Una vez más, había elegido el hotel Bergen Børs para alojarme, más que nada por su magnífica ubicación en pleno centro de la ciudad. Y, una vez más, tenía una habitación con vistas al puerto. Desde su ventana, podía ver todo Vågen, desde Zachariasbryggen hasta la torre de Rosenkrantz, de nuevo en restauración. Pasando por la primera linea de edificios de Bryggen. Como suele ser habitual en Bergen, el cielo estaba cubierto por un manto de nubes. A pesar de lo cual, la tarde prometía. Las nubes no debían ser muy espesas, pues dejaban pasar bastante luz, y apenas llovía. Lo justo para mojar el suelo, imprimiéndole una interesante pátina brillante. Tan solo tardé unos minutos en dejar el equipaje y regresar a la calle.
Mi idea inicial era comenzar la tarde visitando el monte Fløyen, al que nunca había subido en invierno. El plan duró lo que tardé en llegar a la entrada del Fløibanen, donde la taquillera me aconsejó no intentarlo. Según me dijo, había demasiada nieve y la niebla estaba bajando rápidamente, cubriendo la estación superior del funicular. Ni se me había ocurrido tener un plan alternativo, por lo que opté por dar mi paseo favorito en Bergen, hasta el extremo noroccidental de Nordnes. A la ida, como manda la tradición, intenté acceder a Nykirken. Y, como también manda la tradición, encontré la iglesia cerrada. Creo que fue mi quinto intento. Ya he perdido la cuenta. Cuando llegué a Nordnesparken, en la punta de la península, lo encontré más hermoso y solitario que nunca. No suele ser un lugar muy concurrido, pero aquel día estaba completamente solo. El incipiente atardecer, unido a la delgada capa de nubes, impregnaban el entorno con una luz como nunca había visto en Bergen, que además tuvo la virtud de hacerme recuperar el ánimo.
Seguí mi periplo, sin prisas, hacia Torgallmenningen, la principal arteria comercial de la ciudad, mientras el cielo se iba oscureciendo lentamente. Simultáneamente, se encendía el alumbrado público y la iluminación de las fachadas, que se reflejaban en el húmedo pavimento. No recuerdo haber disfrutado tanto de un atardecer en Bergen. Mi ciudad favorita de Noruega estaba más hermosa que nunca. Al final, no haber podido subir al Fløyen había sido una suerte.
Continué paseando hasta el Byparken, donde se encuentran la estatua del compositor Edvard Grieg, nacido y fallecido en Bergen, y el curioso Musikkpaviljongen, un templete con aire morisco, regalo del empresario y político Fredrik Georg Gade a su ciudad natal. No pude evitar pensar que la zona, con sus árboles iluminados y su tenue manto de nieve, presentaba un aspecto típicamente navideño. A pesar de haber pasado más de un mes desde que habían terminado las fiestas.
Para terminar mi paseo, me acerqué al Lille Lungegårdsvannet, el lago con forma octogonal al este del Byparken, que encontré parcialmente congelado. Varios de los cisnes que normalmente nadan en sus aguas se dedicaban a pasear sobre ellas, mientras sus compañeros los observaban desde la parte aún líquida del lago. Por supuesto, no había el menor rastro de la fuente que, en verano, brota de su centro. Por contra, su superficie reflejaba como un espejo la ladera del Fløyen y los edificios iluminados de la orilla. Embelesado, acabé rodeando todo el lago, hasta las inmediaciones de la estación de ferrocarril.
Llegaba el momento de iniciar el regreso. En lugar de coger el camino más corto, decidí volver por Marken, una tranquila calle peatonal. El paseo fue tan agradable como esperaba, lo que me llevó a seguir zigzagueando mientras me encaminaba al hotel. Por casualidad, cuando estaba a punto de finalizar el paseo, encontré un restaurante nuevo. Acabé cenando en Villani, un local italiano bastante acogedor y con una cocina más que aceptable.
Cuando terminé de cenar, la débil llovizna que llevaba acompañándome todo el día se había convertido en un aguacero. Afortunadamente duró poco, lo que me permitió dar un último paseo antes de irme a dormir. Decidí hacer un breve recorrido por Nygårdshøyden, el barrio universitario de Bergen, que apenas conocía. Me acerqué hasta Johanneskirken, una iglesia neogótica, edificada entre 1891 y 1894, cuya aguja de ladrillo rojo es visible desde buena parte de la ciudad. Seguí andando, por Haakon Sheteligs, hasta llegar a lo que parecía ser un antiguo portillo, entre los museos de Bergen y Marítimo. Al atravesarlo, me encontré con uno de los nudos de la carretera que comunica Bergen con su aeropuerto. Había llegado al límite de la ciudad antigua. Di media vuelta y emprendí el regreso al hotel. Al día siguiente quería levantarme pronto para, antes de subir al ferry, dar un paseo hasta Skuteviken.
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En https://depuertoenpuerto.com/de-oslo-a-reikiavik/ se puede consultar mi itinerario invernal entre Oslo y Reikiavik.
La web oficial de turismo de Noruega tiene una sección dedicada a su segunda ciudad: https://www.visitnorway.es/que-ver-en-noruega/noruega-de-los-fiordos/bergen/.
El blog Los Traveleros tiene una buena entrada, con 25 cosas que hacer en Bergen: https://lostraveleros.com/que-hacer-en-bergen/.
En inglés, la página oficial de turismo de Bergen está en https://en.visitbergen.com.
En Life in Norway hay un blog dedicado a la ciudad: https://www.lifeinnorway.net/places/bergen/.
El blog Heart My Backpack tiene varias entradas sobre Bergen, entre ellas https://www.heartmybackpack.com/norway/special-things-bergen/ y https://www.heartmybackpack.com/norway/weekend-in-bergen/.
Gracias por este post, me ha parecido precioso. Con tu permiso, copiaremos ciertas partes de tu recorrido cuando mi marido y yo vayamos a Bergen.
Gracias a ti, Maheva. Espero que disfrutes de tu estancia en Bergen.
Dichoso tú. Yo sólo pude estar unas horas en Bergen y eso que he estado seis veces de vacaciones en Noruega. Me has animado a intentarlo una vez más.