A pesar de que la distancia entre el hotel y la terminal de DFDS en el puerto de Copenhague era de unos 2.500 metros y tener que cargar con una maleta y una mochila, decidí ir andando. La otra opción era coger un autobús que, entre desplazamientos, trayectos y esperas, me iba a llevar prácticamente el mismo tiempo. Además, había explorado previamente el itinerario y sabía que era bastante cómodo, atravesando zonas peatonales bien pavimentadas y recorriendo lugares agradables. Y la tarde, para ser un día de febrero, era relativamente benigna.
El tranquilo paseo, junto a la orilla del mar, me permitió disfrutar por última vez de la magnífica perspectiva de Amalienborg y las vistas sobre el nuevo Palacio de la Ópera, para seguir por un entorno más bucólico, mientras rodeaba por el este los bastiones de Kastellet. Tras superarlos, me volví a encontrar con la célebre Sirenita de Copenhague, como siempre dando la espalda a las humeantes chimeneas de Refshaleøen, en un vano intento de ignorar su existencia. Rematando la poca belleza que podía quedar en la vista, una barcaza dragaba los fondos de Yderhavnen.
Por suerte, tan solo tuve que andar unos metros para encontrar un ambiente más agradable. Más allá de la pequeña marina de Langelinie, llegué a los muelles de Søndre Frihavn. El puerto nació a finales del siglo XIX, como una zona franca destinada a mejorar la competitividad de Copenhague, amenazada por la inminente apertura del canal de Kiel y el creciente tamaño de los barcos de vapor. El nuevo puerto apenas superó el siglo de vida. Sus instalaciones se fueron trasladando todavía más al norte, a Nordhavnen, hasta que en 1991 Søndre Frihavn se convirtió en un distrito abierto. En la actualidad, los muelles están ocupados principalmente por edificios residenciales, aunque se han conservado algunas de sus construcciones más emblemáticas. Tan solo el costado oriental de Langelinie se sigue utilizando ocasionalmente como terminal de cruceros.
La terminal de DFDS está más allá de Amerikakaj, así llamado por ser el muelle en el que, tradicionalmente, atracaban los vapores de la Skandinavien-Amerika-Linien, que unía diversos puertos escandinavos con la ciudad de Nueva York. Había comprado el billete por adelantado, por lo que tan solo tuve que identificarme en el mostrador y me entregaron una tarjeta de cartón con un código de barras, que era a la vez mi pasaje y la llave del camarote. La hora larga que quedaba para zarpar la pasé recorriendo el barco y contemplando las vistas sobre Nordhavnen, un distrito en plena ebullición, en el que se encuentran algunos de los iconos arquitectónicos más recientes de la ciudad. Entre ellos, el nuevo complejo de la ONU que, con una superficie de 45.000 metros cuadrados, está concebido para centralizar las once agencias de Naciones Unidas que operan en Copenhague. Inaugurado en 2013, se estima que puede alojar 1.700 empleados, ocupando el sexto lugar entre los campus similares que la ONU tiene repartidos por todo el mundo.
El Crown Seaways zarpó puntualmente a las 16:30. En unos minutos, dejábamos atrás los muelles de Langelinie, completamente vacíos. En la distancia, sobre los bloques de viviendas de Søndre Frihavn, apenas se adivinaban las torres y cúpulas de algunos de los edificios que había visitado durante mi breve estancia en Copenhague. Pero poco más. Si a esto unimos un temprano atardecer, con la escasa luz velada tras un cielo plomizo, la salida del puerto de Copenhague fue un tanto decepcionante.
El mayor punto de interés lo aportó el fuerte de Trekroner. Sus orígenes se remontan a 1715, cuando se decidió hundir tres buques de linea de la armada danesa para formar la base de una batería costera. Uno de ellos, el Trekroner, dio su nombre al bastión. En 1787 comenzó la construcción del fuerte actual, unos cientos de metros al sur del anterior. Durante las Guerras Napoleónicas, participó en las dos batallas de Copenhague, en 1801 y 1807. Tras ser utilizado como emplazamiento de una batería antiaérea por las tropas nazis, su último uso al finalizar la Segunda Guerra Mundial fue como cárcel. Entre sus muros estuvieron recluidos varios oficiales alemanes y el último embajador del III Reich en Dinamarca. Tras varios años de abandono, en 1983 fue declarado lugar protegido, abriéndose al público al año siguiente.
Tras superar Trekroner, en unos minutos llegamos frente a otra de las islas artificiales construidas para defender Copenhague. En esta ocasión a Middelgrundsfortet, construida entre 1890 y 1894 como parte de un anillo defensivo que debía reforzar el ya obsoleto de los siglos XVII y XVIII. En su día, fue la fortaleza marítima más grande del mundo, estando operativa hasta 1984. Actualmente, es propiedad de dos organizaciones danesas de scouts, que la utilizan como centro de formación para niños y jóvenes. Este es el origen del otro nombre con el que se conoce la isla: Ungdomsøen, o Isla de la Juventud.
Seguimos navegando con rumbo noreste, adentrándonos en el estrecho de Øresund, entre Dinamarca y Suecia. Hacia el este, difuminada por la neblina, podía entrever la costa de Escania, la más meridional de las provincias suecas. Algo más visible era la gran estructura del Øresundsbron, que enlaza ambas costas. Construido entre 1995 y 2000, su arco central tiene un vano de 490 metros y un gálibo de 57 metros. También comenzamos a cruzarnos con algún que otro carguero, aunque sinceramente el volumen de tráfico naval era muy inferior al que había esperado encontrar en uno de los estrechos más famosos del mundo.
El atardecer avanzaba, mientras el Crown Seaways viraba hacia el norte, buscando el canal entre la isla de Ven y la ciudad de Landskrona, en la costa de Escania. Había poco que hacer, más allá de calcular si llegaríamos a la parte más angosta del estrecho, entre Elsinor y Helsingborg, antes del ocaso. Pronto se hizo evidente que sería imposible. Apenas logramos alcanzar Ven con las últimas luces del día. A finales del siglo XVI, Tycho Brahe hizo construir dos observatorios en la pequeña isla, entonces parte del reino de Dinamarca. Uraniborg fue edificado entre 1576 y 1580. Poco más tarde, se excavó Stjerneborg, un observatorio subterráneo situado en las inmediaciones. Ambos quedaron abandonados cuando, en 1597, Brahe perdió el favor real y dejó Dinamarca. Los observatorios acabaron siendo expoliados por la población local. En 1658 la isla pasó a manos suecas, tras la derrota danesa en la Segunda Guerra Nórdica. Hubo que esperar a mediados del siglo XX para que comenzaran los trabajos de excavación y reconstrucción, que todavía no han concluido.
Seguimos navegando en paralelo a la costa occidental de Suecia, mientras nos alcanzaba la noche y las nubes bajas reflejaban las luces de los complejos industriales al sur de Helsingborg. La ciudad, ubicada frente a Elsinor, reforzaba el control del rey de Dinamarca sobre el acceso al mar Báltico, facilitándole cobrar el Øresundstolden a todos los barcos que pretendían atravesar el estrecho. El peaje se calculaba en función del valor de la carga de cada barco. Para evitar tasaciones artificialmente bajas, el rey danés se reservaba el derecho de adquirir la carga por el valor declarado de ésta. A pesar de la pérdida de Helsingborg en 1658, los daneses siguieron exigiendo el peaje hasta 1857.
Pero la vista más interesante estaba a babor. Allí, en el extremo nororiental de Selandia, se encontraban Elsinor y su célebre castillo de Kronborg, inmortalizado por Shakespeare al ubicar entre sus muros la trama de Hamlet. En realidad, Kronborg fue construido después de 1420 por orden de Erico VII, con la intención de reforzar su control sobre el Øresund. El edificio renacentista actual es resultado de la intensa reforma llevada a cabo en tiempos de Federico II. El castillo sufrió incendios, asedios, ampliaciones y llegó a servir como prisión, hasta acabar en manos del ejército danés, que lo abandonó en 1923. Quince años más tarde, se abrió por primera vez a los visitantes. Desde el 2000 forma parte del Patrimonio de la Humanidad.
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Superado Kronborg, el Crown Seaways viró a rumbo NNO, adentrándose en la oscuridad del Kattegat. Quedaban por delante unos 360 kilómetros de navegación hasta la entrada al fiordo de Oslo, al que debíamos llegar sobre el amanecer del día siguiente. Sin nada más que hacer en cubierta, dediqué lo que quedaba de tarde a decidir dónde cenar y descansar. La primera jornada de navegación del viaje, sin estar falta de interés, había sido un tanto decepcionante. Me dormí esperando que el día siguiente no volviera a defraudar mis expectativas.
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La información sobre el trayecto en la web de DFDS está en https://www.dfds.com/es-es/ferris-de-pasajeros/rutas-de-ferry/ferry-a-noruega/copenhague-oslo.
Hay una entrada sobre el itinerario en el blog Encontré mi Lugar: https://www.encontremilugar.com/mini-crucero-a-oslo/.
La web oficial de turismo de Copenhague tiene una página sobre Kronborg: https://www.copenhague.info/helsingor/.
En Xataka hay una entrada sobre el puente de Øresund: https://www.xataka.com/otros/asi-es-el-puente-tunel-de-oresund-la-increible-obra-que-une-suecia-con-dinamarca-y-el-resto-de-europa.
El blog de Paco Bellido en Naukas tiene una magnífica entrada sobre los observatorios de Tycho Brahe en Ven: https://pacobellido.naukas.com/2018/03/04/la-isla-de-tycho/.
En inglés, la página del complejo de Naciones Unidas en Copenhague está en https://un.dk.
La isla de Middelgrundsfortet tiene web propia: https://ungdomsoen.dk/english/.
La página oficial de la isla de Ven está en https://www.upplevven.se/en/.
La página sobre Kronborg en la web de UNESCO está en https://whc.unesco.org/en/list/696.