Tras pasar la mañana visitando el parque nacional de Mljet, aprovechamos las dos horas de navegación para comer y reponer fuerzas. Le Lyrial fondeó en el canal de Pelješki, menos de una milla al oeste de Korčula. El paisaje que nos rodeaba era realmente hermoso. A un lado, la isla de Korčula, con sus montes cubiertos de vegetación elevándose por encima de los 500 metros. Al otro, la mas pelada pero también mas agreste península de Pelješac. La parte inferior de sus laderas estaba cubierta por un variado bosque mediterráneo, en el que se alternaban diversas especies de coníferas. Numerosas iglesias se desperdigaban entre la arboleda. Mas arriba, las blancas paredes de roca rozaban los mil metros de altitud.
Desembarcamos al filo de las dos y media. La lancha nos dejó en el extremo septentrional del puerto, muy cerca del recinto amurallado. Buscando la sombra, empezamos a recorrer la muralla hacia el este, para después girar hacia el sur. A nuestra izquierda podíamos ver el mar, de un intenso azul, enmarcado por las costas de Pelješac y la isla de Badija. A nuestra derecha, estrechos callejones penetraban en el casco histórico. Avanzábamos prácticamente solos por la calle que discurre sobre la antigua muralla. Raramente nos cruzábamos con alguien, mientras que los callejones estaban prácticamente desiertos. Sus únicos ocupantes charlaban tranquilamente en grupos de dos o tres personas, con sus sillas plantadas en medio de la calle, siempre buscando un lugar a la sombra. El contraste con las saturadas calles de Dubrovnik no podía ser mayor.
Finalmente, llegamos frente a la escalinata que lleva a Kopnena Vrata, la puerta principal de acceso al recinto amurallado por el lado de tierra. Kopnena Vrata está defendida por la torre Revelin, del siglo XIII. El antiguo puente levadizo de madera fue sustituido por uno de piedra en el siglo XVIII, a la vez que se construía la vistosa escalera de acceso, que tanto realza el conjunto. Sobre la puerta, un león de San Marcos nos recordó el largo periodo de dominio veneciano que, con alguna interrupción, se extendió entre los años 998 y 1797. Atravesamos el arco, adentrándonos en el casco antiguo de Korčula.
Nada mas entrar en el recinto amurallado, a la izquierda se encuentra el antiguo palacio del gobernador, reconvertido en ayuntamiento de la ciudad. Edificado en 1520, sus pisos superiores fueron añadidos en 1866. A la derecha, frente al ayuntamiento, está la pequeña iglesia de San Miguel (Svetog Mihovila). Tanto su fachada como su interior son inequívocamente barrocos, aunque debió existir un templo mas antiguo, pues se le menciona en un documento de 1408. Su aspecto actual es fruto de una reforma de 1615, que en cualquier caso respetó el púlpito renacentista incrustado en una de las paredes.
Salimos de la catedral y el exterior nos recibió con una bofetada de calor. Decidimos hacer una pausa y aprovechar para darnos un chapuzón en la cercana playa de Puntin, en el extremo septentrional de Korčula. Regresamos al centro a las cinco de la tarde, para visitar el museo de la ciudad. El palacio Gabrielis, un magnífico edifico de los siglos XV y XVI que normalmente aloja el museo, estaba en restauración. Mientras tanto, sus fondos se amontonaban provisionalmente en otro edificio histórico, a espaldas del palacio Arneri. A pesar del aspecto improvisado de sus salas, donde el contenido mas que exponerse se amontonaba de cualquier manera, la visita fue interesante, ayudándonos a comprender la rica historia de la ciudad y los modos tradicionales de vida de sus habitantes. Se supone que, para cuando escribo esta entrada, la restauración del palacio Gabrielis debería estar completada y el museo instalado de nuevo en sus salas.
A continuación, regresamos a San Marcos. Queríamos subir a su torre, que habíamos encontrado cerrada durante nuestra visita a mediodía. La subida no es apta para quien tenga claustrofobia. La escalera de caracol con la que empieza es tan estrecha que incluso es necesario un semáforo para regular su uso. El tramo superior tampoco es recomendable para quien sufra vértigo. Para los demás, el esfuerzo merece la pena. Se puede subir hasta la altura de las campanas, por lo que es aconsejable no coincidir con las horas en punto. Además de disfrutar de las mejores vistas de Korčula y su entorno, permite apreciar de cerca numerosos detalles de la catedral.
Cuando descendimos de la torre, nos dedicamos a callejear por la ciudad. El casco antiguo de Korčula no es demasiado grande, por lo que pasamos por segunda vez en el día junto a la supuesta casa de Marco Polo. Por la mañana, nos había dado la sensación de ser una trampa para turistas. Por la tarde, entramos en la tienda de recuerdos que hay en sus inmediaciones y nos volvió a dar la misma impresión. Pero al final la curiosidad nos pudo y probamos suerte. Aunque he de confesar que logró superar mis peores presentimientos, no me sentí engañado. Al fin y al cabo entramos barruntando que iba a ser decepcionante. La «casa» no es mas que un torreón moderno, con unos cuantos paneles explicativos, de dudosa calidad, colocados de cualquier forma por sus paredes. Desde lo alto, se contempla una vista parcial de la ciudad, que no resiste la comparación con la que hay desde la cercana torre de San Marcos. Justo al lado, el edificio histórico en ruinas que supuestamente podría haber sido la casa natal del célebre viajero, es poco mas que un solar convertido en un vertedero improvisado. Y eso es todo. Que alguien intente lucrarse con algo así lo puedo entender, aunque no lo comparta. Lo que realmente me asombra es que la web oficial de turismo de Korčula promocione semejante lugar.
¿Nació Marco Polo en Korčula?
Pero al menos un documento sitúa a los Polo en Venecia desde 1168, 86 años antes del nacimiento del famoso viajero. También sabemos que su abuelo vivía en el barrio veneciano de San Felice, donde nació Niccolò, el padre de Marco. Todo apunta, por tanto a que los Polo, aunque fueran de origen dálmata, estaban asentados en Venecia desde mediados del siglo XII. En cualquier caso, nacido en la misma ciudad de la laguna o en una de sus posesiones de ultramar, nadie duda que Marco Polo era ciudadano de la República de Venecia y que como tal se hizo famoso.
Para intentar quitarnos el mal sabor de boca, pasamos el resto de la tarde explorando los callejones de Korčula. Dio resultado. La ciudad está llena de rincones encantadores y sus edificios de interesantes detalles arquitectónicos. Los largos siglos de influencia veneciana saltan a la vista, tanto en la arquitectura cilvil como en la religiosa. Así como la extraordinaria habilidad de los artesanos locales. Las grandes familias de Korčula rivalizaron durante siglos, edificando numerosos palacios en estilo gótico, renacentista o barroco. A lo que hay que añadir las iglesias, generalmente de reducidas dimensiones, que se pueden encontrar en los rincones mas insospechados. La hora larga que pasamos vagando sin rumbo fijo nos reconcilió con Korčula.
El comienzo del atardecer nos sorprendió sobre la muralla occidental, junto al diminuto puerto antiguo, ocupado en su mayor parte por una hilera de grandes yates. Un transbordador, con sus cubiertas abarrotadas, se preparaba para zarpar. No pude evitar preguntarme dónde habrían estado todas esas personas a lo largo del día, pues habíamos tenido la sensación de estar prácticamente solos en la ciudad. Aunque quizá no lo habíamos estado y nuestra percepción estaba sesgada por la masificación del día anterior en Dubrovnik. Por contra, la sensación en Korčula era de una asombrosa tranquilidad. Comenzaba a refrescar y las pocas personas que quedaban en el puerto tomaban posiciones para contemplar la puesta de sol. Algunos sentados en bancos, otros directamente en el muelle, con las piernas colgando sobre el agua.
Decidimos descender de la muralla y caminar hacia el oeste, buscando una vista algo mas despejada del ocaso. El plan era llegar hasta la cercana iglesia de San Nicolás, pero no lo logramos. Según avanzábamos junto a la orilla, la luz del atardecer teñía de oro los edificios de Korčula que quedaban a nuestra espalda. Desde un desvencijado patalán de madera, un grupo de críos se entretenía saltando a las aguas del puerto. Sus gritos y risas llenaban el aire. A pesar de lo cual, el momento rezumaba serenidad. O quizá eran precisamente esas risas despreocupadas las que enfatizaban el sosiego del atardecer. El caso es que nos sentamos en un banco junto al mar y pasamos en el media hora larga, disfrutando de la escena mientras el cielo se oscurecía y las luces de Korčula se encendían una tras otra.
Los niños se fueron con la luz y nosotros pensamos que ya no merecía la pena llegar hasta San Nicolás. Al igual que en Dubrovnik, habíamos planeado cenar antes de regresar a Le Lyrial. Nos encaminamos hacia la zona oriental de la muralla, buscando un restaurante agradable. Cuando llegamos, nos sorprendió el ambiente. Un grupo de jóvenes interpretaba temas populares entre los cañones de la torre de Todos los Santos, mientras numerosas personas paseaban por las calles adyacentes. Por un momento, pensé que no conseguiríamos cenar. Pero tuvimos suerte. Encontramos una mesa en la terraza de Pensatore, junto al parapeto de la muralla. Un lugar agradable, aunque la cena no cubrió nuestras expectativas.
Tras la cena, aprovechamos para dar un paseo nocturno por la ciudad. A esas alturas, habíamos recorrido buena parte de sus callejones, por lo que buscamos aquellos que nos habían parecido mas interesantes, para contemplarlos de noche. Una vez mas, nos llamó la atención lo concurridas que estaban las mismas calles que durante el día habíamos encontrado prácticamente vacías. Callejeando, llegamos al puerto sobre las diez y cuarto, quince minutos antes de que zarpara la última lancha hacia Le Lyrial. Debíamos ser los últimos, ya que según abordamos la lancha, tan solo ocupada por otra pareja, su tripulación intercambió por radio un par de frases con el barco y partimos de forma inmediata. Mientras las luces de Korčula fueron quedando atrás, recordé de nuevo su apodo de «pequeña Dubrovnik». Aunque no puede rivalizar en monumentalidad ni en historia con la antigua Ragusa, la escala nos había dejado sensaciones muy agradables. Una ciudad interesante, con numerosos lugares que visitar y en la que se respira una tranquilidad que sería el sueño de cualquier visitante de la masificada Dubrovnik.
El blog Kris por el Mundo tiene una entrada interesante sobre la ciudad: https://www.krisporelmundo.com/que-ver-en-korcula-croacia/.
En los traveleros dan consejos sobre como llegar desde Dubrovnik hasta Korčula: https://lostraveleros.com/como-ir-de-dubrovnik-a-korcula/.
En inglés, la web https://www.korculainfo.com está llena de información práctica.
La web oficial de turismo de Korčula está en http://www.visitkorcula.eu/index.html.
Quien quiera profundizar en la polémica sobre el nacimiento de Marco Polo, puede leer https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S2212682113000140. Para quien tenga prisa, el título es un magnífico resumen del contenido.