Sin embargo, Hveragerði no deja de tener su interés. La pequeña ciudad ha tenido un notable incremento de población, pasando de los 121 habitantes en 1940 a más de 2.600 en la actualidad. Más allá de una ubicación privilegiada, junto a la principal arteria del país, fue uno de los lugares pioneros en la implantación de invernaderos para el cultivo de hortalizas, en fecha tan temprana como 1923. En la «capital de los invernaderos de Islandia» se cultivan tomates, lechugas o incluso plátanos. Seis años más tarde, comenzaron a utilizar la energía geotérmica para calentar las viviendas.
Además de sus invernaderos, Hveragerði tiene varios lugares interesantes. El primero es Sandhólshver, la zona hidrotermal que hay en el mismo centro de la ciudad, surgida tras el terremoto de 1896. La inestabilidad sísmica, provocada por el cercano volcán Hengill, es notable. El último terremoto de cierta magnitud se produjo en 2008. La actividad llega a tal extremo que son relativamente frecuentes las historias sobre fuentes hidrotermales abriéndose de un día para otro, incluso en el interior de las viviendas. También tiene su faceta trágica, pues en 1906 un hombre falleció al caer por la noche en una charca hidrotermal. Desde entonces se la conoce como Manndrápshver (algo así como «la charca que mata hombres»). Menos dramática es la historia de Önnuhver, antiguamente utilizada como vertedero por la población local. Durante el terremoto de 1947 se convirtió brevemente en un géiser, que devolvió toda la basura en una violenta erupción.
Otra zona de interés es el valle de Reykjadalur, por el que corre el río Varmá, cuyo nombre se traduciría por «río caliente». El valle, atravesado un sendero, contiene varios baños hidrotermales. A priori, parecía un buen destino para mi breve estancia en Hveragerði, sobre todo teniendo en cuenta que Sandhólshver suele estar cerrado en invierno. Fue el primer lugar al que me dirigí tras dejar el hotel. La carretera, pese a estar completamente congelada, era perfectamente transitable. A la luz del amanecer, el valle era de una belleza etérea, acrecentada por el silencio y la soledad. Pero la misma gruesa capa de nieve que hacía tan cautivador el paisaje impedía recorrer la senda que se adentra valle arriba. Tuve que pasar al plan B.
Éste, mucho menos ambicioso, consistía en recorrer el área geotermal de Leirgerður, que se extiende al otro lado del Varmá, a escasos metros de las últimas casas de la ciudad. El acceso a la zona es bastante sencillo, aunque está algo escondido. Hay que localizar un puente peatonal, oculto tras unas viviendas, en la calle Hverahvammur. Si vas con tu propio coche, lo mejor es dejarlo en el aparcamiento que hay al principio de la calle, en la esquina con Breiðármörk.
Al otro lado del puente se extiende un área llena de fuentes y charcas hidrotermales, asombrosamente cambiante. Su origen es tan reciente como el terremoto de 2008, aunque no es la primera vez que se dan fenómenos geotermales en la zona. Baðstofuhver, un antiguo géiser, estaba en la inmediaciones. En el siglo XVIII sus erupciones llegaban a alcanzar los 15 metros de altura. Ebenezer Enderson, un clérigo escocés que vivió en Islandia entre 1814 y 1815, dice haber contemplado una erupción que alcanzó los 6 metros. No hay noticias de géiseres en la zona desde la década de 1940 pero, como nos recuerdan los carteles repartidos por su perímetro, el área es muy dinámica, hasta el extremo de poder llegar a ser peligrosa. Como en cualquier zona especialmente activa de Islandia, no hay que confiarse. El terreno alcanza una temperatura de entre 80 y 100 ºC en la superficie. En invierno, es sencillo detectar las zonas más calientes, completamente libres de nieve. En cualquier caso, varias cuerdas repartidas por la zona marcan los límites del terreno seguro.
La zona más activa se extiende por la cresta de una loma, en la que encontraremos varias charcas humeantes, creando un entorno irreal. El día de mi visita, la mezcla entre los vapores que manaban del terreno, la nieve blanca, la tierra rojiza y la luz del amanecer, creaba un paisaje etéreo que, como en tantos lugares de Islandia, cambiaba continuamente, según el viento arrastraba de un lado a otro las vaporosas nubes.
Los manantiales geotermales se extienden hasta la misma ladera que cae sobre el Varmá, frente al hotel Frost & Fire. En cualquier caso, la asombrosa actividad geotermal de la zona parece ir disminuyendo lentamente. Una muestra es la paulatina desaparición de los géiseres que había antiguamente. El último, Grýla, está dormido desde la década de 1970. Quizá sea un proceso natural, o quizá la progresiva explotación de los recursos geotermales del área haya influido en su decadencia.
En cualquier caso, pese a la desaparición de sus antiguos géiseres, las diversas zonas hidrotermales de Hveragerði forman un conjunto muy interesante, a escasa distancia de Reikiavik y fácilmente accesible desde la Ring Road. Que sean poco conocidas, al menos para el turismo foráneo, acrecienta su interés. En una Islandia cada vez más cercada por el turismo de masas, poder recorrer alguno de sus fascinantes espacios naturales con relativa tranquilidad no deja de ser todo un lujo.
Para ampliar la información.
En AllTrails encontraremos información sobre varias rutas de senderismo por la zona: https://www.alltrails.com/es/iceland/southern/hveragerdi.
En inglés, muy interesante la entrada sobre Hveragerði en Volcanic Springs: http://www.volcanic-springs.com/index.php?section=Iceland&icelandsection=graendalur.
Guide to Iceland tiene una entrada sobre la ciudad: https://guidetoiceland.is/travel-iceland/drive/hveragerdi.
La web del parque geotermal de Hveragerði está en https://geothermalparkhveragerdi.business.site/.