Como toda ciudad antigua que se precie, Micenas hunde su leyenda fundacional en la mitología. En este caso en Perseo. Un semidiós, hijo de Zeus y Dánae y esposo de Andrómeda. Tras matar accidentalmente a su abuelo, el rey de Argos, Perseo abandonó la ciudad y terminó fundando Micenas, en una colina once kilómetros al norte. En realidad la colina, con una posición privilegiada que controla las rutas entre el golfo Argólico y el istmo de Corinto, parece haber estado ocupada desde el quinto milenio antes de nuestra era. La población fue creciendo paulatinamente, aunque la falta de fuentes históricas hace difícil conocer los primeros siglos de la ciudad. La introducción de la escritura, aproximadamente en el 1450 AEC, tampoco ha sido de mucha ayuda. Todas las tablillas recuperadas tratan de aspectos administrativos. Útiles para conocer algunos detalles de la vida en palacio, pero poco más.
Micenas tuvo un papel importante en la guerra de Troya. Según Eratóstenes, el enfrentamiento habría tenido lugar entre los años 1194 y 1184 AEC. Cuando Menelao, rey de Esparta, quiso ir a Troya a recuperar a su esposa Helena, fue Agamenón, rey de Micenas, quien lideró la expedición. Quizá la guerra sea solo un mito, o quizá existió y sus causas reales fueran económicas y estratégicas. Aunque nunca podremos descartar que la merma del prestigio de Menelao, al no haber sido capaz de retener a su reina, fuera de tal calibre, que no tuvo más remedio que ir hasta Asia a intentar lavar su nombre.
Mito o realidad, lo cierto es que la datación de Troya VII y los restos allí encontrados, encajarían con la Ilión del relato homérico. Y que el enfrentamiento de los micénicos con los hititas y sus tributarios por el control del Egeo y su comercio, tenía siglos de antigüedad. También sabemos que aquella guerra fue el canto de cisne de la edad de bronce. Su colapso arrastró a la mayor parte de los estados del Mediterráneo oriental, entre ellos los diversos reinos micénicos y el propio imperio Hitita. Desconocemos sus causas reales. Los enigmáticos pueblos del mar, continuas guerras entre las potencias, erupciones volcánicas, sequías o, simplemente, el agotamiento de un sistema que había quedado caduco. Aunque, como siempre en la historia, probablemente el detonante sería una combinación de varios motivos. O incluso de todos.
Micenas se desvaneció en la historia. Aunque hay rastros de asentamientos hasta el periodo helenístico, su tamaño era cada vez menor. Y no ha quedado huella alguna de la existencia de un estado centralizado durante dicha fase. Mucho menos de su aparato burocrático. El colapso fue de tal calibre, que en Grecia hasta se perdió la escritura. Y tendrían que pasar cuatro siglos para que naciera una nueva cultura. De alguna forma, podemos hablar de una edad media de la antigüedad, en la que tanto la civilización, como los niveles de organización social y económica, sufrieron un claro retroceso.
Aunque el asentamiento acabara abandonado, su existencia nunca cayó en el olvido. Al menos, sabemos que la población local conocía la existencia de la cercana tumba conocida como el Tesoro de Atreo. También sabemos que Pausanias visitó Micenas en el siglo II de nuestra era. Y que aún eran visibles tanto la puerta de los Leones como parte de las murallas. También aparece en la Tabula Peutingeriana, probablemente confeccionada a finales del siglo IV. Después, se perdió el conocimiento de su ubicación concreta. Habría que esperar a la efímera conquista veneciana del Peloponeso para que, en 1700, Francesco Vandeyk diera nuevamente con el emplazamiento, desenterrando parcialmente su puerta más célebre.
Durante el siglo XVIII, pasaron por allí diversos «turistas», principalmente como parte de una versión alternativa del Grand Tour. Hasta que, una vez más, entró en escena Lord Elgin. Haciendo honor a una de sus más enraizadas costumbres, quiso expoliar la puerta de los Leones. Afortunadamente, el bloque de piedra resultó ser demasiado pesado para intentarlo transportar y tuvo que conformarse con algunos elementos menores del Tesoro de Atreo, que aún siguen en Gran Bretaña. La primera excavación con criterios arqueológicos la realizaría Kyriakos Pittakis en 1841, aunque sería muy limitada. En 1874 fue el turno de Heinrich Schliemann, recién llegado de su excavación en Hisarlik. Su trabajo en Micenas era una continuación de lo realizado en Troya. Por eso cuando, guiado por la obra de Pausanias, encontró una máscara de oro, no dudó en afirmar que había pertenecido al ajuar funerario de Agamenón. Hoy sabemos que es imposible. Las fechas no coinciden.
Desde entonces, las campañas de excavación han sido numerosas, permitiendo el afloramiento de buena parte de la antigua ciudadela. La zona más elevada y protegida de la ciudad, donde residían la clase alta y sus sirvientes. También se han descubierto varios grupos de tumbas. En paralelo, se ha acondicionado el yacimiento arqueológico de forma que pueda ser visitado sin afectar a los restos, creando un sistema de rampas en las zonas más sensibles, que simultáneamente favorecen su accesibilidad. En 1999 Micenas sería incluida, junto con el cercano Tesoro de Atreo y la acrópolis de Tirinto, en el listado del Patrimonio Mundial de la UNESCO.
El lugar es sin duda interesante, aunque solo sea por poder contemplar la imponente puerta de los Leones. Más allá de ésta, algunos fragmentos de la muralla ciclópea y el conjunto de tumbas conocido como Círculo A, buena parte del yacimiento está en muy mal estado de conservación. Algo que, debido a su antigüedad y al abrupto final de la civilización que edificó la ciudad, tampoco nos debería extrañar. Por ejemplo, del antiguo recinto palaciego apenas quedan unos cuantos muros. Aunque en un lateral del yacimiento hay un pequeño museo, la mayor parte de los objetos encontrados durante las excavaciones se encuentra actualmente en el Museo Arqueológico de Atenas.
En cualquier caso, el recorrido por las ruinas está perfectamente señalizado y explicado, con una infografía clara y bien mantenida, que te ayudará a entender y poner en contexto los restos que tienes delante. La entrada al yacimiento también incluye el acceso al Tesoro de Atreo, del que apenas te separarán 400 metros. Entre ambos, forman una visita imprescindible para cualquier aficionado a la historia o la arqueología que se encuentre por la zona. Si además la complementas con un recorrido por Tirinto (que nosotros no pudimos realizar) y una visita a las salas micénicas del Museo Arqueológico Nacional, en Atenas, podrás decir que has visto, con tus propios ojos, lo mejor de aquella civilización que, de alguna forma, era para los griegos clásicos lo mismo que ellos son para nosotros. Estarás, por tanto, ante la remota fuente de buena parte de nuestros mitos primigenios.
If you see this after your page is loaded completely, leafletJS files are missing.
Para ampliar la información.
El Giróscopo Viajero tiene un largo artículo sobre Micenas: https://elgiroscopo.es/visita-al-palacio-de-micenas-en-grecia/.
En la versión española de World History Encyclopedia encontraremos una interesante entrada sobre la civilización micénica: https://www.worldhistory.org/trans/es/1-11147/la-civilizacion-micenica/.
La misma web tiene otro artículo que nos ayudará a comprender el colapso de la edad de bronce: https://www.worldhistory.org/trans/es/1-10433/el-colapso-de-la-edad-del-bronce/.
En inglés, se pueden consultar horarios y comprar entradas en https://hhticket.gr/tap_b2c_new/english/tap.exe?PM=P1P&place=000000027.
También es posible ver los horarios en la web del ministerio de cultura griego http://odysseus.culture.gr/h/3/eh355.jsp?obj_id=2573.
En https://whc.unesco.org/en/list/941/ encontraremos información sobre la inscripción de los yacimientos de Tirinto, Micenas y el Tesoro de Atreo en el listado del Patrimonio Mundial.
Trackbacks/Pingbacks