Habíamos pasado la noche fondeados frente a Qaqortoq. Cuando salí a cubierta, sobre las cinco y media de la mañana, la sensación era de una impresionante calma. La luz del amanecer impregnaba todo con tonalidades doradas. El MS Rotterdam flotaba inmóvil en el fiordo, con la única compañía de un par de icebergs. Frente a nosotros, el conjunto de casas multicolores aún permanecía dormido. Mirando en dirección a mar abierto, pude ver un punto blanco, que al principio tomé por un lejano iceberg. Unos minutos más tarde, al ver que había crecido de tamaño, lo observé con más interés y me di cuenta de que era un barco aproximándose a Qaqortoq. Resultó ser el Nautica, un crucero de Oceania Cruises algo más pequeño que el MS Rotterdam. Pasó buena parte del día fondeado junto a nuestro costado de babor.
Hvalsey: los últimos vikingos de Groenlandia.
Regresamos a mediodía, un tanto destemplados, por lo que lo primero que hicimos fue buscar un lugar en el que tomar algo caliente y reponer fuerzas. Subimos al hotel Qaqortoq, un edificio de color azul encaramado en la colina, tras la oficina de información turística. Tenía muy buen aspecto y me quedé con la impresión de que sería un magnífico lugar para alojarse en caso de regresar a Qaqortoq alguna vez. Antes de irnos, salimos a su terraza exterior, desde la que había una buena vista de las casas multicolores de Qaqortoq.
Las coloridas casas de Groenlandia.
Parece que aquí comenzó la tradición de los colores llamativos. Para facilitar la identificación de los distintos edificios, se optó por pintarlos en función de su uso. Así, los establecimientos comerciales eran rojos, los hospitales amarillos, las comisarías de policía negras, los edificios de la compañía telefónica verdes y las fábricas de pescado azules. De este modo, un barco que pasara por la costa no necesitaba atracar para saber los servicios que podía encontrar en un lugar concreto.
Con el tiempo, el código de colores perdió su razón de ser, pero la tradición de decorar las fachadas con llamativas pinturas ha perdurado, dando a los pueblos de Groenlandia un aspecto característico.
Desde la terraza del hotel divisamos una gran casa que no estaba pintada en los llamativos colores característicos de Groenlandia. Sus paredes estaban formadas por gruesos tablones de madera ennegrecida. Resultó ser el museo de la ciudad, alojado en la antigua residencia del administrador colonial de Qaqortoq. Construido en 1804, es el edificio más antiguo de la ciudad. En su parte inferior se pueden ver distintas exposiciones de objetos relacionados con las culturas que han pasado por la zona: Dorset, Thule, Noruega y, por supuesto, Inuit. Nos llamó bastante la atención un audiovisual, aparentemente grabado en la primera mitad del siglo pasado, en la que se podían apreciar las costumbres Inuit antes de que comenzara su asimilación cultural. En la planta superior se pueden ver varios alojamientos, utilizados por algunos de los exploradores que pasaron por la zona, como Knud Rasmussen o Charles Lindbergh. Finalmente, en el jardín exterior, hay una reproducción de una vivienda tradicional, que se puede visitar. Sin ser nada excepcional, nos pareció una visita interesante para conocer con más profundidad la historia y la cultura de Qaqortoq.
Tras visitar el museo, pasamos el rato que nos quedaba dando un paseo por las calles de la ciudad. Estuvimos frente a su iglesia, que estaba cerrada, camino del vecino lago Tasersuaq. Éste tiene una senda que lo rodea. Era muestro plan B si hubiera fallado la excursión a Hvalsey, pero a esas alturas de la tarde ya no teníamos tiempo de recorrerla. En cualquier caso, al verlo en vivo no nos pareció un lugar tan interesante como sobre el papel. Así que retrocedimos y seguimos paseando por Qaqortoq, esta vez sin un rumbo demasiado determinado. Pasamos junto al helipuerto, la lonja de pescadores y hasta vimos una chica vestida con el traje tradicional inuit. También visitamos la fuente Mindebrønden, construida en 1932, que es la más antigua de Groenlandia y, hasta hace poco, era la única. Y, por supuesto, pudimos ver alguna de las diversas esculturas del proyecto Piedra y Hombre, capitaneado por el artista local Aka Høegh. Aunque la mayor parte de las obras están concentradas en la zona del museo y en la ladera bajo el hotel, hay otras repartidas por el resto de Qaqortoq, con la intención de convertirlo en una especie de museo al aire libre.
Embarcamos poco antes de las cuatro y media. Qaqortoq nos pareció un lugar pequeño pero agradable. Aun teniendo en cuenta que habíamos empleado buena parte de la mañana en la excursión a Hvalsey, tuvimos tiempo razonable para recorrerlo y ver sus puntos de interés que, todo hay que decirlo, no son tantos. Más que por su interés intrínseco, creo que el principal atractivo de la ciudad es su infraestructura turística (tiene el único hotel de cuatro estrellas del sur de Groenlandia) y ser un buen centro desde el que organizar excursiones a lugares cercanos.
El blog Con un par de botas tiene una entrada sobre Qaqortoq: http://www.conunpardebotas.com/qaqortoq-la-ciudad-mas-grande-al-sur-de-groenlandia/.
En inglés, se puede visitar la web oficial de turismo de Groenlandia: https://visitgreenland.com/destinations/qaqortoq/.
La página de Wikitravel está en https://wikitravel.org/en/Qaqortoq.
Greenland Sagalands organiza excursiones por la zona, como la que hicimos para visitar Hvalsey: http://www.sagalands.com.
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