Seljalandsfoss no entraba en mis planes iniciales. Pero el mal tiempo en Reykjanes y la niebla en Reynisfjara se combinaron para que acabase pasando por sus inmediaciones poco antes de las cuatro de la tarde, sin un plan demasiado claro para lo que restaba de jornada. La posibilidad de visitar uno de los lugares más populares de Islandia en medio de la pandemia, con el turismo en Islandia reducido a una fracción de lo habitual, acabó de empujarme a tomar el desvío y acercarme al aparcamiento a curiosear. Éste no estaba vacío, pero casi. Apenas media docena de vehículos y ningún autobús. Fue el argumento definitivo para decidir visitar la cascada por cuarta vez en mi vida.
Quitando la ausencia de visitantes, las condiciones no eran demasiado favorables. Un día gris y un tanto anodino, con una luz que no ayudaba a realzar la belleza del lugar. Pero estaba prácticamente solo, una circunstancia que no había disfrutado en ninguna de las ocasiones anteriores. Incluso, hacia el final de mi breve visita, las pocas personas que había se fueron hacia el norte, recorriendo la senda que lleva hacia la cercana Gljúfrabúi y dejándome en la más absoluta soledad. La sensación era cuando menos extraña. Aquello parecía un episodio de Abandoned Iceland, la curiosa serie de videos sobre Islandia en tiempos del coronavirus realizada por The Reykjavík Grapevine.
Ya que estaba frente a Seljalandsfoss, ¿porqué no recorrer su cueva, rodeando la cascada por detrás? Nunca lo había logrado. La primera vez, por no estar dispuesto a esperar en una larga fila, fruto del exceso de visitantes. La segunda, un amontonamiento de nieve congelada, de varios metros de altura, bloqueaba el camino. La tercera, apenas nueve meses atrás, se nos fue el santo al cielo y tuvimos que elegir entre recorrer el resbaladizo sendero o llegar a Landeyjahöfn a tiempo de subir al ferry rumbo a Heimaey. Y la cuarta, tampoco pudo ser. Un desprendimiento de tierra se había llevado por delante una sección del extremo septentrional de la senda, impidiéndome proseguir.
En cualquier caso, pude recorrer la mayor parte del camino y disfrutar de las vistas desde detrás de Seljalandsfoss con toda la tranquilidad del mundo. Y sin tener que hacer malabares para conseguir que no saliera nadie en las fotografías. Más bien tuve el problema contrario. Cuando, para dar escala a la cascada, quise colocar en el encuadre alguna figura humana, resultó que no había nadie en la zona. Tan solo me acompañaban una pareja de gaviotas, que había venido a curiosear desde la cercana costa, y el incesante estruendo del agua, al golpear sobre la poza a los pies de Seljalandsfoss.
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En https://depuertoenpuerto.com/un-viaje-imprevisto-a-reykjanes/ se puede ver el itinerario completo del viaje.
Según Cristina, del blog Los Viajes de Wircky, Seljalandsfoss es su cascada favorita de Islandia: https://wircky.com/mi-cascada-favorita-de-islandia-seljalandsfoss/.
De la misma opinión son en Naturaleza y Viajes: https://www.naturalezayviajes.com/2016/10/seljalandsfoss-cascada-mas-bonita-islandia.html.
En la web Islandia24 hay un artículo adornado con dos de las clásicas fotos de la cascada, que más de uno tendrá en su memoria: https://www.islandia24.com/seljalandsfoss-cascadas-islandia-belleza/.
En inglés, la web de Extreme Iceland contiene una página muy completa con información sobre Seljalandsfoss: https://www.extremeiceland.is/en/attractions/seljalandsfoss-waterfall.
El fotógrafo danés Mads Peter Iversen tiene un video en YouTube con consejos para fotografiar la cascada: https://www.youtube.com/watch?v=3brnJeigIqI.
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