Para llegar a Svartifoss tenía que recorrer una senda de 1,8 kilómetros, con un desnivel de aproximadamente 140 metros. La senda arrancaba junto al aparcamiento principal de Skaftafell y, en sus primeros metros, era bastante amplia. Lo que no impedía que, en un gélido día de febrero, un cartel recomendara el uso de crampones. Bajo una suave capa de nieve, se escondía otra de hielo, invisible a simple vista. Las primeras rampas, bastante pronunciadas, eran un tanto traicioneras. En cualquier caso, tras un primer ascenso la vista comenzó a ponerse interesante, con la amplia llanura costera perdiéndose en el horizonte hacia el sur y las cercanas montañas, cubiertas de nieve, dominando el paisaje hacia el norte.
El camino avanzaba a continuación en paralelo al río Stórilækur, donde un par de cascadas me sirvieron para ir abriendo boca. Hundafoss, con 25 metros de altura, y Magnusarfoss, con apenas 10. En cualquier caso, ninguna me pareció gran cosa, además de no tener una vista demasiado limpia desde el sendero.
Los últimos metros, antes de llegar a Svartifoss, el camino se complicaba, volviéndose bastante estrecho. Al menos en invierno, había que avanzar con cierta precaución. La nieve difuminaba sus bordes, mientras la senda descendía hacia el puente que atraviesa el Stórilækurrío, justo frente a la cascada. Una vez más, bajo la nieve había placas de hielo. que obligaban a extremar el cuidado durante el descenso hacia el río. En cualquier caso, la impresionante vista de la cascada, rodeada de una mezcla de columnas de basalto y enormes carámbanos, me animó a seguir adelante.
El día llevaba cambiando desde primera hora de la mañana. Cuando quise llegar al fondo del valle, junto a la cascada, las últimas nubes habían desaparecido, dejando un cielo de un azul asombrosamente intenso y un sol brillante, que se reflejaba con fuerza en el paisaje nevado. Toda la parte este de la cascada, que quedaba a la sombra, era prácticamente una mancha negra. Por contra, la pared al oeste presentaba un aspecto casi mágico, llena de grandes carámbanos cuyo hielo blanco contrastaba vivamente con la roca. En medio, Svartifoss apenas era un hilo de agua, que caía sobre un gran bloque de hielo.
Tras pasar un rato disfrutando del extraño entorno de la cascada, llegó el momento de iniciar el regreso. Comparado con la tranquilidad de mi paseo a primera hora hasta Skaftafellsjökull, Svartifoss se estaba llenando de gente por momentos. Durante el ascenso, por la parte más estrecha del sendero, tuve que detenerme varias veces para permitir el paso a grupos que bajaban. Había tenido la mala suerte de coincidir con un autobús y, según parecía, todo el camino de vuelta lo iba a tener que hacer cruzándome con personas vociferando y rompiendo la calma y serenidad del lugar. Entonces, según llegaba al camino principal, vi una indicación de una senda que conducía al mirador de Sjónarnípa. Sin tener muy claro dónde me dirigía, con la única guía de la senda marcada claramente en Maps.Me y las propias indicaciones sobre el terreno, me embarqué en una excursión que no había planificado y que acabó siendo lo mejor de mi visita a Skaftafell.
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También es recomendable visitar la entrada del blog Naturaleza y Viajes: https://www.naturalezayviajes.com/2017/04/cascada-svartifoss-visita-imprescindible-islandia.html.
En https://depuertoenpuerto.com/islandia-en-invierno/ se puede ver mi primer itinerario invernal por Islandia.
En inglés, la web Guide to Iceland tiene una entrada sobre la ruta: https://guidetoiceland.is/connect-with-locals/regina/svartifoss-waterfall-in-skaftafell-national-park.
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