Nuestra visita preferida hubiera sido una excursión al monte Kinabalu, declarado parque nacional y patrimonio de la humanidad. Desgraciadamente, la duración de la escala la hacía inviable. La naviera no la ofrecía y no pudimos encontrar ninguna forma razonable de ir en el poco tiempo disponible. Aunque no me gustan las excursiones organizadas, pensamos que la opción mas razonable era una de las ofrecidas por la naviera que, a priori, parecía interesante. Consistía en una visita al parque natural de Lok Kawi, seguida por otra al Museo de Sabah.
Empleamos unos cuarenta minutos en recorrer los veinticinco kilómetros que nos separaban de Lok Kawi. El recorrido no tuvo demasiado interés, pero nos permitió hacernos una ligera idea del aspecto de la ciudad y sus alrededores. Durante la visita a Lok Kawi, nos acompañó uno de los cuidadores del centro, que nos dio interesantes explicaciones sobre la fauna, la flora y los problemas de conservación de ambos en la selva de Borneo. Lok Kawi me dejó sensaciones contrapuestas. A primera vista, el supuesto parque natural es poco mas que un zoológico. Algunos de los animales estaban encerrados en jaulas, al estilo de las que recuerdo de las visitas a zoos españoles en mi ya lejana infancia. Un tanto deprimente.
Por contra, otros animales estaban en espacios amplios y bastante abiertos. En algunos casos, en pequeñas islas, retenidos únicamente por el agua que les rodeaba. Según nos explicó el cuidador, ningún animal había sido capturado en su entorno natural. Su origen era variado: animales heridos, perdidos en entornos urbanos, recuperados de traficantes ilegales . . . Unos estaban en la reserva mientras se recuperaban para ser liberados de nuevo en su hábitat. Otros se utilizaban para la cría, con el objetivo de conseguir preservar especies en peligro de extinción, como el elefante pigmeo de Borneo, del que se cree que quedan unos 1.500 ejemplares.
La frondosa vegetación que cubre la reserva es autóctona, por lo que es imposible distinguir los límites entre la reserva y la selva circundante. Como casi todos los animales son de especies que habitan en las selvas de Borneo, están en su ambiente natural. Mezclados con las especies en cautividad se pueden ver pájaros, insectos y, sobre todo, plantas que en cualquier otro lugar hubieran sido exóticas.
Finalizada la visita, volvimos al autobús para ir al Museo de Sabah, situado cerca del centro de la ciudad. De nuevo hicimos un breve recorrido por las calles, que en esta ocasión pasó por delante de la mezquita estatal de Sabah, uno de los pocos edificios singulares de Kota Kinabalu, construido entre 1970 y 1975.
El Museo de Sabah tiene sus orígenes en 1965, aunque se trasladó a su sede actual en 1984. Además del museo propiamente dicho, contiene un jardín botánico y un zoo, que no visitamos, y un «heritage village», que fue por donde comenzamos nuestro recorrido. El pequeño poblado está compuesto por diversas viviendas tradicionales de algunas las distintas etnias de la zona. El estado de Sabah tiene una gran diversidad étnica. A los malayos y chinos se une un gran número de etnias indígenas, que en conjunto suman un 60% de la población. La variedad es enorme, con 42 grupos étnicos, que a su vez se dividen en mas de 200 subgrupos con lenguas y tradiciones diferenciadas.
El guía que nos acompañó, perteneciente a una de las etnias locales, amenizó el recorrido contando curiosidades de los habitantes de las diversas construcciones que íbamos visitando. En total hay ocho viviendas comunales, reproducidas con materiales y técnicas de construcción tradicionales. En su interior, también se pueden ver algunos utensilios y elementos de decoración, como las calaveras humanas (auténticas, según nuestro guía) que cuelgan del techo de la vivienda de los Kadazan-Dusun. La tradición, que perduró hasta principio del siglo XX, tiene su origen en la creencias de los Kadazan-Dusun sobre el espíritu humano que, según ellos, reside en la cabeza. Al cortar la cabeza a un guerrero, su espíritu quedaba atrapado en ésta. Así, los espíritus de los guerreros, atrapados en las cabezas atesoradas y cuidadas en el interior de las cabañas, protegerían a su vez el poblado. Pero, para evitar que el espíritu pudiera salir del guerrero e ir al monte Kinabalu, había que cortarle la cabeza mientras todavía estaba vivo.
Terminada la visita al poblado, recorrimos el edificio principal del museo a nuestro aire. La exposición era una mezcla, un tanto inconexa, de distintos elementos. Se podía ver desde el esqueleto de una ballena de Bryde que embarrancó en Gaya en 2006 hasta herramientas paleolíticas del valle de Mansuly, que podrían tener hasta 235.000 años de antigüedad. Buena parte del museo está dedicada a la etnografía de Sabah, exponiendo objetos variados, como trajes, armas, herramientas y elementos decorativos. También hay salas dedicadas a la historia, la naturaleza, la cerámica y, como no, los cazadores de cabezas. Sin ser nada excepcional, hay que reconocer que el museo tiene su interés y permite ampliar la visión sobre la historia y la rica herencia etnográfica de la región.
Hicimos un último recorrido en autobús, el mas corto de todos, para regresar a puerto. En esta ocasión pasamos frente a la Torre del Reloj, el edificio mas antiguo de la ciudad. La torre, de apenas 15 metros de altura, se erige en una colina frente al puerto. Su estructura de madera se levantó en 1905 en memoria de Francis George Atkinson, el primer oficial de distrito de la entonces llamada Jesselton, que falleció de malaria a los 28 años. Poco después llegamos al puerto, donde nos esperaba el Celebrity Constellation.
En https://depuertoenpuerto.com/crucero-mar-de-la-china-meridional/ se puede ver el itinerario completo de nuestro crucero por el mar de la China Meridional.
En inglés, hay una entrada interesante en theculturetrip: https://theculturetrip.com/asia/malaysia/articles/the-top-10-things-to-see-and-do-in-kota-kinabalu-malaysia/.
La página oficial del Museo de Sabah se puede encontrar en http://www.museum.sabah.gov.my/?q=content/sabah-museum-kota-kinabalu.