Gullfoss suele ocupar uno de los primeros puestos en cualquier listado de cascadas de la Tierra de Hielo. Si a esto unimos su ubicación, en uno de los extremos del célebre Círculo Dorado, y su relativa cercanía a Reikiavik, es sencillo comprender su fama. Según algunas estimaciones, atraería al 70% del turismo que recibe el país. Lo que significa más de 1.400.000 visitantes al año. Conocí la cascada durante mi primer viaje a Islandia y regresé durante mi primer periplo invernal por la isla. En ambas ocasiones, me había parecido un lugar impresionante, aunque posteriormente descubrí que no puede rivalizar en belleza con la sutil Dynjandi, o en fuerza con la brutal Dettifoss. Si a esto unimos un entorno relativamente masificado, al menos para lo habitual en Islandia, cualquier lector asiduo del blog podrá deducir que Gullfoss no está entre mis lugares favoritos de la Tierra de Hielo. Siempre he preferido la Islandia vacía y solitaria.
En cualquier caso, la casualidad me había llevado a regresar durante el verano de 2023, en compañía de Olga, cuando su aparcamiento había sido el punto de arranque para una excursión sobre el Langjökull. Entonces, pasamos un buen rato fotografiando la cascada, mientras hacíamos tiempo hasta el inicio de la excursión. Medio año más tarde, las circunstancias parecían repetirse. Había reservado una estancia de dos noches en Kerlingarfjöll. Un lugar al que, en invierno, es imposible llegar por tus propios medios. Me recogerían a mediodía en Skjól, apenas 5.500 metros al suroeste de Gullfoss. Volvía a disponer de unas cuantas horas para recorrer con calma su entorno.
Pasé la noche en el hotel Gullfoss, apenas 3 kilómetros al suroeste del aparcamiento de la cascada. Quince minutos después de las nueve, con el sol aún bajo el horizonte, tenía a la vista el doble salto. Uno de los problemas de visitar cualquier salto de agua durante el duro invierno islandés, es no saber qué te vas a encontrar. El caudal del río, que puede reducirse hasta extremos asombrosos, o las temperaturas gélidas, pueden hacerte llegar frente a un bloque de hielo. Que quizá sea increíblemente hermoso, o por contra esté cubierto de nieve y resulte indistinguible del paisaje circundante. En Gullfoss, el propio caudal del Hvítá, el tercer río más largo de Islandia, hace esta circunstancia improbable. Aunque, todo hay que decirlo, encontré bastante más hielo que durante mi visita de febrero de 2019.
También había peor luz. La mañana era espléndida. Nada que ver con la gélida tarde de mi anterior visita invernal, cuando el viento, cargado de cristales de hielo, era insufrible. Pero tampoco encontré las nubes que, en aquella ocasión, ayudaban a tamizar el sol del atardecer. Lo cual implicaba que, en unos minutos, estaría en un entorno complicado, con una luz dura y fuertes contrastes entre las zonas altas y el fondo del barranco. Tenía que darme prisa.
En cualquier caso, el lugar era una maravilla. El río Hvítá mantenía un caudal apreciable, que se veía constreñido por la acumulación de hielo. En el salto superior, la parte oriental de la cascada estaba prácticamente congelada, creando un paisaje irreal, lleno de carámbanos y formas extrañas. Tan hermoso como complicado de fotografiar, con la aún escasa luz.
Por contra, en la parte occidental del primer salto, el río bajaba con una fuerza asombrosa, dando lugar a un insólito juego entre lo móvil y lo estático, también muy difícil de captar en una fotografía. Al menos, para alguien con mi escaso nivel de experiencia.
Algo parecido ocurría en el segundo salto, donde su parte meridional era prácticamente un conjunto de carámbanos, entre cuyas grietas brotaban varios chorros de agua. La cascada había quedado reducida a su extremo septentrional, junto a la orilla derecha del río.
El sol entró en escena poco antes de las diez, comenzando a iluminar los bosquecillos de la orilla opuesta del cañón. La abundancia de humedad había dado lugar a una sutil cencellada, que resultaba más fácil apreciar en los raquíticos matorrales que había a mis pies, justo al borde del camino.
El Hvítá, cuyo nombre se traduciría al español como «el río Blanco«, nace en el Hvítárvatn (el lago del río Blanco), al este del Langjökull. Ambos deben su denominación a las aguas de tonos lechosos, generalmente provocados por los sedimentos de origen glaciar que llevan disueltos. Tras recorrer las Tierras Altas durante 40 kilómetros, acaba desplomándose en una estrecha grieta. Después, fluye otros 145 kilómetros en dirección suroeste, hasta unirse con el Sog y dar lugar al Ölfusá, el río más caudaloso de Islandia.
Gullfoss es en realidad una cascada doble. Su primer salto, de 11 metros de altura, atraviesa el río diagonalmente, de este a oeste. Tiene aproximadamente 230 metros de anchura y quizá sea el menos espectacular de los dos. Aunque su propia configuración hace que sea más sencillo fotografiarlo. Sobre todo en verano, cuando es posible llegar al saliente rocoso que hay en su extremo occidental.
En invierno, encontrarás esta plataforma cerrada al público, al igual que su camino de acceso. Una lástima, pues las posibilidades fotográficas que ambos ofrecen son impagables. Pero en Islandia, cuando encuentras alguna zona clausurada es por una buena razón, sea ésta evidente o no. Respeta las normas. Ninguna foto merece un accidente.
En apenas 20 metros, el extremo occidental del río llega a un angosto cañón, conocido como Hvítárgljúfur y alineado en sentido norte – sur. La diferencia entre la orientación de ambos saltos, hace que la distancia en el extremo oriental del cauce supere los 300 metros, creando una configuración extraña. En cualquier caso, todo el río acaba despeñándose en la grieta, por un salto de 21 metros de altura y 113 de ancho, roto por varios salientes rocosos. En verano, la cantidad de agua pulverizada es tal, que suele resultar imposible ver buena parte del extremo septentrional de Hvítárgljúfur.
Tras avanzar algo más de 300 metros hacia el sur, tanto el cañón como el río describen una amplia curva hacia el suroeste, rumbo a una de las comarcas más fértiles de Islandia. Los geólogos no parecen ponerse de acuerdo sobre el origen de Hvítárgljúfur. Para algunos, sería el resultado de la erosión gradual del río, en los 10.000 años que han pasado desde que los glaciares se retiraron de la zona. Otros opinan que fue creado en un periodo de tiempo relativamente corto, por una sucesión de eventos catastróficos, similares a los jökulhlaups que siguen asolando Islandia de vez en cuando. En cualquiera de los dos casos, el cañón tiene una profundidad de 70 metros y se extiende por tres kilómetros, justo en el límite de las Tierras Altas.
Cualquiera que visite Gullfoss podrá observar la placa dedicada a Sigríður Tómasdóttir y leer la historia de cómo su lucha salvó la cascada de su destrucción por un embalse, para acabar siendo la semilla del movimiento conservacionista en Islandia. Lo que no todos sabrán es que la supervivencia de Gullfoss aún no está garantizada. Al menos, tal como la podemos contemplar actualmente. Existen varios proyectos para el aprovechamiento hidroeléctrico de las Tierras Altas, en las inmediaciones de la cascada. De llegar a materializarse, supondrían un cambio en el flujo natural del Hvítá, de consecuencias imprevisibles. Esperemos que la propia fama de Gullfoss y su importancia como generador de ingresos turísticos sean suficientes para preservar el río en su salvaje estado actual.
Acabé pasando casi tres horas en Gullfoss. La mañana, aunque espléndida, era fría. Diez grados bajo cero. Al menos el viento era tolerable y el sol ayudaba a templar el ambiente, aunque también hacía cada vez más complicado lograr buenas fotos. Según fuese avanzando el día, iluminaría fugazmente el fondo del cañón, haciendo desaparecer los intensos contrastes entre las zonas iluminadas y aquellas que aún permanecían entre las sombras. Pero mi tiempo se agotaba. En poco más de 60 minutos, arrancaría la excursión sobre la que pivotaba mi cuarto viaje invernal a Islandia. No podía permitirme el lujo de llegar tarde.
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Para ampliar la información.
La segunda, durante el invierno, en https://depuertoenpuerto.com/gullfoss-en-invierno/.
El curioso blog Islandia, humilde flor en la eternidad, tiene una larga e interesante entrada sobre Gullfoss: http://julio-islandia.blogspot.com/2010/09/el-oro-de-gullfoss.html.
En inglés, se puede encontrar la página oficial de la cascada en http://gullfoss.is/, aunque básicamente está llena de publicidad.
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