Finalizada nuestra accidentada incursión en las Tierras Altas, aun teníamos que cenar. A pesar de ser la capital del este de Islandia, Egilsstaðir es una ciudad tan moderna como insulsa. Por contra, Seyðisfjörður es uno de los escasos núcleos urbanos con encanto de toda la isla. Tuve la suerte de conocerlo durante un hermoso día invernal en febrero de 2019, cuando fue mi punto de entrada en Islandia tras una impresionante travesía a bordo del Norröna. Teníamos bastantes horas de luz por delante, que nos permitirían hacer una breve excursión por la zona, y sabía que en Seyðisfjörður hay varios restaurantes. Sin pensarlo dos veces, enfilamos hacia el este por la carretera 93, camino del paso de montaña de Fjarðarheiði.
Tras un hermoso descenso a Seyðisfjörður, con el fiordo y la pequeña ciudad apareciendo fugazmente cada vez que atravesábamos un claro entre las nubes, decidimos cenar primero y dejar el paseo para después. Debido a la pandemia, Seyðisfjörður resultó estar todavía más vacío que en mi visita invernal. Lo malo fue que buena parte de los locales estaban cerrados. En cualquier caso, acabamos cenando estupendamente en Kaffi Lára, un acogedor restaurante familiar en la calle Norðurgata.
Después de cenar, dimos un tranquilo paseo, rodeando la pequeña laguna que hay en la desembocadura del Fjarðará. Con el turismo en Islandia reducido a la cuarta parte de lo habitual, la remota Seyðisfjörður era un remanso de paz. Apenas nos cruzamos con media docena de personas en nuestro recorrido por sus calles. Habría estado bien coincidir con el Norröna, pero era una tarde de domingo. La breve escala del ferry en verano, se produce durante la mañana de los jueves.
En cualquier caso, queríamos aprovechar que teníamos coche para hacer lo que no había sido posible en mi paseo invernal: avanzar por el fiordo hasta el final de la 951, la pista que recorre su orilla septentrional. El día contrastaba vivamente con el de mi anterior paseo. Una gran acumulación de nubes bajas se amontonaba en la boca del fiordo, impidiendo ver el mar abierto. Además, el viento del este las arrastraba lenta pero incesantemente hacia Seyðisfjörður.
En apenas quince minutos, llegábamos al final de la pista, donde un arroyo se precipitaba por una pequeña cascada. Coincidimos con un par de pescadores, que aparentemente comenzaban a recoger sus aperos. Las dos únicas personas que vimos en toda la ruta por el fiordo. Una precaria pasarela de madera permitía proseguir a pie, pero empezaba a ser tarde y estábamos cansados. Aquel sería el fin de nuestra ruta del día.
A primera vista, el fiordo guardaba poca relación con el que había conocido en invierno. Sus blancas laderas se habían vuelto verdes, varias cascadas se desplomaban desde las alturas y las nubes iban envolviendo el paisaje, haciendo que éste desapareciera lentamente, a la vez que ocultaban la salida a mar abierto. Sin embargo, la asombrosa sensación de paz era la misma. Pasamos unos minutos observando el panorama, absortos con el pausado avance de las nubes hacia el interior del fiordo.
Nos sacó del éxtasis el ruido del coche de los pescadores, que finalmente emprendían el regreso. Con pena, decidimos que iba siendo hora de imitarlos. Avanzábamos lentamente, con el fiordo a nuestra izquierda, cuando vimos su vehículo detenido en medio de la pista. En seguida se hizo evidente que estaban mirando algo. Resultó ser una foca solitaria, descansando cómodamente sobre un pedrusco cubierto de algas. Pasamos unos minutos observándonos con mutua curiosidad. Fue una suerte coincidir con los pescadores, pues de no ser por ellos probablemente habríamos pasado frente a la foca sin verla.
En apenas unos metros, hicimos otra parada, junto a Vestdalsfossar. El nombre del lugar se podría traducir como las cascadas del valle del oeste. Desde el aparcamiento, un breve paseo conduce al lugar donde el río Vestdalsá (el río del valle del oeste, ya sabemos que en Escandinavia no suelen complicarse la vida con los topónimos) se despeña por un conjunto de saltos de agua que, sin ser especialmente espectacular, componen una estampa de indudable belleza. Para muchos, el lugar más interesante de todo el fiordo.
De regreso a Egilsstaðir, hicimos una última parada junto a Gufufoss, cuyo nombre se traduciría por cascada del vapor. Desde allí, comenzaba el rápido ascenso hacia Fjarðarheiði. En unos minutos, entrábamos de lleno en el espeso manto de nubes que se había formado en las tres horas largas de nuestra estancia en el fiordo. Cuando quisimos salir de la niebla, estábamos a unos metros de la última revuelta del puerto, poco antes de llegar a Egilsstaðir. El atardecer avanzaba lentamente y aun quedaban un par de horas de luz. Pero estábamos agotados tras una jornada tan larga como intensa. Buen momento para ir a dormir.
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Mi anterior visita al lugar, en febrero de 2019, está en https://depuertoenpuerto.com/dia-de-invierno-en-seydisfjordur/.
La web Traveler tiene un largo artículo sobre la ciudad: https://www.traveler.es/naturaleza/articulos/seydisfjordur-pueblo-mas-bonito-de-islandia-que-hacer-que-ver-como-llegar/15104.
En https://depuertoenpuerto.com/doce-dias-en-islandia/ se puede ver nuestro itinerario completo alrededor de Islandia durante el verano de 2020.
En inglés, la web oficial de turismo de Seyðisfjörður está en https://visitseydisfjordur.com.
La página Iceland Wedding Planner tiene una entrada describiendo una excursión hasta Vestdalsfossar: https://icelandweddingplanner.com/2020/11/10/vestdalsfossar-hike-in-seydisfjordur/.
En World of Waterfalls hay una breve reseña de Gufufoss: https://www.world-of-waterfalls.com/waterfalls/iceland-gufufoss/.
Otra excursión que parece interesante desde Seyðisfjörður es visitar la remota granja de Skálanes, convertida en reserva natural: https://skalanes.com. Queda apuntado para la próxima.
Bonito lugar, preciosas cascadas.
Muchas gracias por compartir estos parajes.
Interesante y excelente trabajo.
Saludos
Jose
Muchas gracias.
Gracias Joshua. Seyðisfjörður en verano es precioso. En invierno es un lugar impresionante, al que la sensación de aislamiento añade un atractivo adicional.