He comenzado diciendo que, al menos en mi opinión, Hurtigruten no es un crucero. En primer lugar, sus barcos son ferris que realizan una ruta regular por la costa noruega. Hay once barcos en el trayecto Bergen – Kirkenes – Bergen, de forma que en cada puerto intermedio, con la única excepción de Vadsø, los siete días de la semana hace escala un buque en sentido norte y otro en sentido sur. Con una regularidad asombrosa, teniendo en cuenta la dificultad del entorno por el que navegan. En cada escala suben y bajan personas, vehículos y mercancías, siendo perfectamente posible realizar el trayecto entre dos puertos cualesquiera del itinerario. De hecho, si no se va a pasar más de una noche a bordo, no es obligatorio reservar camarote. Recuerdo haber visto algún chico joven durmiendo plácidamente en los sofás del salón panorámico del Finnmarken.
Las escalas suelen ser bastante cortas. La más breve, Nesna en sentido norte, de apenas cinco minutos. Muchas duran entre 15 y 30 minutos, siendo algunas de madrugada. La escala más larga es en Trondheim, también en sentido norte, donde el barco en invierno permanece atracado toda la mañana. Al final, suele haber al menos una escala al día en la que merece la pena bajar, aunque solo sea para dar un breve paseo por los alrededores del puerto. Pero que nadie espere las relativamente largas escalas que suelen hacer los barcos clásicos de crucero.
No hay casino, espectáculos ni entretenimiento. Durante mi viaje en el Finnmarken, el único entretenimiento a bordo, aparte del espectacular paisaje, que no es poco, era un piano en uno de los salones de la cubierta 4. No es que hubiera un pianista. El piano estaba allí para el que quisiera tocarlo y, de vez en cuando, alguien se animaba. Con resultados de lo más diverso. Una vez se hacía de noche, las únicas opciones eran charlar con algún compañero de viaje, leer o sencillamente descansar. Siempre que no hubiera aurora boreal, claro.
Los camarotes también son bastante más austeros que los habituales en un crucero. Y todavía más pequeños. Con la excepción de unas cuantas suites con un precio generalmente prohibitivo, no hay amplias camas de matrimonio con sábanas de algodón egipcio, ni balcones privados. En cualquiera de los tres barcos de Hurtigruten en los que he podido navegar, los camarotes normales tenían lo estrictamente necesario para dormir: un baño, un armario y dos camas pequeñas separadas por un estrecho pasillo. Las camas, provistas de una funda nórdica, se convertían fácilmente en un sofá. Y ya está: funcional y sencillo de mantener.
La restauración tampoco está al nivel de un crucero. Para empezar, salvo que se contrate al hacer la reserva, no está incluida. Se puede pagar por cada comida individualmente en uno de los dos restaurantes o en la cafetería. O llevar un sandwich y un refresco en la mochila. Salvo que se vayan a hacer muy pocas comidas a bordo, merece la pena contratar el paquete completo, pues pagarlas una a una resulta más caro. Pero es totalmente opcional. Aun contratando la comida, la variedad no tiene nada que ver con la de los cruceros tradicionales. Solo hay un restaurante incluido, que generalmente funciona como buffet, aunque sin la abrumadora variedad de los cruceros. Y con un horario mucho más restringido. Casi todas las noches, la cena es con turno y servicio de mesa, pero no a la carta. Hay un entrante, un plato principal y un postre. Si te agrada lo que hay, perfecto. Si no, la única alternativa es ir al bar a tomar algo informal, o al restaurante a la carta, en ambos casos pagándolo aparte. Y, por supuesto, las únicas bebidas incluidas son el agua y, en el desayuno, los zumos y el café.
Pero el viaje se ha hecho tan popular que, en la actualidad, la mayor parte del pasaje está formado por turismo extranjero. Y eso se nota. Para empezar, todos los anuncios se dan en noruego, alemán e inglés, que es la lengua franca a bordo. En el propio itinerario, se hacen concesiones al turismo. En verano, del 1 de Junio al 31 de Agosto, navegando por el Storfjorden hasta Geiranger. En otoño, del 1 de Septiembre al 31 de Octubre, por el menos conocido Hjørundfjorden. Incluso en invierno, se hacen dos pequeños desvíos. Uno, en sentido norte, hasta el Trollfjord, en las Lofoten. Y otro, en sentido sur, para ver Torghatten, la curiosa montaña atravesada por un túnel natural al sur de Brønnøysund.
Como en los cruceros tradicionales, también hay excursiones. En las escasas escalas de mayor duración, con una dinámica muy similar. En escalas más breves, utilizando la posibilidad de bajar en un puerto y subir en otro. Así, en invierno, es posible desembarcar en Kjøllefjord, hacer un safari nocturno en moto de nieve y volver embarcar en Mehamn dos horas y media más tarde. O dejar el barco en Harstad y regresar al mismo en Sortland, pasando cuatro horas y media recorriendo la zona en autobús. Las excursiones disponibles cambian en función de la época del año y, como en un crucero, se pueden contratar en un mostrador a bordo del buque, o reservar por internet. En cualquier caso, no puedo opinar de las mismas, ya que no tuve experiencia de primera mano.
Otra concesión al turismo es la organización de algún que otro evento a bordo. Como el bautismo que se hace al cruzar el círculo polar ártico, con aparición de Neptuno incluida. Tampoco participé en ninguno. Quien tenga curiosidad puede dar una vuelta por YouTube. De todos modos, aquellos que, como yo, sean poco amigos de este tipo de «fiestas», no deben preocuparse. Son escasas y no interfieren con el transcurso normal del viaje.
Cuando realicé el itinerario completo a bordo del Finnmarken (no así las veces que me he limitado a realizar trayectos parciales), el primer día encontré sobre la mesa varias hojas, con recomendaciones para fotografiar la aurora boreal, una relación completa de excursiones, un listado de todo el itinerario y el horario previsto de cruces con otros barcos de Hurtigruten. Por último, al igual que en los cruceros, todos los días dejaban en el camarote una hoja con los horarios y actividades del día siguiente. Que, en muchos casos, era poco más que una lista de escalas con la hora de llegada y la de salida.
Pero no te engañes: si eres de los que sube a un barco para comer y beber como si no hubiera un mañana, ver espectáculos al estilo de Broadway, jugar en el casino o estar media noche bailando, Hurtigruten no es para ti. Por mucho menos dinero, puedes ir de crucero al Caribe o al Mediterráneo y pasarlo mucho mejor.
En cualquier caso, sea un crucero o no, la ruta postal clásica de Hurtigruten es un viaje increíblemente hermoso por la costa noruega. Algunos lo definen como el viaje en barco más bello del mundo. No lo se, no los conozco todos. Pero, de aquellos que he tenido la suerte de hacer, lo es sin duda alguna.
La web oficial de turismo de Noruega tiene una página dedicada a Hurtigruten: https://www.visitnorway.es/organiza-tu-viaje/como-moverse/en-barco/hurtigruten/.
La página del representante de Hurtigruten para España y Portugal está en https://www.hurtigrutenspain.com/destinos/noruega/bergen-kirkenes-bergen/, aunque no permite hacer reservas, solo ver información y solicitar presupuestos.
En inglés, la web oficial está en https://global.hurtigruten.com/destinations/norway/classic-round-voyage-bergen-kirkenes-bergen. Aquí si se pueden ver los camarotes disponibles y hacer la compra en línea.
Se puede viajar entre dos puertos cualesquiera, sin necesidad de hacer el viaje completo. En inglés, es posible adquirir los billetes en https://global.hurtigruten.com/practical-information/port-to-port/, con una antelación máxima de 28 días.
En https://www.wanderingwagars.com/hurtigruten-excursion-in-norway/ hay una entrada sobre las excursiones que ofrece la naviera.
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