Greenock

El puerto de Greenock está situado en la costa sur del río Clyde, muy cerca de su desembocadura en el Firth of Clyde. Al tener un muelle apto para grandes barcos, suele utilizarse como punto de desembarco por los cruceros de gran tamaño que visitan Glasgow y, últimamente, incluso para algunos de los que visitan Edimburgo, que de este modo evitan el laborioso y lento uso de las lanchas.

Por la propia configuración del Firth of Clyde, Greenock está muy protegida de los embates del mar. El puerto consiste únicamente en un muelle, sin espigones ni otro tipo de protecciones, ya que son innecesarias.

El atraque lo hicimos junto al depósito de contenedores, donde habían improvisado una «terminal» en una nave industrial aneja. Como nota curiosa, en lugar de utilizar vallas para aislar al pasaje del tráfico de maquinaria del puerto, hicieron una barrera con unos cuantos contenedores, que comenzaron a retirar según salía el barco del puerto. Mientras atracábamos, un gaitero escocés interpretaba continuamente melodías tradicionales. Para variar, hacía un día espléndido, con diferencia el mejor que habíamos tenido desde nuestra salida de Hamburgo.

Nada más salir del barco cogimos el autobús para ir a Glasgow. No nos quisimos complicar la vida, así que utilizamos el transporte que facilitaba la naviera. A la vuelta, llegamos con la suficiente antelación como para dar una pequeña vuelta a la ciudad, que tampoco parecía tener mucho que ofrecer, aparte de la tranquilidad de sus calles y algún edificio con fachadas victorianas o neogóticas.

La salida de Greenock fue muy agradable. Como ya he comentado, hacía un día espléndido. Si al llegar había un gaitero solitario, a la salida teníamos toda una banda: una despedida preciosa de Escocia.

Después de abandonar el muelle, tardamos aproximadamente tres horas en salir del Firth of Clyde. Hasta ese día, habíamos tenido bastante mal tiempo, por lo que pensaba que ese era el motivo de que casi siempre fuéramos unos cuantos, poco más de una docena, los que normalmente estábamos en cubierta. Habitualmente éramos los mismos, hasta el punto de que ya nos conocíamos de vista y nos saludábamos cuando nos veíamos por el barco. Ese día, seguimos siendo los mismos. Al principio, había alguna cara nueva, pero se fueron enseguida, no se si a cenar o a ver algún espectáculo.

La navegación fue muy entretenida, entre las distintas islas y penínsulas que rodean el firth. Habían aparecido algunas nubes, pero el día seguía siendo bastante luminoso y el aire estaba más limpio que en días pasados, por lo que la visibilidad era muy buena. Al atardecer estábamos a la altura de la isla de Arran, que nos regaló una bonita puesta de sol.