Autor invitado.

Hoy nos visita Teilhard Dupuy para ofrecernos una entrada, tan breve como densa, abundando en las connotaciones filosóficas de los viajes y en los remotos lugares a los que nos puede llevar nuestra mente.

– Una alegoría portuaria –

Amablemente se me ha concedido el privilegio de redactar una aporía (1) para este recomendable blog que trata de puertos. Esos puntos geográficos que nos permiten contemplar dos paisajes a un tiempo; el que dejamos y al que nos encaminamos. De ahí su raíz etimológica de puerta o lugar de paso. Hoy en día gozamos de unas puertas muy eficaces llamadas aeropuertos. Con toda comodidad nos permiten dejar atrás la rutina cotidiana, el irrefrenable cúmulo de tareas y las abrumadoras responsabilidades y trasladarnos, casi instantáneamente, a remotas islas hiperboreas, cuyos profundos fiordos y escarpados cañones han sido esculpidos por la ardiente erupción de volcanes y los gélidos abrazos de glaciares. Y a poca suerte con uno tenga, aún puede presenciar el expectáculo dantesco de una colada ignea que brota del subsuelo o de una irradiacion fosforescente que se desploma desde el cielo.

No abundaré en estas descripciones que apenas saborean las suculentas entradas de este blog y las sabrosas fotografías con las que se condimenta e iré al tuétano y sustancia de esa entrada; demostrar que la contemplación de nuevos paisajes en que consisten los viajes, es la más noble y más propia actividad que puede realizar el ser humano.

Para ello embarquemos en el puerto de Neápolis con el sabio de Estagira para escucharle decir hace dos mil cuatrocientos años, que “La actividad contemplativa es la más excelente, pues el intelecto es lo mejor de lo que hay en nosotros y está en relación con lo mejor de los objetos cognoscibles” y añade “es la única que parece ser amada por sí misma, pues nada se saca de ella excepto la contemplación. Insiste en esta idea de la contemplación cuando dice a continuación “…la actividad de la mente, que es contemplativa, parece ser superior en seriedad, y no aspira a otro fin que a sí misma y a tener su propio placer” (2). Queda claro pues, que para Aristóteles la contemplación es la superior actividad del hombre y tiene valor en sí misma.

Pero existe otro tipo de puertos y de viajes y otro tipo de contemplaciones y observaciones. Ascendamos con John Archibald Wheeler, discípulo de uno de los padres de la física cuántica, Niels Bohr y profesor de Richard Feyman. Llamó a ese puerto de la contemplación “it from bit” (3). El reputado físico concluye al final de su brillante carrera que el universo es participativo, es decir que emerge de la contemplación y que por tanto esta sería la causa de toda la realidad.

Nunca el ser humano, ni siquiera en épocas del gran Demócrito, había llegado tan alto y vislumbrado paisaje tan sorprendente. Para ello hubimos de abandonar las cálidas y seguras aguas del mediterráneo, y guiados por Nietzche y Weber como porteadores, ascender a las más altas cumbres donde reina “frio polar”. Alli podemos sentir nuestra insignificante soledad cósmica, como tan bellamente recogiera el sagaz argonauta en su epopeya “Cosmos”. Pero el esfuerzo bien ha merecido la pena. Solo allí hemos comprendido la fuerza creadora de nuestra mirada, el caracter generativo de nuestra contemplación, “que es una actividad superior en seriedad” como digera el estagirita

  1. Del griego ἀπορία. La palabra surge con la partícula negativa o privativa “α” y la palabra πόρος (pasaje o puerto). Significaria un concepto sin puerta o de dificil pasaje. Se traduce como algo problemático o que nos “ralla”.
  2. Aristóteles, Etica a Nicómano.
  3. “It from bit simboliza la idea de que cada elemento del mundo físico tiene en el fondo, en un fondo muy profundo, en la mayoría de los casos, una fuente y explicación inmaterial; que lo que llamamos realidad [… ] es de origen teórico-informativo y este es un universo participativo”. “algo que él llama génesis por observación. Nuestras observaciones, sugiere, en realidad podrían contribuir a la creación de la realidad física. Para Wheeler, no somos simples espectadores en un escenario cósmico; somos moldeadores y creadores viviendo en un universo participativo (William Dembski).