Landmannaleið no entraba en nuestros planes para la única jornada que pasaríamos en Fjallabak. No tenía demasiadas referencias de la pista, más allá de que algunas aplicaciones de navegación parecen tener la curiosa costumbre de enviar de vez en cuando a algún turista despistado por su trazado. Sabía que éste tenía cierto nivel de dificultad, con uno o dos vados potencialmente complicados, aunque ninguno de ellos estaba entre los más peligrosos del sur de Islandia. Y recordaba haber visto un video de la pista en el canal de YouTube Ervin Drives Around. Una de las «biblias» de todos aquellos que disfrutamos recorriendo las enrevesadas pistas de las Tierras Altas. Pero poco más.
Regresábamos de nuestra excursión a Langisjór. Acabábamos de recorrer la F235, el fascinante trazado septentrional de la F208 y la mayor parte del tramo interesante de la 208. Nos acercábamos al lugar en el que Skaftártunguvegur se convierte en una carretera anodina, con un trazado lleno de curvas y un firme bastante bacheado. A las siete en punto de la tarde, avanzábamos hacia el norte unos metros por detrás de un SUV que parecía ser un Dacia Duster. Justo a la distancia necesaria para no tragarnos su nube de polvo. De repente, giró hacia la izquierda, adentrándose en Landmannaleið. Por la velocidad a la que conducía y la forma en que tomó el desvío, parecía saber lo que hacía. «Si es capaz de atravesar Landmannaleið con ese coche, nosotros también». Con ese único pensamiento rondando por mi cabeza y la confianza de conducir un vehículo más adecuado que un Duster, decidí seguir sus pasos.
La pista se adentraba en el valle de Dómadalur, flanqueado hacia el sur por unas montañas que, por sus formas y colores, tenían todo el aspecto de ser las que rodean Landmannalaugar por el norte. El paisaje era de una belleza deslumbrante, con las retorcidas formas de un antiguo campo de lava añadiendo interés al primer plano. Además, la tarde era espléndida y, tras perder de vista el vehículo que nos precedía, estábamos completamente solos en la F225. Tomar el desvío parecía haber sido todo un acierto. Aunque, como en esta vida nada es perfecto, al girar hacia el oeste teníamos el sol del atardecer justo de frente.
El paisaje cambió rápidamente según nos adentrábamos en la pista. Tras atravesar un pequeño vado, que era poco más que un charco con algo de corriente, el campo de lava se convirtió en un amplio valle cubierto de hierba, por el que pastaban tranquilamente varias ovejas. Para estar en las Tierras Altas de Islandia, aquel lugar parecía un vergel. Lo rodeaban varias montañas con un relieve suave. En sus erosionadas laderas, los últimos restos de nieve del invierno se entrelazaban con prados verdes, creando una escena que tenía poco que envidiar a la del comienzo de la ruta.
Poco después de las siete y media, llegábamos al río Rauðufossakvísl y nos dábamos de bruces con el primer vado complicado de la pista. Descendimos del coche. No tenía muy claro por dónde cruzar y sabía que era improbable que coincidiéramos con algún vehículo. No dispondríamos del comodín de ver a otro atravesando el río. Además, el brillante sol se reflejaba en el agua, haciendo todavía más difícil adivinar su profundidad. Una cuerda, llena de banderines, recorría el borde derecho del vado. Supuestamente marcaba el lugar más favorable para vadear. Pero no me fiaba. Sus aguas estaban demasiado remansadas, pudiendo señalar una zona profunda. Por puro instinto, me decidí por el extremo opuesto, aprovechando un pequeño islote en medio del río. No sé si acerté, pero logramos vadear el Rauðufossakvísl sin mayor contratiempo.
Apenas unos metros más allá, vimos a nuestra izquierda una hermosa cascada, deslizándose sobre una pared rojiza. Se trataba de Rauðufossar. Un salto de agua de 60 metros, en el mismo río que acabábamos de vadear. La cascada era tentadora, con un sendero aproximándose a sus pies. Pero comenzaba a hacerse tarde y no teníamos demasiado claro qué nos esperaba más adelante. ¿Quizá un vado todavía más complicado, que nos obligaría a desandar el camino? Parecía más sensato seguir avanzando.
En aquel momento, desconocíamos que habíamos dejado atrás el último vado de la ruta. Ésta comenzó a descender lentamente, mientras atravesaba un paisaje que se había tornado áspero y descarnado, pero de una belleza irreal. El firme empeoró y el sol, cada vez más bajo, nos complicaba la conducción. Incluso comenzó a haber algo de tráfico. Señal de que nos acercábamos rápidamente al extremo occidental de Landmannaleið.
Hacia el oeste, cada vez se hacía más notoria la presencia de una gran montaña, parcialmente cubierta de nieve. Se trataba del Hekla, un estratovolcán con 1.491 metros de altitud. El Hekla es uno de los volcanes más temidos de Islandia. Hasta tal punto, que en los hoteles de las inmediaciones hay alarmas y carteles con las instrucciones a seguir en caso de evacuación. Similares al que encontraremos en el extremo occidental de Landmannaleið. Al contrario que muchos otros volcanes de Islandia, el Hekla apenas avisa antes de una erupción. Se estima que el tiempo desde las primeras señales hasta que el volcán erupcione puede estar entre 25 y 80 minutos. Si a esto añadimos que, a diferencia de la mayor parte de los estratovolcanes, éste erupcionaría a lo largo de una fisura, haciendo imposible predecir por dónde brotará la lava, comprenderemos que se puede convertir en una trampa mortal.
Su primera erupción en tiempos históricos fue en 1104, cuando cubrió la mitad de la isla con una capa de tefra de entre 2 y 4 centímetros de espesor medio. La tefra se repartió irregularmente, según soplaba el viento, forzando al abandono de granjas hasta a 70 kilómetros de distancia. La erupción fue tan violenta, que se conoció en todo el Occidente cristiano, donde el Hekla comenzó a ser considerado como «la puerta del infierno». Desde entonces, ha erupcionado en otras 22 ocasiones, la última en año 2000. Se estima que el volumen de lava generado en el último milenio rondaría los 8 km³. Uno de los mayores del mundo en dicho periodo. Algunos vulcanólogos afirman que el volcán apenas tendría 3.000 años de antigüedad y sería, por tanto, 1.600 años más «joven» que la Gran Pirámide de Giza. De ser cierto, su ritmo de crecimiento habría sido asombroso.
El extremo occidental de Landmannaleið pasa a poco más de 10 kilómetros de la cima del Hekla. En este tramo, la mole del volcán domina el horizonte hacia el sur, eclipsando el resto del paisaje. La primera ascensión a su cima fue realizada en 1750 por Eggert Olaffson y Bjarni Palsson. En la actualidad, es relativamente sencillo llegar hasta la cumbre. La ruta se desvía hacia el sur de la F225 aproximadamente 6.600 metros al este de su cruce con la carretera 26. Tendremos que recorrer 13 kilómetros por una tortuosa pista, seguidos por una caminata de 8 horas, entre ida y vuelta. Siempre con un ojo puesto en el móvil, por si al volcán se le ocurre despertar de su letargo.
Al final, tardamos aproximadamente 80 minutos en recorrer los poco más de 41 kilómetros de Landmannaleið. Teniendo en cuenta que desde allí deberíamos dirigirnos hacia el norte por la carretera 26, buscando el puente más septentrional sobre el Þjórsá, quizá no ganamos tiempo sobre el itinerario tradicional. Pero pudimos conocer una nueva carretera en las Tierras Altas, contemplando paisajes mucho más hermosos que los del tramo septentrional de la carretera 208. Si tienes experiencia conduciendo por las carreteras de montaña de Islandia y quieres llegar a Landmannalaugar desde el oeste, la F225 puede ser una opción muy interesante, además de más tranquila y solitaria que la ruta convencional.
Para ampliar la información.
En inglés, el blog Liana muestra una bonita galería fotográfica sobre Landmannaleið: https://www.liana.at/landmannaleid/.
Hit Iceland tiene una entrada sobre Rauðfoss: https://www.hiticeland.com/post/raudfoss-waterfall.
En Volcano Café encontraremos un largo artículo sobre la erupción del Hekla de 1104: https://www.volcanocafe.org/hekla-of-history-the-1104-eruption/.
Quien esté interesado en subir al volcán encontrará información en ZigZagonearth: https://www.zigzagonearth.com/hiking-hekla-volcano-iceland/.
La dificultad parece aumentar con cada una de las tres rutas sugeridas, pero creo que cualquiera de ellas merece la pena de ser probada. Mejor desde el suroeste, según aconsejas.
Llevar el sol de frente fue una dificultad que para mi habría supuesto un gran obstáculo. No aguanto muy bien el sol de cara.
Contemplar en aquellos parajes «un amplio valle cubierto de hierba, por el que pastaban tranquilamente varias ovejas» debió ser una experiencia única. Suerte que pudisteis vadear el río. La cascada de 60 metros debió ser para vosotros la justa recompensa.
Gracias por compartir tan buen contenido y MUY FELIZ NAVIDAD.
Gracias Marcos.
En cuanto a dificultad, creo que el orden de menor a mayor sería 208 desde el norte, F225 desde el oeste y F208 desde el sur. Siempre teniendo en cuenta que el tramo final, hasta el deslumbrante Landmannalaugar, se debe hacer por la F224. Una pista muy corta, con apenas 2.000 metros de longitud.
Si hablamos del interés del recorrido, va en proporción directa a su dificultad, con la ruta por la F208 como clara ganadora.