Aunque sus dimensiones sean bastante modestas, Brúarfoss las compensa ofreciendo una de las estampas más sutiles y hermosas de Islandia. Durante años, apenas era conocida fuera de la comunidad de fotógrafos de paisaje que frecuenta la isla. A pesar de estar ubicada en pleno Círculo Dorado, una de las rutas turísticas más frecuentadas de la isla, prácticamente a mitad de camino entre Þingvellir y Gullfoss. No parece que vaya a tardar mucho en salir de su relativo anonimato.

Fotografiando Brúarfoss

Brúarfoss en verano.

Había visitado Brúarfoss en verano, pero nunca había regresado en invierno. El motivo era sencillo. Tradicionalmente, el acceso a la cascada se realizaba desde una urbanización cercana. El hartazgo de sus propietarios, motivado por el comportamiento incívico de cierto tipo de turistas, hizo que aquellos decidieran bloquear el paso. Durante años, la única forma de llegar a la cascada fue caminando algo más de tres kilómetros, desde un pequeño aparcamiento junto al puente de la carretera 37 sobre el Brúará. En verano, es un paseo agradable, que además permite ver otro par de pequeñas cascadas, aguas abajo de Brúarfoss. En invierno, puede ser una caminata con cierto grado de dificultad. Hasta que, en la primavera de 2023, el propietario de los terrenos al oeste de la cascada decidió aprovechar la situación. Habilitó un aparcamiento, con una pista de acceso que, previo pago de 750 coronas islandesas, permite dejar el coche a tan solo 200 metros de la cascada.

Llegando al aparcamiento de Brúarfoss

Llegando al aparcamiento de Brúarfoss.

Llegué a Brúarfoss un poco más tarde de lo previsto. Algo que, en Islandia, suele ser bastante habitual. Aunque apenas eran las tres y media, el atardecer avanzaba inexorablemente, ayudado por una densa cubierta de nubes bajas. Pese a viajar en pleno invierno, me llamó la atención la cantidad de coches que encontré en el aparcamiento. Con toda probabilidad, su mera existencia no tardará en convertir Brúarfoss en otro de los lugares masificados de Islandia. En cualquier caso, como suele ocurrir en la isla, la masificación parecía ser relativa. Más fruto de mi desmedida afición por la Islandia más solitaria que de la realidad. Tras cargar con todo el equipo fotográfico, me adentré por una senda completamente vacía.

Mi plan era muy concreto: alguna toma de larga exposición, un par de videos y volar el dron. Como en toda visita invernal a una cascada de Islandia, no tenía la menor idea de lo que me iba a encontrar. Más aún tratándose de un salto de agua relativamente pequeño, en un río que tampoco destaca por su caudal. Entraba dentro de lo posible que Brúarfoss estuviera completamente congelada y que, tras la reciente nevada, llegara a una Brúarfoss virtualmente mimetizada con el paisaje. No fue el caso. Lo que encontré fue una cascada de una belleza asombrosa.

El Brúará en Brúarfoss

El Brúará en Brúarfoss.

El Brúará es un pequeño afluente del Hvítá. Nace en las montañas de Laugardalsfjöll, aunque parte de su caudal también procede del campo de lava de Úthlíðarhraun y las tierras altas de Brúarskörð. Su nombre se traduciría al español como Río del Puente, haciendo referencia a un arco natural que existía antiguamente en el emplazamiento de la actual pasarela. Según la tradición, el arco fue derribado en 1602 por un funcionario de la diócesis de Skálholt, para evitar que los campesinos hambrientos saquearan los almacenes del obispo. Aunque los devaneos del río con el clero parecen venir de lejos. En 1421, el obispo Jöns Gerekesson fue arrojado a sus aguas atado a una piedra. Según parece, en venganza por las humillaciones que había ocasionado a Þorvarðr Loptsson y Teitur Gunnlaugsson, dos jefes de clan.

Brúarfoss desde el cielo

Brúarfoss a vista de pájaro.

Brúarfoss no es una gran cascada. Apenas tendrá 3 metros de altura y, bajo el puente, el río que la forma no llega ni a los 8 de anchura. Aunque, aguas arriba, hay una sección que alcanza los 50. El atractivo de Brúarfoss procede de otros factores. El primero, la propia forma de la cascada. Ésta no se presenta como una pared, perpendicular al río, por la que éste se desploma en un único salto. Por contra, el cauce del Brúará transcurre sobre una larga grieta, con más de 100 metros de longitud, que avanza en el mismo sentido que el río. Esto da lugar a una asombrosa sucesión de pequeños saltos de agua, de una sutil belleza, mientras el río se va desplomando en la fisura.

Las aguas del Brúará

Las aguas del Brúará.

Además, las aguas del río son de un hermoso azul turquesa, que contrasta vivamente con la oscura roca volcánica de su lecho. Por último, la vista hacia el norte es totalmente limpia. Ningún edificio, carretera o torre de alta tensión te estropeará la foto. Tu principal problema será que algún fotógrafo se aventure por la zona seca del cauce, a los pies de la cascada, y tengas que esperar a que se vaya. O descender al río y unirte a él.

Larga exposición en Brúarfoss

Larga exposición en Brúarfoss.

La actual pasarela, que permite contemplar la cascada de frente, es perfecta para hacer fotos a mano alzada. Si vas a utilizar el trípode, deberás buscar un emplazamiento más estable, que no vibre con el viento o el paso de otras personas. Al este del río, hay una pequeña explanada junto al camino. Al oeste, tendrás que descender a una plataforma de roca que hay prácticamente debajo del puente. Si vas en invierno, ten cuidado. El terreno estará congelado y puedes acabar como el obispo Gerekesson.

Terminado el capítulo fotográfico, tan solo me restaba volar el dron, para lo que me desplacé aguas arriba, por la orilla derecha del Brúará, hasta una explanada tranquila y algo apartada. Mientras escribo estas líneas, no hay ninguna restricción de vuelo en Brúarfoss. Pero según vaya aumentando su popularidad, no se puede descartar que la cascada siga los pasos de otros espacios turísticos de la isla. Si vuelas tu dron, hazlo responsablemente y sin molestar a otras personas o dañar el medio ambiente. En caso contrario, lo único que lograrás será acrecentar las prohibiciones.

Agua y hielo en Brúarfoss

Agua y hielo en Brúarfoss.

Estuve casi tres horas en una Brúarfoss cada vez más solitaria. Aunque apenas me separaban 26 kilómetros del hotel Gullfoss, donde pasaría la noche, comenzaba a acusar el cansancio de una jornada tan larga como fructífera. Poco antes de las seis de una tarde que comenzaba a llegar a su fin, mientras la luz parecía disminuir al mismo ritmo que los visitantes, reanudé mi ruta hacia el este.

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Para ampliar la información.

Mi anterior vista a la cascada está en https://depuertoenpuerto.com/un-paseo-hasta-bruarfoss/.

El blog ProcessingRAW tiene una entrada sobre la cascada, con fotos en invierno: https://processingraw.com/bruarfoss/.

En inglés, en arctic adventures hay un artículo con consejos prácticos: https://adventures.is/iceland/attractions/bruarfoss-waterfall/.

En Earth Trekkers hay una descripción detallada de la ruta: https://www.earthtrekkers.com/how-to-visit-bruarfoss-waterfall/.

La web del nuevo aparcamiento, con alguna información práctica sobre la cascada y su acceso, está en http://bruarfoss.is.