Edificada por primera vez en 1571, San Agustín no tuvo unos comienzos fáciles. A los tres años, un incendio destruía la primera estructura de bambú y palma. Una segunda estructura ardió en 1583, por lo que se decidió edificar una iglesia de piedra. Levantada entre 1586 y 1607, los ocho terremotos a los que ha sobrevivido atestiguan la solidez de su construcción. En el de 1863 fue el único edificio público de Manila que no sufrió ningún daño. También sobrevivió a la ocupación y el saqueo británicos durante la Guerra de los Siete Años.
Pero la iglesia no salió indemne de tantos avatares. En el saqueo de 1762 se perdieron numerosos tesoros, como la mayor parte de la colección de tallas en marfil. También se profanaron las tumbas de Legazpi y otros conquistadores españoles. El terremoto de 1880 dañó su torre oriental. Aunque no se derrumbó, quedó tan maltrecha que se decidió demolerla, por lo que en la actualidad la fachada solo tiene una torre. Las pérdidas en la Segunda Guerra Mundial fueron mucho peores. De los 17 frailes que habitaban en el monasterio, 15 fueron asesinados por los japoneses. Durante el bombardeo estadounidense, la iglesia perdió parte de su tejado y sufrió el impacto directo de un obús en la pared de la capilla de Legazpi. El monasterio fue parcialmente destruido. Se perdieron unos 20.000 libros y mapas antiguos, 271 cuadros y gran cantidad de enseres y mobiliario histórico. Tras la derrota japonesa, las tropas estadounidenses acamparon en la iglesia, dañando suelos, bancos, altares, pinturas e imágenes.
A pesar de tanta destrucción, la iglesia sigue atesorando un enorme patrimonio. Al entrar, es imposible evitar una extraña sensación de familiaridad. La arquitectura, el mobiliario, las pinturas y las imágenes, trasladan al visitante a una iglesia barroca inequívocamente española. Además de su valor artístico, San Agustín tiene gran importancia histórica, siendo la iglesia más antigua de Filipinas. Los restos de Legazpi y otros conquistadores reposan ahora en la capilla más oriental del transepto. Entre sus muros se prepararon los términos de la rendición de Manila a las tropas estadounidenses en 1898. En 1993 fue incluida, junto a otras tres iglesias barrocas del archipiélago, en la lista del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO.
El monasterio fue restaurado en la década de 1970, siendo convertido en un museo. En su interior, se puede apreciar parte del patrimonio que sobrevivió a la batalla de Manila, así como diversos elementos donados o trasladados desde otros lugares. Cuadros y retablos comparten salas con mobiliario y objetos de culto. También se expone la colección de tallas de marfil, con las piezas que sobrevivieron al saqueo británico complementadas con adquisiciones y donaciones posteriores. En una de las salas se conserva una colección original de un enciclopédico tratado sobre la flora de las islas, original del siglo XIX. Tampoco faltan elementos típicamente orientales, generalmente procedentes del comercio con China. Una visita imprescindible para comprender la originalidad cultural de Filipinas.
Dentro del actual entorno, un tanto caótico y desolado, del casco histórico de Manila, el conjunto de la iglesia y el museo de San Agustín destacan por su valor intrínseco, por ser un remanso de paz y por constituir prácticamente el último recordatorio de la excepcionalidad de la Manila española. Un patrimonio cultural que, desgraciadamente, en su mayor parte se ha perdido para siempre.
De Zumárraga a Filipinas es un interesante blog con referencias a las relaciones entre España y el archipiélago. Tiene una página dedicada a la tumba de Legazpi: http://www.zumarragarraenfilipinas.com/tumba-de-miguel-lópez-de-legazpi-iglesia-de-san-agust%C3%ADn-manila.html.
En https://depuertoenpuerto.com/crucero-mar-de-la-china-meridional/ se puede ver nuestro itinerario completo por el mar de la China Meridional.
En inglés, el blog Wandering Bakya tiene una larga y descriptiva entrada sobre el museo: http://wanderingbakya.com/san-agustin-museum-manila/.
Me ha gustado mucho el artículo y no menos las fotos. Una pena todo lo que se ha perdido