En nuestro primer día en Atenas, se esperaban temperaturas de hasta 36 grados. Tras pasar la mañana visitando el exiguo legado bizantino de la ciudad, optamos por hacer una larga pausa al mediodía. El plan para la tarde era tan simple como relajado. Unas amigas nos habían invitado a tomar algo en la terraza del Hotel Grande Bretagne, en la esquina de la plaza Sintagma y la avenida Eleftherios Venizelos. Habíamos estado en la misma terraza durante nuestro segundo viaje a Atenas y conocíamos sus vistas sobre la Acrópolis, con fama de ser de las mejores de la ciudad. En cualquier caso, las de nuestro modesto hotel, en la calle Webster, eran incluso mejores. Por tanto, preferí no cargar con el teleobjetivo. Más aún pensando regresar al hotel dando un largo paseo, coincidiendo con el ocaso.
La terraza del Grande Bretagne también ofrece unas espléndidas vistas sobre la plaza Sintagma y el antiguo Palacio Real de Atenas, actualmente ocupado por el Consejo de los Helenos. El rimbombante nombre que recibe el parlamento de Grecia. El palacio fue construido entre 1836 y 1843 para Otón I, el primer rey de una Grecia recién independizada del Imperio Otomano. Otón, obsesionado con la Grecia clásica, quería construir su palacio real en la mismísima Acrópolis. Incluso encargó un proyecto a Karl Friedrich Schinkel, el más destacado arquitecto del neoclasicismo alemán. Afortunadamente, el proyecto de Schinkel resultó ser demasiado caro y acabó siendo descartado. Finalmente el padre de Otón, Luis I de Baviera, aportaría los fondos para levantar un edificio mucho más modesto, diseñado por Friedrich von Gärtner.
Tras una agradable tertulia, nos despedimos de nuestras amigas al filo de las ocho y media de la tarde. Comenzaba a refrescar y el bullicio regresaba al centro de Atenas. Nuestro plan era volver al hotel paseando. La distancia por la ruta directa era de 1.600 metros. Pero no parecía un trayecto muy atractivo. Preferimos dar un largo rodeo por el norte de la Acrópolis. Iríamos en buena parte por calles peatonales y disfrutaríamos de las vistas sobre el Partenón y los Propileos iluminados. Además, la nueva ruta apenas elevaría la distancia hasta los 2.200 metros.
Llegamos junto al Ágora Romana justo tras la puesta de sol. Hicimos una breve pausa para contemplar la espléndida Torre de los Vientos, que habíamos logrado visitar, al segundo intento, en el verano de 2018. El edificio es uno de los pocos que nos ha llegado prácticamente intacto desde la antigüedad clásica. No están muy claros sus orígenes, aunque sabemos que ya existía en el año 37 AEC, pues Marco Terencio Varrón lo menciona en su De re rustica. Aparentemente fue diseñada por Andrónico de Cirro, quizá como un reloj de agua, aunque tampoco lo sepamos con certeza. En cambio, sabemos que tenía una veleta y varios relojes de sol. Hay quien dice que pudo albergar un mecanismo similar al encontrado en el pecio de Anticitera. El edificio se salvó por la doble casualidad de haber sido utilizado primero como iglesia y posteriormente por una comunidad de derviches. Abandonado a principios del siglo XIX, sería excavado entre 1837 y 1845, aunque permaneció cerrado hasta 2016, cuando finalizaron los trabajos de restauración.
A continuación, bordeamos el Ágora Griega por su lado meridional, pasando junto a la Iglesia de los Santos Apóstoles. Un templo del siglo X que, junto con el Hefestión, es el único edificio de este ágora que nos ha llegado en buenas condiciones. También se la conoce como los Santos Apóstoles de Solaki, posiblemente en honor a la familia que sufragó su renovación durante el periodo otomano. Se piensa que fue construida sobre un antiguo ninfeo. Su estado actual es fruto de la restauración llevada a cabo entre 1954 y 1957.
Algo más lejos, podíamos distinguir el Hefestión asomando entre la arboleda. El templo, construido entre el 449 y 415 AEC, es uno de los mejor conservados de la Grecia clásica. En parte, por haber sido utilizado como iglesia entre el siglo VII y el año 1834. Aunque ha perdido el ornamento del frontón, aún mantiene su techo a dos aguas. En su interior se rendía culto a Hefesto, de quien recibe el nombre, y a Atenea, la diosa protectora de Atenas.
Según avanzábamos, cada vez era más prominente la silueta, también iluminada, del Observatorio Nacional de Atenas. Fundado en 1842, fue la primera institución científica creada en la Grecia independiente. Fue sufragado por Georgios Sinas, un banquero de ascendencia griega y austriaca, a instancias de Georgios Konstantinos Vouris, el pionero de la moderna astronomía griega. En 1846 Vouris, que había nacido en Viena, sería el primer director del recién inaugurado observatorio. En la actualidad el edificio histórico, de estilo neoclásico, se utiliza como sede administrativa de la institución.
Después giramos hacia el sur, pasando de refilón por el área conocida como Stenopos Kollytos. La zona, excavada entre 1892 y 1898, era un barrio atravesado por una estrecha calzada, de apenas 4 metros de ancho. En sus márgenes había varias casas, talleres y alguna capilla. Todo ello datado entre los siglos II y V de nuestra era. Por ejemplo, el edificio conocido como «casa del mosaico romano». Una residencia privada, levantada en el siglo II y de la que nos han llegado los restos de un mosaico, en el que se pueden apreciar dos loros bebiendo agua en un recipiente.
La tarde se apagaba, mientras el bochorno había dado paso a una agradable sensación de frescor. En lo alto de la colina de la Acrópolis, los Propileos y el Partenón comenzaron a acaparar toda nuestra atención. Más allá de la impresionante estampa de uno de los iconos de la civilización occidental, nos llamó la atención su nueva iluminación. Aunque en realidad, no era tan nueva. Se inauguró oficialmente el 30 de septiembre de 2020. Poco más de dos años después de nuestra anterior visita a Atenas. Aparte de los aspectos técnicos, como el uso de lámparas led de última generación, las mejoras desde el punto de vista estético eran más que evidentes. En lugar del caótico manchón de luz, tirando a amarillenta, que recordaba de nuestro último viaje, ahora se utiliza una luz mucho más pálida, que realza las hermosas construcciones de piedra y mármol. También es menos uniforme, centrándose en realzar los elementos más destacados de la colina.
Tampoco nos entretuvimos mucho. El panorama desde las calles que se encuentran al oeste y el sur de la Acrópolis suele estar «roto» por la arboleda que rodea la colina. Preferimos subir a la azotea del hotel, donde sabíamos que la vista, aunque un poco más apartada, sería limpia. O casi. Aunque menos evidente que durante el día, allí estaba el andamio que, desde mi primer viaje a Atenas, ha «adornado» la fachada occidental del Partenón. ¿Lograré ver alguna vez el edificio sin grúas o andamios de por medio? Empiezo a dudarlo. Aunque, puestos a dudar, tampoco estoy seguro de que el nivel de restauración al que están siendo sometidos los diversos elementos de la Acrópolis sea el adecuado. En cualquier caso, no soy un experto y esto es un blog de viajes. Prefiero dejar la polémica para mejor ocasión.
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Para ampliar la información.
Y otro por el Ágora Romana en https://depuertoenpuerto.com/en-el-agora-romana/.
En https://depuertoenpuerto.com/visitando-la-acropolis-de-atenas/ encontrarás nuestra primera visita a la Acrópolis.
El artículo en https://es.chz-lighting.com/appreciation-of-the-new-lighting-concept-on-the-acropolis-of-athens.html valora la nueva iluminación de la Acrópolis.
En https://terraeantiqvae.com/profiles/blogs/el-proyecto-de-renovacion-de-la-acropolis-de-atenas-desata-una-fu puedes ver un artículo sobre la polémica creada por la renovación de la Acrópolis.
La publicación sobre el mismo tema de María Pilar García Cuetos en la Revista Anual de Historia del Arte es bastante más profunda: https://reunido.uniovi.es/index.php/RAHA/article/view/386/378.
En inglés, Nomadic Niko tiene una breve entrada sobre Stenopos Kollytos: https://nomadicniko.com/greece/athens/stenopos-kollytos/.
El Servicio de Restauración de la Acrópolis tiene una espléndida página web en https://www.ysma.gr/en/.