Hveravellir era nuestra primera visita del segundo día en la carretera de Kjölur. A pesar de lo cual, acabamos llegando casi a las diez y media de una mañana que, siendo gris, permitía ver algunos retazos de cielo azul. El lugar era un pequeño oasis de civilización en medio de la desolada región central de Islandia, con aparcamiento, zona de acampada, un diminuto albergue y un café. Pero lo que realmente nos llamó la atención, según salíamos del aparcamiento, fueron las impecables pasarelas de madera que lo recorrían. No las esperábamos, en una de las regiones más salvajes y remotas de Islandia. Además de permitir visitar la zona cómodamente, servían para canalizar el flujo de visitantes, impidiendo que se dañe un entorno extremadamente frágil.
Aunque, siendo sinceros, el número de visitantes era bastante escaso. Creo que no nos cruzamos ni con media docena de personas durante nuestra visita. En realidad, había muchas más ovejas que humanos. La mayor parte, pastando en los prados de los alrededores. Otras se entretenían lamiendo las piedras humedecidas por los manantiales, indiferentes a los gases y el calor que éstos desprendían. Imagino que buscando las sales y minerales adheridos a las rocas.
Hveravellir está situado en la ruta histórica de Kjalvegur, que prácticamente se corresponde con el actual trazado de la carretera 35, también conocida como Kjölur. En los primeros tiempos de la colonización noruega, era la principal vía que conectaba el norte y el sur de la isla. Por tanto Hveravellir, que en aquella época recibía el nombre de Reykjavellir, es un lugar bien conocido desde la Edad Media. Pero la importancia de Kjalvegur descendió en paralelo a la decadencia del Alþingi, el parlamento islandés que se reunía anualmente en Þingvellir. La zona fue quedando en el olvido, convirtiéndose en guarida de alguno de los forajidos más famosos de la isla, como Fjalla-Eyvindur. La construcción de un refugio, en 1922, y la apertura de la carretera 35, en 1936, volvieron a poner Hveravellir en el mapa. Desde 1960, es una zona de especial protección, con la categoría de monumento natural.
Siendo un lugar conocido desde antiguo, en Hveravellir se cumple la tradición islandesa de bautizar todo accidente geográfico de cierta relevancia. Cada fumarola y cada charca hidrotermal tiene nombre propio. En algunas ocasiones, incluso dos. Todos ellos indicados en placas metálicas atornilladas a la pasarela de madera. En general, encontramos el lugar impecablemente cuidado. Aquí no vimos ninguna de las piedras que algún «gracioso» se ha dedicado a arrojar en las inmediaciones de Strokkur, ni la vegetación pisoteada por turistas insensibles de Seljalandsfoss. Si a ello añadimos el imponente marco, con los glaciares Langjökull y Hofsjökull formando el telón de fondo, Hveravellir hace honor a su fama.
La temperatura del terreno, cercana a los 100ºC, unida a la gran cantidad de agua que hay en el subsuelo, son responsables de la elevada actividad de la zona. Aunque aquí no encontraremos espectaculares géiseres al estilo de Haukadalur, hay varias charcas en las que el agua, cerca del punto de ebullición, se agita y borbotea continuamente, formando erupciones en miniatura.
Aunque, personalmente, me impresionaron mas las diversas solfataras, de extrañas formas y colores, que se repartían por el terreno. Observando su incesante actividad, era imposible no preguntarse qué habría debajo de ellas y de dónde procederían los gases que expulsaban de forma continua.
Mas allá de Hveravellir y sus pasarelas de madera, hay diversos caminos que permiten adentrarse en los campos circundantes. Sin tener muy claro por cuál decidirnos, nos pareció buena idea buscar la cueva de Eyvindarhellir, ignorando si seríamos capaces de dar con ella. Un sendero, ancho, cómodo y señalizado con estacas, serpenteaba por la llanura, con rumbo sur. Si no encontrábamos la cueva, al menos daríamos un paseo agradable.
Sin ser tan impactante como el propio Hveravellir, su entorno tenía un indudable interés. A las extrañas formaciones geológicas y las grietas que salpicaban el terreno, se unían los vapores que manaban del suelo en diversos lugares, creando un paisaje extraño, lleno de olores todavía más insólitos. Una vez más, la lejana presencia de los glaciares añadía dramatismo a la escena.
Finalmente, dimos con la gruta, que resultó ser de origen volcánico. Una cueva de elevación, formada por una cresta de presión. La entrada se hacía por una angosta grieta, que daba acceso a una oquedad abovedada, con el húmedo suelo salpicado de rocas desprendidas del techo. Según la tradición, Eyvindarhellir fue uno de los escondites de Fjalla-Eyvindur y su esposa Halla. Desde luego, no vivían rodeados de lujos.
Durante el regreso, nos entretuvimos observando los intensos colores del campo circundante. Montañas de tonos pardos, salpicadas por blancas manchas de nieve, tierras rojas y praderas cubiertas de musgo de extraños tonos, entre el amarillo y el verde. Buena parte de la vegetación debe su existencia al calor que desprende el terreno. De no ser por éste, Hveravellir estaría rodeado por un pedregal estéril, similar al que predomina en buena parte de las Tierras Altas. A su vez, la presencia de alimentos hace posible que haya ovejas, así como varias especies de aves que no se dan en ningún otro lugar del interior de la isla.
Nuestra visita duró aproximadamente un par de horas, de las cuales empleamos la mitad en recorrer el área geotermal propiamente dicha. A pesar de su situación en las Tierras Altas, el acceso a Hveravellir se realiza por la carretera 35, seguida de la 735, que se convierte en carretera de montaña (F735) justo tras el desvío del aparcamiento. Al menos en teoría, sería posible llegar con un vehículo normal. Otro asunto es que sea razonable y que el contrato de alquiler permita conducir el coche por carreteras sin asfaltar. En cualquier caso, si estás recorriendo la carretera de Kjölur, Hveravellir es la pausa perfecta. Situado prácticamente en el ecuador de la ruta, es una parada muy conveniente para estirar las piernas mientras visitas un entorno tan extraño como fascinante.
En inglés, la web oficial del pequeño albergue está en https://hveravellir.is/.
Muy interesante la sección sobre Hveravellir en la página de la Agencia del Medio Ambiente de Islandia: https://ust.is/english/visiting-iceland/protected-areas/north-west/hveravellir-in-kjolur/.
Al igual que la entrada sobre el lugar en Volcanic Springs: http://www.volcanic-springs.com/index.php?section=Iceland&icelandsection=hveravellir
En Guide to Iceland hay una larga entrada: https://guidetoiceland.is/connect-with-locals/regina/hveravellir-in-the-highlands-of-iceland.
Por último, mencionar la web de Arctic Adventures: https://adventures.is/iceland/attractions/hveravellir/.
Increíble lugar. Todavía más ver a esas ovejas en estos paisajes tan agrestes.
Muchas gracias por compartir.
En Islandia lo normal es ver más ovejas que personas. Lo raro es encontrarlas en las Tierras Altas, una región increíblemente desolada.