Mi primer día en Stavanger había sido tan fructífero como agotador. El resultado fue que, la mañana siguiente, me levanté bastante más tarde de lo habitual. Entre unas cosas y otras, salí a la calle a las 9:30. Mi plan para el día era muy sencillo: descansar. Había estudiado previamente las rutas de los barcos rápidos que recorren las cuatro esquinas del Boknafjord. Entre todas, la que me había parecido más interesante era la que iba hasta Sauda, en el fondo del fiordo homónimo. No es que Sauda tuviera nada especial que ver, sobre todo en invierno. Mi única pretensión era relajarme en una de las cómodas butacas de un moderno catamarán, mientras veía pasar frente a sus ventanas los hermosos paisajes noruegos. Que el trayecto, incluidas sus once escalas, durase casi dos horas y media en cada sentido, lo vi como una ventaja. Más tiempo para dar un merecido descanso a mis fatigadas piernas.
Realizaba la ruta el M/S Fjordlys. Un catamarán de fibra de carbono, construido en 2014 por Brødrene Aa, la misma empresa que había fabricado el Rygerdronningen, en el que había navegado la jornada anterior. Pero ambos buques, aun teniendo ciertas similitudes, eran claramente diferentes. El Rygerdronningen estaba optimizado para el mercado turístico, favoreciendo la amplitud y la utilización de las cubiertas exteriores. El Fjordlys, por contra, primaba la velocidad y la capacidad, al estar enfocado al transporte de pasajeros. Al viajar en barco por Noruega, es importante saber en qué tipo de embarcación te metes, más que nada para no llevarte decepciones. En los catamaranes rápidos, como el Fjordlys, capaces de alcanzar los 30 nudos a pesar de su reducida eslora, es virtualmente imposible salir al exterior durante la navegación. Lo último que quieren es tener que perder el tiempo «pescando» a un turista despistado que haya caído por la borda.
El Fjordlys zarpaba de Fiskepir, la terminal de transporte marítimo situada al norte del centro de la ciudad, apenas a 900 metros andando desde el hotel. Era domingo, por lo que no esperaba una actividad frenética. Pero encontré una terminal completamente vacía, con todo cerrado. ¿Me habría equivocado de hora? Los paneles informativos indicaban claramente lo contrario. Simplemente, había sido demasiado previsor. En unos minutos, comenzó a aparecer el pasaje. Pregunté a una chica y me confirmó que, al estar cerrada la taquilla, se podía pagar a bordo. A las 10:45, estaba sentado en una cómoda butaca junto a la ventana, en un barco con menos de un cuarto de ocupación. Zarpamos cinco minutos más tarde.
El día era gris, con chubascos intermitentes. Una capa compacta de nubes bajas cubría el cielo, ocultando las cimas de las montañas. El Fjordlys iba de escala en escala, cumpliendo con asombrosa eficacia el procedimiento de atraque. Arrimaba la proa al muelle, mientras bajaba la pasarela hidráulica. Sin amarrar la embarcación a tierra, desembarcaba y embarcaba los pasajeros, para zarpar inmediatamente, tan pronto como la última persona pisaba la cubierta, elevando la pasarela sobre la marcha. Un lento goteo iba vaciando el barco, mientras saltábamos de isla en isla, recorriendo el Boknafjord.
Tras realizar tres escalas muy juntas, en Jelsa, Foldøy y Hebnes, dejamos atrás la parte más amplia del Boknafjord para adentrarnos en el Sandsfjord, uno de sus brazos septentrionales. El paisaje se iba volviendo más agreste, a la vez que la nieve se adueñaba de las cimas de las montañas. Lo que no cambiaba era el cielo, de un amenazante gris plomizo.
Recorrimos los 25 kilómetros del fiordo, hasta llegar a nuestra última escala intermedia. Sand, una pequeña localidad, de apenas 1.100 habitantes, situada muy cerca de la confluencia entre el Hylsfjord y el Saudafjord. Cuando planifiqué la ruta, estuve contemplando la posibilidad de bajar allí y esperar el barco de vuelta. Sand es la capital del municipio de Suldal, en el que hay varios puntos de interés. Al final, mi cansancio me empujó a ceñirme al plan inicial.
Tras zarpar de Sand, nos internamos en el Saudafjord. A esas alturas, el barco estaba prácticamente vacío, por lo que era mucho más sencillo moverse por su interior de un lado para otro. El paisaje se iba volviendo cada vez más agreste, mientras recorríamos los 17 kilómetros del fiordo. También empezaron a hacerse más abundantes las cascadas, entre las que destacaba la majestuosa Honganvikfossen. Con 155 metros de altura, es una de las mayores de Rogaland. Un poco más al norte está Svandalsfossen. También es un destino muy popular, pues la carretera Rv520 pasa literalmente a sus pies. En las inmediaciones hay un aparcamiento y una escalera metálica, con 540 escalones, que permite visitar la parte superior de la cascada.
Llegamos a Sauda a las 13:20. Según nos aproximábamos al muelle, destacaba la enorme planta de ferromanganeso que ocupa el fondo del fiordo. Una visión un tanto inesperada en medio de la salvaje naturaleza noruega. Pero la planta no estaba sola. Sauda es un área eminentemente industrial, debido a la abundancia de saltos de agua, que permite generar electricidad barata. En 1910, una compañía americana estableció allí la que, en aquel momento, era la mayor fundición de Europa. La planta fue seguida por otras, entre las que destacó una fundición de aluminio, establecida por los alemanes durante la ocupación de Noruega y demolida tras la guerra. En la actualidad, además de la enorme planta de Eramet, hay otras de Saint-Gobain, Statkraft o Elkem.
A pesar de su industria y de la cercana estación de esquí de Saudasjøen, la pequeña ciudad no parece pasar por su mejor momento. Tras alcanzar los 6.700 habitantes en la década de 1960, su población en 2020 se había reducido a 4.595. El aspecto de la población contrastaba vivamente con la generalmente inmaculada y próspera Noruega. Edificios mal conservados, tiendas decrépitas. Todo ello rematado por un ayuntamiento con un aspecto un tanto soviético. El día, gris y lluvioso, no ayudaba. Tampoco que las calles estuvieran prácticamente desiertas. Una vez se dispersó la docena de personas que había desembarcado del Fjordlys, era difícil cruzarse con alguien.
El único edificio que me llamó la atención en Sauda fue su iglesia. Hay indicios de que, antiguamente, hubo una stavkirke en Saudasjøen. Tras dos reformas, una a mediados del siglo XVIII y otra a principios del XIX, no quedó el menor vestigio de la iglesia original. En 1866 se edificó una nueva, en la ubicación actual. En cualquier caso, como suele ser habitual en Noruega, la encontré cerrada. Me tuve que conformar con dar una vuelta por su bucólico entorno.
Volví a embarcar unos minutos antes de las dos de la tarde. Podría haber esperado al siguiente ferry, pero suponía quedarme cinco horas en una ciudad en la que había poco que hacer y realizar todo el trayecto de vuelta de noche. Me pareció más interesante dar un paseo al atardecer por Stavanger. En cualquier caso, mi viaje de vuelta sería distinto del anterior. Por una parte, el ferry iba prácticamente lleno. Aparentemente, de estudiantes regresando a Stavanger tras pasar el fin de semana con sus familias. Además, el día cambiaba por momentos. Contra todo pronóstico, había dejado de llover y el sol comenzaba a romper las nubes más allá de Honganvikfossen.
Durante el trayecto hacia Stavanger, el día iba abriendo. El paisaje gris y mortecino de la mañana parecía haber cobrado un nuevo color. Fue una pena que, al ir sentado cerca de la popa, las continuas salpicaduras del catamarán, cuando éste alcanzaba su velocidad de crucero, me impidieran hacer fotos decentes. En cualquier caso, el barco iba prácticamente lleno, por lo que me fue imposible encontrar otro asiento libre junto a una ventana.
Regresé a Stavanger al filo de las 16:30, mientras comenzaba el atardecer. ¿Mereció la pena el viaje? Personalmente, cubrió mis expectativas. Sabía dónde iba y qué esperar del trayecto. Descansé, recorrí una parte de Rogaland que no conocía y, sobre todo, me recuperé de la intensa jornada anterior. Volví a Stavanger como nuevo, lleno de fuerzas para afrontar el resto de mi viaje al Ártico. Sin embargo, no es un trayecto que recomendaría a cualquiera. Si es tu primera visita a Stavanger, hay bastantes más cosas que hacer en la ciudad. Y, sobre todo, debes tener claro que no irás en un barco turístico. Tendrás que conformarte con disfrutar del paisaje desde detrás de los cristales.
En inglés, la página sobre el trayecto en barco en la web de Kolumbus está en https://www.kolumbus.no/en/travel/timetables/boats-and-ferries/ryfylke/.
Hay algo de información sobre el Fjordlys en la web de su fabricante: https://www.braa.no/fast-ferries/fjordlys.
Se puede visitar la web de turismo de Sauda en http://www.saudaferie.no/?lang=en.
La página oficial de turismo de Suldal está en https://www.visitsuldal.com.
La web European Waterfalls tiene entradas sobre Honganvikfossen (https://www.europeanwaterfalls.com/waterfalls/honganvikfossen/) y Svandalsfossen (https://www.europeanwaterfalls.com/waterfalls/svandalsfossen/).
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