Salvo que vueles al remoto aeropuerto de Nerlerit Inaat, atravesar el estrecho de Dinamarca es un requisito indispensable para todo aquel que, como nosotros, quiera llegar desde Islandia a la costa oriental de Groenlandia. Nuestro destino era Ittoqqortoormiit, cerca de la boca de Scoresby Sund, el mayor sistema de fiordos del mundo. Lo cual suponía una distancia de navegación ligeramente superior a los 500 kilómetros. En tiempo, algo más de un día, incluyendo sus noches previa y posterior. Una jornada de navegación, en la que descansar el cuerpo y la mente, preparándolos para la segunda parte de nuestro viaje. A priori, la más interesante.
Tras el desayuno, el día avanzaba lenta y pausadamente, aunque no faltaban los entretenimientos. El primero, una charla con las instrucciones a seguir para abordar las zódiac. Comenzaba la parte de expedición del crucero, en la que no haríamos ningún desembarco en un muelle. Sobre todo, porque el único puerto en toda la zona con unas instalaciones mínimas era Ittoqqortoormiit. Siguió una introducción a las recomendaciones de AECO para minimizar el impacto de nuestras excursiones a tierra. A continuación, tocó inspeccionar la ropa. Había que revisar, y en caso de necesidad aspirar, todas las prendas que pensáramos utilizar en Groenlandia. El objetivo era impedir la contaminación cruzada de especies vegetales entre las dos islas. Por último, reparto de botas de agua, también para los desembarcos en zódiac.
Cumplidas las obligaciones, hubo una primera ronda de avistamiento de fauna. La primera de muchas, que se irían repitiendo en días sucesivos. La idea era sencilla. Carine Zimmermann, la bióloga del equipo de expedición, iba anotando los animales que divisábamos desde cubierta. Después, la información se enviaría a un grupo de ciencia ciudadana, que la utilizaría para sus investigaciones y censos.
La sesión comenzó de la mejor forma posible, cruzándonos con un grupo de ballenas. La primera salió a la superficie tan cerca del barco, que nos sorprendió a todos y nadie logró hacer una foto decente. Las siguientes, acabaron pasando a mayor distancia. Sin ser tan espectacular como el avistamiento de un año atrás, junto a Bjørnøya, no dejó de ser un momento hermoso.
Me llamó la atención la cantidad de aves que logramos ver, de especies relativamente variadas. Estando lejos de tierra, pensaba que solo íbamos a encontrar los clásicos fulmares, aprovechando el viento creado por el barco para desplazarse. Curiosamente, apenas había unos cuantos y ninguno volando junto a nuestro costado.
El otro posible entretenimiento habría sido el avistamiento de icebergs o de hielo flotante. Pero las condiciones no parecían ser las más favorables. Según los mapas del Instituto Metereológico Noruego, apenas quedaban restos de banquisa en la zona que íbamos a recorrer. Y ver algún iceberg tan al sur, en aguas abiertas, tampoco parecía sencillo. En cualquier caso, no nos importaba. Ya tendríamos tiempo de sobra de contemplarlos en las jornadas venideras.
La tarde fue todavía más tranquila. Nos adentramos en un banco de niebla, por lo que aprovechamos para aprender algo sobre el mar que recorríamos. Por ejemplo, que acabábamos de navegar sobre la mayor cascada del mundo. Una catarata de agua salada, en la que el líquido gélido y más denso del norte se desploma hacia el mediodía, introduciéndose bajo el agua relativamente templada que hay en el sur. Su caudal se estima en 3.200.000 m3/s y el desnivel en al menos 3.500 metros. Aunque sea invisible desde la superficie, su existencia es fundamental para el mantenimiento de la circulación termohalina y el clima templado del que disfrutamos en buena parte de Europa.
Pese a su ubicación remota, el estrecho de Dinamarca también ha tenido su importancia estratégica. Durante la Segunda Guerra Mundial, los alemanes lo utilizaban para intentar burlar el bloqueo naval británico. Una buena muestra fue la batalla que tuvo lugar el 24 de mayo de 1941, que acabaría con el hundimiento del HMS Hood y el HMS Prince of Wales seriamente dañado. A cambio, los británicos lograron dañar al Bismarck, que acabaría siendo hundido apenas tres días más tarde. En los años de la Guerra Fría, eran los submarinos soviéticos los que buscaban salir al Atlántico atravesando el estrecho, burlando los sistemas de detección de la OTAN.
A última hora de la tarde, el sol parecía intentar romper entre la niebla. Navegábamos en la más absoluta de las soledades, deslizándonos suavemente sobre un mar plateado, en el que dominaba una extraña calma. Tras la cena, apenas estaríamos 80 kilómetros al sur del cabo Brewster. El enorme promontorio que marca el extremo meridional de la entrada a Scoresby Sund. Pero la niebla parecía volver a cerrarse. Ver la llegada a Groenlandia en esas condiciones era prácticamente imposible. Parecía más razonable aprovechar para dormir. Los días siguientes prometían ser intensos. Sería mejor afrontarlos descansados.
If you see this after your page is loaded completely, leafletJS files are missing.
Para ampliar la información.
La Wikipedia tiene una buena entrada sobre el estrecho: https://es.wikipedia.org/wiki/Estrecho_de_Dinamarca.
Quien quiera aprender más sobre la «cascada submarina», puede hacerlo en el blog de Pablo Della Paolera: https://paolera.wordpress.com/tag/estrecho-de-dinamarca/.
En https://diablobanquisa.wordpress.com/tag/estrecho-de-dinamarca/ encontraremos varias entradas interesantes sobre la evolución de la banquisa entre Groenlandia e Islandia.
Se puede ampliar la información sobre la Batalla del Estrecho de Dinamarca en https://es.kbismarck.com/batalla-estrecho-dinamarca.html.
En inglés, los mapas mostrando el estado del hielo del Instituto Meteorológico Noruego están en https://cryo.met.no/en/latest-ice-charts.
Excelente nota, muchas gracias.
Gracias a ti por comentar.