Pero los bancos de niebla, unidos a una leve bruma que se iba levantando según avanzaba la tarde, nos impidieron reconocer los lugares concretos frente a los que navegábamos.

Niebla en los Fiordos del Oeste

Niebla en los Fiordos del Oeste.

Poco a poco, la luz se fue apagando. A pesar de estar muy al norte en pleno verano, la espesa capa de nubes hizo que un crepúsculo grisáceo lo invadiera todo. Nos fuimos alejando lentamente de la costa, hasta que las montañas que se entrelazan con los Fiordos del Oeste fueron poco más que tenues siluetas, perdidas entre los persistentes bancos de niebla.

Algunos vínculos útiles:
Pude realizar una visita mucho más tranquila a la ciudad en el verano de 2021. La entrada está en https://depuertoenpuerto.com/un-paseo-por-isafjordur/.

Regresé en el invierno de 2023, como puede verse en https://depuertoenpuerto.com/isafjordur-en-invierno/.

En https://depuertoenpuerto.com/crucero-trasatlantico/ se puede ver el itinerario completo de nuestro crucero trasatlántico.

Si vas a viajar a Islandia en crucero, te interesará leer esta entrada del blog: https://depuertoenpuerto.com/guia-para-visitar-islandia-en-crucero/.

La web Guía de Islandia contiene una página dedicada a la ciudad: https://www.guiadeislandia.es/isafjordur/.

En inglés, el blog Peter’s Big Adventure tiene una extensa entrada sobre Ísafjörður: https://www.petersbigadventure.com/blog/isafjordur-westfjords-iceland.

La página oficial de turismo de Westfjords tiene una sección dedicada a su capital: https://www.westfjords.is/en/destinations/towns/isafjordur.