En contra de lo previsto, el agua desechada por la planta, que se expulsaba directamente al campo de lava colindante, acabó creando varias charcas. En 1981 un enfermo de psoriasis se bañó en una de ellas, tras lo que pudo apreciar una mejora en sus síntomas. La zona comenzó a ganar popularidad, con el resultado de que, 6 años más tarde, se crearon las primeras instalaciones para el baño. En 1992 se fundaba la Blue Lagoon Company, con el fin de explotarlas comercialmente. Nacía así la Laguna Azul.
Antes de continuar, una advertencia. Si has llegado a esta página buscando información para realizar una visita convencional al lugar, no sigas. La Laguna Azul representa lo que más detesto de Islandia: saturación, postureo, mercantilización . . . Un compendio de todo aquello en lo que la peor cara de la masificación turística está convirtiendo, poco a poco, la salvaje Tierra de Hielo. En todo caso, al final de la entrada dejo algún vínculo que quizá pueda interesarte.
«¿De verdad tú has ido a la Laguna Azul?» Era la reacción más común cuando, al volver de mi segundo viaje invernal a Islandia, comentaba con mis amigos los lugares que había visitado. «No me lo puedo creer». Sin embargo, era cierto. En algún blog, cuyo nombre ya no recuerdo, había leído algo sobre las posibilidades fotográficas de los alrededores de la laguna. Aquella zona, fuera del recinto turístico, que es de acceso libre. Cuando, intentando llegar a Geldingadalir, me encontré con un vehículo del servicio de emergencias bloqueando la ruta, me pareció una buena alternativa. Tan solo estaba a 9 kilómetros de su aparcamiento y, si el lugar me decepcionaba, siempre podría acercarme hasta Brimketill, Gunnuhver o Reykjanestá, apenas otros 15 kilómetros más allá.
Entre unas cosas y otras, acabé llegando al aparcamiento al filo de las 13 horas. Después de varios días recorriendo el norte y el oeste de la isla en una soledad casi absoluta, me llamó la atención el elevado número de coches. Aunque, con el turismo de Islandia aun sufriendo los últimos coletazos de la pandemia, la afluencia a la laguna era inferior a lo normal, había allí más vehículos que los que había podido ver en muchas de las anteriores jornadas de mi viaje. No me desanimé. Busqué un camino solitario que partía de la zona noreste del aparcamiento y me adentré en un paisaje completamente irreal.
La Laguna Azul se ubica en el campo de lava de Illahraun, que tiene su origen en la erupción de 1226. Su nombre se traduciría como «Campo de Lava del Horror». Una de sus características es la falta de pendientes en el paisaje resultante. Algo que parece estar ocasionado por el rápido enfriamiento de la lava. Comportamiento que, según las teorías más recientes, guarda relación con el hecho de que el magma brotaba desde varios volcanes, todos ellos de escaso tamaño. Entre los volcanes que hay en las inmediaciones, destacan Hrútagjá, Þráinskjöldur y Sandfellshæa.
Al principio la senda, ancha y con buen firme, avanzaba en paralelo a lo que parecía ser un pequeño canal, lleno de agua de un extraño color gris azulado. La tonalidad se produce por la forma en que el sílice que el agua tiene en suspensión refleja los rayos del sol. La mezcla de oscura lava y blanca nieve hacía todavía más irreal el paisaje. Aunque éste tan solo era una anticipo de lo que me esperaba un poco más adelante.
Enseguida llegué a la sección septentrional de la laguna, en el extremo opuesto a la zona que se utiliza para el baño. Su aspecto era completamente irreal. Como tantas veces en Islandia, aquello parecía una escena alienígena. Un caótico laberinto de roca y nieve, parcialmente inundado por un líquido de apariencia lechosa.
Observándolo con detalle, semejaba un paisaje en miniatura, con sus islas, islotes y escollos. En un océano de agua de un azul cercano al turquesa, sobresalían rocas de las formas y tamaños más diversos. Su parte inferior, impregnada por el sílice, mostraba un extraño color blanquecino, que se iba difuminando con la altura. Después, una franja de lava desnuda, cuyos tonos oscuros realzaba el entorno predominantemente blanquecino. Más arriba, empezaban a aparecer manchas de musgo, en ocasiones mezcladas con nieve.
En otras zonas, las diminutas bahías estaban cubiertas por una delgada capa hielo, formando extrañas texturas. Quizá éstas tengan su origen en el sílice que contiene el agua. También se cree que el sílice es el responsable del nacimiento de la laguna, pues su fuerte presencia en el agua habría acabado por sellar los poros naturales de la lava, haciéndola impermeable.
Tras avanzar unos metros por la orilla occidental del lago, la senda se bifurcaba. Un puente saltaba sobre la laguna, camino del cercano hotel Silica. Seguí unos metros hacia el este, fijándome cada vez más en los miles de detalles que el entorno me brindaba. Muchas veces, era complicado distinguir el hielo de la nieve y éstos del sílice sedimentado en el fondo de la laguna.
Aquel lugar era el paraíso del aficionado a la fotografía. Aunque la luz era bastante más dura de lo habitual en Islandia, las posibilidades eran infinitas. Podría haber pasado un día entero en la zona sin agotarlas. Pero, consultando el estado de las carreteras del sur de Reykjanes, pude ver que la 427 volvía a estar abierta. Apenas eran las dos de la tarde. Si me daba prisa, aun tenía una oportunidad de intentar llegar al volcán. Con cierta pena, decidí que había llegado el momento de retomar mi plan A.
Un lugar cambiante.
Para ampliar la información.
En https://depuertoenpuerto.com/diez-dias-de-invierno-en-islandia/ describo todo mi segundo recorrido invernal por Islandia.
En inglés, también puede interesarte visitar el blog Traverse: https://www.traverse-blog.com/truth-about-blue-lagoon-iceland/.
Más allá de la información meramente comercial, la web oficial de The Blue Lagoon tiene una sección interesante: https://www.bluelagoon.com/about/water.
Aunque no he logrado volver a encontrar la web que inspiró mi visita, en https://travelshopgirl.com/a-different-view-from-outside-the-blue-lagoon-iceland/ hay una breve descripción de un recorrido por el exterior de la laguna.
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