Tras la agotadora jornada anterior, queríamos tomarnos el día con calma, regresando a Murano a hacer una pausa a la hora de comer. El plan era llegar en la lancha del hotel hasta Fondamente Nove y, una vez allí, comenzar el recorrido hacia el este, hasta el embarcadero de San Pietro di Castello, donde cogeríamos el vaporetto de regreso a Murano. Tras desembarcar en Fondamente Nove, un tranquilo recorrido zigzagueando por Cannaregio nos llevó al extremo occidental de Castello, junto al Ponte Cavallo.
Nuestro primer objetivo del día era la Scuola Grande di San Marco. Fundada en 1260 en las inmediaciones de la antigua iglesia de Santa Croce, la scuola se trasladó a su actual ubicación en 1437, ocupando un edificio que, en 1485, fue destruido por un incendio. Llevó veinte años construir la nueva sede, en la que destaca la magnífica fachada renacentista que cierra por el norte el Campo San Giovanni e Paolo. Como todas las scuole venecianas, fue suprimida durante la ocupación napoleónica. Los austriacos la utilizaron como hospital militar, que mas tarde se convirtió en civil. El hospital todavía existe (Ospedale SS Giovanni e Paolo) y, curiosamente, el Salón de las Columnas sigue siendo uno de sus accesos. Fue lo único que pudimos visitar. El resto de la scuola estaba cerrado, mientras preparaban una muestra sobre Tintoretto que debía abrir sus puertas tres semanas mas tarde. Nos quedamos sin ver sus salas Capitular y del Albergo, reconvertidas en museo y biblioteca de historia de la medicina. Como premio de consolación, podíamos haber recorrido la Farmacia Histórica y el Museo de Anatomía Patológica «Andrea Vesalio», pero preferimos continuar hacia nuestra siguiente visita.
Tuvimos mas suerte en la vecina basílica de San Juan y San Pablo. La primera iglesia fue construida en el siglo XIII. Pronto quedó pequeña y fue ampliada, entre 1333 y 1430, respetando solo la parte inferior de la fachada original. El interior nos recordó al de su gran rival, Santa María dei Frari, que habíamos visitado el día anterior. Quizá sea un poco menos impresionante su colección de obras de arte. Por contra, San Juan y San Pablo fue el lugar favorito de enterramiento de los dogos venecianos. Buscando dar mayor esplendor a las ceremonias funerarias, se suprimió el coro, que aún conserva Santa María dei Frari. A cambio, la basílica adquirió una imponente colección de monumentos funerarios. A los 25 dogos allí enterrados, se suman los de algunos de sus familiares, militares, almirantes o artistas. Incluso algunos héroes del risorgimento encontraron hueco en la basílica. Visitar sus naves es recorrer la historia de Venecia.
El lugar que más me agradó de la basílica fue la Capilla del Rosario, construida para conmemorar la victoria de Lepanto. Un espacio íntimo, de reducidas dimensiones, con un precioso techo de madera labrada, enmarcando obras de Paolo Veronese. Aunque la capilla que podemos apreciar actualmente es fruto de una restauración, que finalizó en 1959. Anteriormente, contenía pinturas de Tintoretto y Palma el Joven, que fueron destruidas durante un incendio en 1867. El fuego también devoró obras de Tiziano y Bellini, que estaban depositadas temporalmente en su interior. El concienzudo trabajo de restauración, que duró casi un siglo, ha logrado recrear el espíritu original de la capilla. Traspasar su puerta, pasando de un espacio amplio y grandilocuente a otro, mucho mas pequeño y acogedor, crea un contraste que acentúa la belleza de este último.
Y de golpe, tras doblar un esquinazo de la calle Corte de l’Anzolo, lo vimos. Un larguísimo muro almenado de ladrillo rojo, bordeado por un estrecho canal, nos cerraba el paso. Era el límite occidental del Arsenal de Venecia, el corazón del poderío marítimo de la república en sus días de gloria. Por mucho que había buscado en la red, no tenía en absoluto claro si era posible visitarlo, en qué horario o dónde estaba la entrada. El muro de ladrillo encerraba una incógnita que quizá no podríamos desvelar. Decidimos rodearlo hacia el sur donde, al menos sobre el papel, sabíamos que había varios accesos al recinto.
Según llegábamos al lugar donde el muro del arsenal gira hacia el este, vimos la iglesia de San Martino, que casualmente encontramos abierta, tras haber finalizado un acto religioso. Suele estar cerrada al público, por lo que decidimos entrar a curiosear. Aunque la tradición sitúa sus orígenes en el siglo VII, parece que fue construida tres siglos mas tarde. El edificio actual se levantó entre 1546 y 1610 y su fachada en 1897. En otro lugar, San Martino sería un monumento de cierto relieve. En Venecia, es una mas de las aproximadamente 50 iglesias con que todavía cuenta la ciudad. Y no de las mas destacadas. Su interior guarda el monumento funerario de un dogo veneciano, así como un cuadro de Palma el Joven y numerosas obras de artistas menos conocidos. En cualquier caso, apenas pudimos estar quince minutos entre sus muros, antes de que, amablemente, nos indicaran que iban a cerrar las puertas.
Tras el breve paréntesis, seguimos avanzando, ahora por la Fondamenta degli Arsenalotti, en la orilla sur del Rio dell’Arsenale. El muro de ladrillo había sido sustituido por una sucesión de edificios, a los que llegaban pequeños puentes desde la fondamenta. Todos daban a puertas cerradas. El Arsenal de Venecia sigue siendo utilizado por la armada italiana y buena parte de sus dependencias están vedadas al público. Al final, fue imposible acceder a su interior. Tuvimos que conformarnos con hacer la clásica foto de sus torres desde el Ponte del Paradiso y seguir nuestro camino.
La mayor fábrica de la Europa medieval.
Los orígenes del Arsenal de Venecia se confunden con los de la ciudad. Se cree que su historia se remonta al siglo VIII y que, a principios del XII, comenzó a adquirir su forma actual. Dante lo menciona en la Divina Comedia. En 1320 recibió su empujón definitivo, al edificarse el Arsenal Nuevo, acabando con la dispersión de astilleros por toda la ciudad. A partir de ese momento, todos los barcos militares y los civiles de mayor envergadura se construirían en las instalaciones de Castello.
Hasta la revolución industrial, el Arsenal de Venecia fue la mayor fábrica de Europa. En sus instalaciones llegaron a trabajar 16.000 arsenalotti, nombre con el que se conocía a todos los que faenaban entre sus muros, fueran peones o ingenieros. Eran capaces de fabricar y equipar una galera en un día, aplicando métodos de producción en serie, estandarización y control de calidad, que no se volverían a ver hasta la invención de la cadena de montaje moderna por Henry Ford. Llegó a consumir el 10% del presupuesto de la república. A cambio, fue la pieza clave del poderío marítimo de Venecia.
El Arsenal tuvo un final tan brusco y amargo como la república a la que servía. En Marzo de 1797 las tropas francesas invadieron la Terraferma veneciana. El 16 de Mayo entraron en la ciudad. Durante la ocupación, se saqueó y destruyó buena parte de las instalaciones. Posteriormente, se despidió a todos los arsenalotti. En apenas unos días, las tropas de Napoleón acabaron con mil años de historia industrial. En Octubre, el Tratado de Campo Formio puso fin a la independencia de Venecia, al repartir sus territorios entre Francia y Austria.
Un tanto decepcionados, nos encaminamos hacia el sur, hasta llegar a Riva S. Biasio. Pasamos frente al Pabellón de las Naves y el Museo Histórico Naval de Venecia. No disponíamos del tiempo que ambos se merecen, por lo que habíamos decidido dejar la visita para otra ocasión. He de reconocer que fue difícil resistir la tentación de entrar. En unos minutos, llegamos a Riva San Biasio y giramos hacia el sureste. Tras disfrutar brevemente de la espléndida vista del bacino San Marco, con San Giorgio Maggiore y la Punta de la Aduana, nos internamos hacia el este por la Via Giuseppe Garibaldi.
En una ciudad donde las calles no suelen ser muy anchas, la Via Giuseppe Garibaldi llama la atención por su relativa amplitud, realzada por el hecho de que casi nunca está saturada de transeúntes. La explicación es muy sencilla. A pesar de su nombre, la vía es en realidad un rio terà, denominación usada en Venecia para los antiguos canales enterrados. En este caso, fue a partir de 1807 cuando se unieron las dos fondamente, para crear una ancha calle, que se adentra en el corazón de Castello. Antes de la unificación italiana, su nombre era Strada Nuova dei Giardini, pues era el principal acceso a los jardines públicos que se crearon hacia el sur, también durante la ocupación francesa de Venecia. Para mi gusto, la espaciosa vía parece poco veneciana. Demasiado amplia y seca. Pero basta internarse en los callejones que la rodean para recuperar una Venecia con mas encanto. Como en la también relativamente amplia Calle Nuova, siempre adornada con ropa tendida.
Además, el antiguo canal no desapareció completamente. Un poco mas allá del monumento a Garibaldi, reaparece la estructura original de la calle, convertida en Rio de Sant’Anna. En esa zona suele haber un pequeño mercadillo que, como no podía ser de otra forma en Venecia, en parte está en suelo firme y en parte en barcas. Tras superarlo, seguimos por fondamenta Sant’Anna hasta llegar al puente de Quintavale, uno de los dos que cruzan el amplio Rio dei Giardini, dando acceso a la isla de San Pietro di Castello.
La isla, situada en el extremo oriental del casco antiguo de Venecia, es, junto con Rialto, uno de los dos núcleos históricos que dieron origen a la ciudad. Aunque entonces era conocido como Olivolo. En el 774 se crea una diócesis con este nombre, teóricamente subordinada al patriarca de Grado, en el continente. Eran tiempos complicados y su obispo tenía que mantener un frágil equilibrio entre los poderes que luchaban por la laguna. Bizantinos, lombardos, mas tarde sustituidos por los francos, la Iglesia de Roma y el embrión de la futura República de Venecia pugnaban por controlar la diócesis, que en 1074 cambia su nombre por el de Castello. Finalmente, la situación se estabilizó, al ser Venecia reconocida como estado independiente, de forma expresa por el Sacro Imperio y de facto por Constantinopla. Castello siguió albergando la sede del obispado, generalmente fiel a Roma y por tanto enfrentado a la república. No fue hasta 1807, bajo ocupación francesa, cuando, por deseo expreso de Napoleón, la sede catedralicia se traslada a San Marco, hasta entonces iglesia privada de los dogos.
Según la tradición, San Pietro di Castello fue una de las ocho iglesias fundadas por San Magno de Oderzo en el siglo VII. La iglesia fue edificada y destruida varias veces, bien por incendios, bien por quedarse pequeña para sus funciones. El campanil actual es obra de Mauro Codussi. Construido en 1482, fue pionero en utilizar la piedra blanca de Istria en la ciudad. Por contra, la basílica se basa en un diseño de Andrea Palladio, el primero que realizó para Venecia. Por desgracia, el obispo que había contratado a Palladio falleció poco después y, probablemente por falta de fondos, se encargó a Francesco Smeraldi que simplificara el proyecto. El resultado fue una fachada que, si bien recuerda las de otros templos diseñados por Palladio, palidece en comparación con San Giorgio Maggiore o el Redentor. El interior, con su gran cúpula, también recuerda dichos templos, aunque sin la maestría en el dominio del espacio que caracterizaba a Palladio. Tampoco destaca por su colección de obras de arte, entre las que sobresalen algunos cuadros de Paolo Veronese y Marco Basaiti, o un retablo de Luca Giordano. La basílica atesora una «Cátedra de San Pedro», que según la tradición fue usada por el apóstol en Antioquía y regalada a Venecia por el emperador bizantino Miguel III. En realidad, parece proceder de la modificación de una estela funeraria islámica, ya que muestra vestigios tanto de escritura como de ornamentación árabe.
Con la visita a San Pedro, dimos por terminado nuestro periplo por Castello. Solo nos quedaba un breve trayecto, andando por los callejones de la isla, hasta el embarcadero de San Pietro di Castello, en su extremo oriental. Allí cogimos el vaporetto rumbo a Murano. Mientras navegábamos hacia Fondamente Nuove, bordeamos durante unos minutos el muro septentrional del Arsenal. Incluso, por un instante, pudimos ver el Canal de le Galeazze, entre un pequeño arco abierto en el muro y las torres de la antigua entrada al Arsenal. Me hice una promesa. La próxima vez que viaje a Venecia, iré con los deberes hechos y sabré como acceder al interior de sus muros.
El blog Viajar tiene una larga entrada sobre el sestiere: https://serviajero.blogspot.com/2019/04/venecia-castello.html.
En Viajar con el Arte hay una magnífica entrada sobre la basílica de San Juan y San Pablo: http://viajarconelarte.blogspot.com/2013/05/venecia-vii-basilica-dei-santi-giovanni_10.html. Si a alguien le sabe a poco, puede complementarla con otras dos entradas en el mismo blog sobre sus monumentos funerarios, en http://viajarconelarte.blogspot.com/2013/05/venecia-vii-basilica-dei-santi-giovanni.html y http://viajarconelarte.blogspot.com/2013/05/venecia-vii-basilica-dei-santi-giovanni_8.html. Además de otra entrada sobre la sacristía y la capilla del Rosario: http://viajarconelarte.blogspot.com/2013/05/venecia-vii-basilica-dei-santi-giovanni_17.html.
Sobre el arsenal, hay un artículo interesante en Cincuentopía: https://cincuentopia.com/el-arsenal-de-venecia-la-primera-fabrica-europea/.
En https://depuertoenpuerto.com/de-atenas-a-venecia/ se puede ver nuestro itinerario entre Atenas y Venecia.
En inglés, la web de la Scuola Grande di San Marco está en http://www.scuolagrandesanmarco.it/en/.Es complicado localizar información fidedigna sobre las posibilidades de acceder al Arsenal. Lo mejor que he podido encontrar es una página en la web oficial del ayuntamiento de Venecia: https://www.comune.venezia.it/it/content/visit-arsenale.