Un paseo hasta Delfshaven

Rotterdam es una ciudad con más de mil años de historia sobre sus hombros. A pesar de lo cual, llama la atención el escaso número de edificios históricos que contiene. De nuevo, es debido a la Segunda Guerra Mundial. La ciudad, prácticamente indefensa, fue bombardeada por la Luftwaffe el 14 de Mayo de 1940, en un episodio no exento de polémica, pues la ciudad se acababa de rendir a los nazis. Probablemente nunca se sepa si lo ocurrido fue un error de comunicación entre las distintas armas de los ejércitos invasores, o una acción deliberada para quebrantar la voluntad de resistencia de los holandeses. En cualquier caso, el centro de la ciudad fue totalmente asolado en poco más de quince minutos, durante los que se destruyeron unos 25.000 edificios. Afortunadamente, las pérdidas humanas fueron muy inferiores, estimándose que estuvo en el entorno del millar de personas. Una vez ocupada por los alemanes, la zona portuaria continuó sufriendo bombardeos esporádicos, esta vez por parte de los aliados. Pero, el 31 de Marzo de 1943, una desafortunada combinación de fuertes vientos y densas nubes provocaron que una escuadrilla de bombarderos de la USAAF bombardeara de nuevo la ciudad por error, provocando casi 400 muertes. Tras tanta destrucción, el pequeño puerto de Voorhaven, ubicado dentro del barrio de Delfshaven, es prácticamente el único testigo de la ciudad que fue Rotterdam antes de la guerra.

La distancia desde el hotel era de poco más de tres kilómetros, perfecta para dar un tranquilo paseo, que además nos serviría para conocer otra zona de la ciudad. Tras cruzar por enésima vez el puente Erasmo, bordeamos el río hasta llegar a Veerhaven. El puerto tiene sus orígenes a finales del siglo XV. A mediados del XIX se comenzó a quedar pequeño y acabo convertido en un puerto para embarcaciones de recreo. Pero, un siglo más tarde, la intensidad del tráfico fluvial provocó su progresivo abandono por parte de éstas. Finalmente, en 1990 se estableció la fundación que regenta actualmente el puerto, convertido en un refugio para veleros históricos, aunque también atracan ocasionalmente otros barcos. Veerhaven es un lugar tranquilo y fotogénico, que merece la pena visitar.

A continuación, atravesamos Het Park, un apacible jardín diseñado a mediados del siglo XIX. El parque es un tanto laberíntico, con varios lagos que lo atraviesan, por lo que acabamos un tanto desorientados. Finalmente, tras algún rodeo, que en cualquier caso fue agradable, salimos al exterior junto a la rotonda en la que la calle Westzeedijk pasa sobre la autovía S100. De allí llegamos a Coolhaven, una vía de agua creada en 1933 para comunicar el Delftse Schie con el Nieuwe Maas, aunque en la actualidad apenas se utiliza. Finalmente, tras cruzar otro puente, el Achterhavenbrug, llegamos a Voorhaven, el destino de nuestro paseo.

Llegar a Voorhaven fue como realizar un viaje en el tiempo. La zona histórica se apiña alrededor del puerto interior. La escena, vista desde una terraza junto a la calle Schiedamseweg no podía ser más bucólica. En el pequeño puerto, rodeado de edificios históricos, había amarradas varias embarcaciones tradicionales. En su extremo sur, un clásico molino holandés remataba la escena. Un par de puentes levadizos comunican ambas orillas del puerto. Las calles que lo flanquean respiraban tranquilidad, con pequeños comercios de artesanía, cafés y cervecerías.

Aprovechamos para tomar una cerveza en De Pelgrim, una cervecería artesanal. El nombre le viene de la cercana iglesia de los Padres Peregrinos. De aquí zarparon, el 22 de Julio de 1620, a bordo del Speedwell, que debía llevarlos hasta América. Tras hacer escala en Southampton y reunirse con el Mayflower, el Speedwell resultó no estar en condiciones de cruzar el Atlántico, por lo que parte de su pasaje se acomodó como pudo en el Mayflower, el barco que pasó a la historia. La iglesia, edificada en 1417 y dedicada originalmente a San Antonio, fue ampliamente reformada en 1761, añadiendo la fachada actual. Intentamos visitarla, pero no tuvimos suerte: estaba cerrada.

Terminada la agradable visita a Voorhaven, decidimos explorar un poco los alrededores. Hicimos un breve recorrido en dirección oeste por la calle Schiedamseweg. El contraste entre sus edificios típicamente holandeses y el auténtico batiburrillo étnico y cultural que poblaba la calle era bastante curioso. Locales árabes, portugueses o surinameses, por citar algunos, llenaban sus aceras. Pero, tras todo un día andando, pensamos que iba siendo hora de iniciar el camino de vuelta al centro.

El regreso lo hicimos por la avenida Westzeedijk. Nuestra intencion inicial era tomar el tranvía, pero perdimos uno por segundos y el siguiente tardaba mucho en llegar, por lo que continuamos a pie. Westzeedijk es una calle sin el menor interés, pero tras un corto trayecto llegamos a las esclusas de Parksluizen, en el límite entre Delfshaven y el centro de Rotterdam. Las esclusas fueron construidas en 1933 para conectar Parkhaven, en el Nieuwe Maas, con Coolhaven y declaradas monumento nacional en 2009. Llegamos a la vez que tres barcazas y un par de embarcaciones deportivas, que atravesaban la esclusa mayor en dirección a Coolhaven. Estuvimos un rato viendo el proceso mediante el cual los barcos pasaban del nivel del Nieuwe Maas al de los canales interiores de Holanda, más bajo que el primero. Además, pudimos apreciar tranquilamente y de cerca las barcazas con las que tantas veces nos habíamos cruzado fugazmente navegando por el Canal del Mar del Norte o el Bajo Elba. Un interesante final para nuestro paseo por Delfshaven.