Para muchos, la joya más destacada del museo es la Capilla Arzobispal, construida en torno al 495, durante el reinado de Teodorico. Inicialmente, era un oratorio privado de los obispos católicos, en una época en que la clase gobernante, de origen godo, practicaba el rito arriano. En consecuencia, toda la imaginería de la pequeña habitación está centrada en recalcar la ortodoxia cristiana frente a las creencias heréticas de los seguidores de Arrio. Como el Cristo Guerrero, portando la cruz con las bestias de la herejía bajo sus pies. Una representación de la iglesia militante.
Por contra, el resto de la capilla escenifica la iglesia triunfante, con cuatro arcángeles sosteniendo el monograma cristológico. La repetida aparición de Cristo, los santos y mártires representados en los mosaicos y la alegoría a los evangelistas mediante sus escrituras, tienen una única misión: reafirmar que la única fe verdadera es la cristiana ortodoxa, así como recalcar la consustancialidad entre Jesús y Dios Padre. Posteriormente, cuando la herejía arriana ya no era un problema en Italia, la capilla fue dedicada a San Andrés, cuyas reliquias habían llegado a Rávena en el siglo V.
Pese a que la capilla mantiene su ubicación original, no nos ha llegado intacta. Ya en en el siglo XVI, antes de la reforma de la catedral, algunos mosaicos fueron sustituidos por frescos de Luca Longhi. Durante el siglo siguiente se modificó el acceso, creando una nueva entrada en la zona del ábside. En el siglo XVIII fue incorporada al museo. En cualquier caso, la calidad de los mosaicos que han llegado a nuestros días es excepcional. Además, el conjunto se ve embellecido por los mármoles de la parte inferior. La capilla es de una belleza increíble y, por si sola, justificaría la visita al museo.
Pero éste atesora una asombrosa cantidad de obras de arte de gran valor, que obligan al visitante a reflexionar sobre lo que se habrá perdido durante la demolición de la Basílica Ursiana. La más destacada, hasta el punto de rivalizar con la capilla, es el espléndido trono de marfil, conocido como Cátedra de Maximiano. No sabemos con certeza su origen, aunque la hipótesis más extendida es que fue elaborado en alguna ciudad de la parte oriental del imperio (quizá Alejandría, Antioquía o la misma Constantinopla) y llevado posteriormente a Rávena.
También ignoramos quién encargo el trabajo, aunque lo más probable es que fuera un regalo del emperador Justiniano a Maximiano de Rávena. Éste, siendo de procedencia humilde, había tenido cierta dificultad en ser aceptado por las clases altas de la ciudad. Finalmente, logro asentarse y se convirtió en un firme pilar de la autoridad imperial en Rávena. Hasta el punto de aparecer al lado del emperador en los mosaicos de San Vital. Es el único personaje que está identificado con su nombre.
Por desgracia, el trono no ha llegado completo a nuestros días. Cuando se demolió la catedral antigua, estuvo depositado por un tiempo en el anexo del nuevo coro. De allí pasó al interior de un armario. Mientras tanto, se «extraviaron» varios paneles de marfil. A finales del siglo XIX se realizó un primer intento de restauración, con la reincorporación de alguna de las piezas. Por desgracia, las técnicas utilizadas no fueron las más adecuadas, pues deterioraron la superficie del marfil y destruyeron parte de la estructura interior de madera. Posteriormente fueron recuperándose más paneles hasta que, en 1956, se llevó a cabo la restauración que podemos ver hoy en día. Pese a que siga faltando casi un tercio de los paneles originales, posiblemente perdidos para siempre, el trono es una obra de arte excepcional, que aúna elementos paleocristianos y de la primera edad dorada del arte bizantino.
Además de sus dos piezas más sobresalientes, el museo alberga gran cantidad de objetos de notable valor. Una de las que más nos llamó la atención fue un curioso calendario pascual. Tallado sobre una placa de mármol originaria de la isla de Proconeso, en el mar de Mármara, servía para determinar la fecha en que se debía celebrar la Pascua entre los años 532 y 626, según lo establecido en el Concilio de Nicea por Dionisio el Exiguo. Curiosamente, se basa en el calendario hebreo, tal como era común en la parte oriental del Mediterráneo en aquella época.
Del mismo mármol está confeccionado el púlpito traído desde la iglesia de San Juan y San Pablo. Está inspirado en una pieza similar que se conserva en la catedral, una de las pocas que se mantuvieron tras la construcción del templo barroco. Pero, al contrario que ésta, el púlpito que se puede ver actualmente en el museo fue tallado por artesanos de Rávena.
La lista sería larguísima. Crucifijos, relicarios, lápidas, estatuas, cuadros, vestiduras o los únicos fragmentos que han sobrevivido de los mosaicos del ábside de la Basílica Ursiana, tras el colapso accidental de éste en 1743, completan la colección del museo. Una colección de un valor incalculable y una visita imprescindible para poner en contexto el impresionante legado artístico de la ciudad de Rávena.
If you see this after your page is loaded completely, leafletJS files are missing.
Muy completo el artículo de la Wikipedia sobre la Cátedra de Maximiano: https://es.wikipedia.org/wiki/Cátedra_de_Maximiano.
El blog Arqueología en mi jardín tiene una entrada analizando el Cristo Triunfante de la capilla de San Andrés: http://arqueologiaenmijardin.blogspot.com/2020/09/el-jesus-de-la-capilla-arzobispal-de.html.
En https://depuertoenpuerto.com/entre-los-dolomitas-y-ravena/ se puede ver todo nuestro itinerario por el nordeste de Italia.
En inglés, la web oficial del museo está en https://www.ravennamosaici.it/cappella-di-santandrea-e-museo-arcivescovile/.
La página The Byzantine Legacy tiene una entrada sobre la capilla de San Andrés: https://www.thebyzantinelegacy.com/archiepiscopal-ravenna.
Trackbacks/Pingbacks