El 23 de enero de 1973, tras varios días de tremores, la tierra se abrió en Heimaey. La longitud de la fisura pasó rápidamente de 300 a 3.000 metros, dividiendo la isla en dos. Al norte quedaron Vestmannaeyjabær, la única población del archipiélago, y su puerto pesquero. Aquella erupción, que duró más de cinco meses, devoró casi 400 edificios, cambiando la orografía de la isla y llevando el archipiélago de las Vestman a las primeras planas de todo el planeta.

National Geographic Julio 1973

National Geographic, Julio de 1973.

Cumplí los diez años mientras el volcán Eldfell expulsaba lava incesantemente y amenazaba con devorar la pequeña Vestmannaeyjabær. Las imágenes de la erupción forman parte de mi memoria visual, perpetuada por los National Geographic que leía ávidamente durante mi adolescencia. Cuando fuimos a la isla por primera vez, en el verano de 2020, no tuvimos tiempo de entrar al museo. Tres años más tarde, se había convertido en el objetivo prioritario de nuestra segunda visita a Heimaey.

Gerðisbraut 10

Gerðisbraut 10.

El museo fue inaugurado en mayo de 2014, con el grandilocuente nombre de «Eldheimar – La Pompeya del Norte«. Sus dos plantas, levantadas sobre la excavación de las ruinas del número 10 de la calle Gerðisbraut, ocupan una superficie de 1.161 metros cuadrados. Su arquitecta fue Margrét Kristín Gunnarsdóttir, del estudio noruego Plus Arkitektur. En 2015 recibió el Premio al Diseño de Islandia.

Evacuando Heimaey

Evacuando Heimaey.

La erupción provocó la evacuación inmediata de toda la población. Vestmannaeyjabær era uno de los principales puertos pesqueros de Islandia y, por pura casualidad, la mayor parte de la flota se encontraba en sus muelles. En apenas 30 minutos, partía el primer barco rumbo al cercano puerto de Þorlákshöfn. Seis horas más tarde, se había evacuado prácticamente toda la isla. Tan solo quedó un retén, encargado de intentar salvar la mayor cantidad posible de bienes de los inmuebles amenazados por la lava.

Bajo la tefra

Bajo la tefra.

Inicialmente, la mayor destrucción fue causada por la tefra. En algunos lugares ésta alcanzó un espesor de hasta 5 metros, haciendo colapsar las estructuras que iban quedando sepultadas. También hubo algún incendio, provocado por las bombas volcánicas. Aunque, para principios de febrero, la mayor amenaza era el avance de las coladas de lava, que además comenzaron a moverse hacia el norte, en dirección al puerto.

Luchando contra el volcán

Luchando contra el volcán.

En una isla que dependía de la pesca para su supervivencia económica, la posibilidad de que su puerto acabase sepultado bajo una montaña de lava hizo sonar todas las alarmas. Más aún teniendo en cuenta que Heimaey suponía un 3% de la actividad económica de toda Islandia. El físico Þorbjörn Sigurgeirsson encontró la solución, con el sencillo método de arrojar toneladas de agua marina sobre el frente de lava. Tras el éxito de unas pruebas iniciales, realizadas el 6 de febrero, no se tardó en aumentar la capacidad de bombeo. Para el 10 de julio, cuando se dio por finalizada la operación, habían bombeado sobre la lava 7.300.000 m³ de agua marina.

Motobomba abandonada

Motobomba abandonada.

El puerto se salvó y su bocana, aunque más estrecha que antes de la erupción, siguió siendo practicable. En cierto modo, la flota salió ganando, pues el puerto interior estaba ahora más protegido de los embates del mar. Los niveles de pesca se recuperaron en menos de un año y, hacia finales de 1975, el 85% de la población había regresado a la isla. Se construyeron plantas que, aprovechando el calor remanente en las coladas, aún siguen generando electricidad y agua caliente. Parte de la tefra se aprovechó para ampliar las pistas del aeropuerto, así como para crear una gran explanada, sobre la que se levantaron 200 nuevas casas. Al final, Vestmannaeyjabær logró renacer de sus cenizas.

Colada junto a Vestmannaeyjabær

Colada junto a Vestmannaeyjabær.

Aunque, todo hay que decirlo, muchas viviendas se salvaron literalmente por los pelos. Impresiona ver lo cerca que llegó a quedar la colada de algunos edificios. En la actualidad, hay quien afirma que los esfuerzos por ralentizar la lava no fueron determinantes. Dudo que aquellos que salvaron sus hogares, a veces por unos pocos metros, puedan estar de acuerdo. La erupción de Heimaey cambió para siempre la forma en que los islandeses se enfrentan a los volcanes. En lugar de resignarse estoicamente ante la fuerza de la naturaleza, en la actualidad se intenta modelar su flujo, buscando minimizar los daños. El ciclo de erupciones de Grindavík, que sigue en curso según escribo estas lineas, es un buen ejemplo.

El Eldfell desde la bocana del puerto

El Eldfell desde la bocana del puerto.

La erupción también cambió la orografía de la isla. En la actualidad, el cono del Eldfell se eleva hasta los 200 metros de altura, justo a la espalda del museo. Su silueta es el mejor recordatorio de los acontecimientos de 1974 y de que éstos pueden repetirse en cualquier momento. La isla también creció, expandiéndose 2,5 km² hacia el noreste. En la actualidad, Vestmannaeyjabær vuelve a ser uno de los principales puertos pesqueros de Islandia. Y su población, superior a los 6.400 habitantes, forma el onceavo mayor núcleo urbano del país. El quinto, si excluimos la capital y su periferia.

La erupción de Surtsey

La erupción de Surtsey.

En la segunda planta del museo, encontraremos la exposición dedicada a Surtsey, una de las islas más jóvenes del planeta. Aunque la erupción debió comenzar unos días antes, las primeras noticias de su existencia llegaron el 14 de noviembre de 1963, cuando el barco de pesca Ísleifur II detectó una gran columna de humo en el mar, al sur de las islas Vestman. Lo que inicialmente habían tomado como un barco incendiado, resultó ser un nuevo volcán, surgiendo directamente desde las aguas.

Surtsey en 1967

Surtsey en 1967 y perfil de la isla en 2006.

La erupción se detuvo en junio de 1967. Para entonces, había nacido una isla de 270 hectáreas. La continua erosión marina ha reducido su superficie hasta las 141 y se preve que, en el futuro, acabe convertida en poco más que un peñasco asomando sobre las olas, similar a muchos de los que rodean Heimaey. En cualquier caso, Surtsey supuso la primera ocasión en que fue posible estudiar científicamente el nacimiento de una isla y su posterior colonización por hongos, plantas y animales. La excepcional oportunidad de observar la formación de un ecosistema hizo que en 1965, con la erupción aún activa, el gobierno de Islandia declarase la zona reserva natural. Las visitas a Surtsey están estrictamente reguladas, buscando reducir al mínimo los riesgos de contaminación. Desde 2008, forma parte del Patrimonio de la Humanidad.

El Eyjafjallajökull desde el sur de Heimaey

El Eyjafjallajökull desde el sur de Heimaey.

La visita a Eldheimar brinda la posibilidad de conocer, en el mismo espacio donde ocurrieron, los extraordinarios sucesos de 1973. Una magnífica muestra del carácter y la resiliencia de un pueblo acostumbrado a vivir y prosperar en el filo de la navaja. Y a la vez un recordatorio del complicado entorno geológico de una isla cuyo horizonte, hacia el nordeste, está dominado por otro volcán, aún más imponente. Tan solo hay 38 kilómetros de distancia entre el museo y la caldera del Eyjafjallajökull. El gran estratovolcán que, en 2010, creó el caos en los cielos de media Europa.

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Para ampliar la información.

En https://ri.conicet.gov.ar/ se puede descargar un PDF sobre los volcanes de Heimaey y su impacto en la cultura local.

En inglés, la página oficial de Eldheimar está en https://www.eldheimar.is/?lang=en.

Guide to Iceland tiene un buen artículo sobre el museo: https://guidetoiceland.is/connect-with-locals/regina/the-westman-islands-and-eldheimar-the-pompei-of-the-north.

En el siempre interesante blog Volcano Cafe hay un largo artículo sobre la erupción, con abundante material gráfico: https://www.volcanocafe.org/the-heimaey-story/.