Ya que estábamos en el teatro, comenzamos visitando su «backstage». Subimos al escenario de un teatro totalmente vacío y pudimos ver los distintos equipos técnicos que hacen posibles las funciones. Después, entramos en la parte trasera, en la que visitamos los camerinos. Un par de actores (chico y chica) nos comentaron anécdotas de su trabajo y sus impresiones sobre la vida en el barco. Para mi, fue la parte mas floja del recorrido, lo cual no quiere decir que estuviera falta de interés.
Desde allí, por pasillos normalmente vedados a los pasajeros, descendimos a las cubiertas de servicio del barco, situadas en su mayor parte bajo la linea de flotación. En un crucero es sencillo saber si has descendido de ese umbral: si hay puertas de seguridad estancas, preparadas para resistir una inundación, estás bajo el nivel del agua.
Tras una breve visita a la zona en la que se arregla la ropa de la tripulación, pasamos a la lavandería. Montones de sábanas, manteles y servilletas dominaban la escena. Buena parte de la maquinaria estaba destinada a procesarlas, desde enormes lavadoras a máquinas especiales para planchar servilletas. En esta zona también se lava la ropa de la tripulación, con curiosos equipos de planchado. El ambiente era ruidoso, cálido y muy húmedo. A pesar de lo cual, la mayor parte del personal que trabajaba en la zona, con aspecto de indonesios o filipinos, tenía un aspecto risueño. Me quedé con la duda si sería real o una pose durante nuestra visita.
A continuación, tras recorrer varios pasillos interminables, llegamos a la zona de asistencia médica. Tuvimos suerte, pues no había ningún paciente, lo que nos permitió entrar hasta la pequeña sala en la que se atienden las emergencias. No soy un experto, pero en general todo tenía bastante buen aspecto, limpio y ordenado. Uno espera no ponerse nunca enfermo en un crucero, pero al menos tranquiliza saber que hay ciertos medios para atender un imprevisto.
Nuevamente recorrimos pasillos de servicio, esta vez en proceso de mantenimiento, hasta llegar a uno de los comedores del personal del barco. La pequeña estancia no tenía nada que ver con los grandes y lujosos salones destinados al pasaje, pero era mejor que la mayor parte de los comedores de personal que he podido «disfrutar» en tierra. Hicimos una breve pausa y, quien quiso, aprovechó para beber algo.
A partir de este momento, comenzó la parte realmente interesante de la visita. Entramos en la sala de control, desde cuyos paneles se vigila el correcto funcionamiento de los múltiples sistemas del barco. Uno de los operarios de la sala nos explicó algunos detalles básicos sobre la operativa y las funciones de los principales elementos, como el sistema contra incendios, la propulsión del barco, las desaladoras o el sistema de climatización.
Desde allí, por una estrecha escalera, bajamos a la sala de máquinas. Antes de entrar, nos dieron unos tapones para los oídos y unas breves explicaciones sobre lo que podíamos y no podíamos hacer en el interior. Una vez que abrieron la portezuela y entramos, el ruido era ensordecedor, por lo que era imposible hacer alguna pregunta o recibir explicaciones. Me llamó la atención el ambiente relativamente aséptico de un espacio que, por definición, uno se imagina sucio y grasiento. Los enormes motores estaban completamente encapsulados y las únicas piezas móviles que se podían ver eran los ejes de transmisión de las turbinas. No recuerdo haber visto a ningún operario en la zona, que me imagino se vigilaría desde la sala de control.
A continuación, visitamos la zona de tratamiento de basuras. Las estrictas regulaciones medioambientales que, al menos en teoría, regulan la industria de los cruceros, la han convertido en una de las áreas imprescindibles del barco. Hace tiempo que quedó atrás la época en la que todos los desperdicios del barco se tiraban literalmente por la borda. Actualmente, lo único que se arroja al mar son los restos de comida que, convenientemente triturados, sirven de alimento para la fauna marina. El resto, se procesa en el barco y se descarga en los puertos de escala. Las aguas residuales se procesan. El vidrio se tritura. Los envases de aluminio o cartón se compactan. El responsable de la zona nos explicó los diversos procedimientos que siguen a bordo.
Entre ésta zona y las cocinas, pasamos por la zona de carga y descarga del barco, donde se amontonaban los elementos mas curiosos. Desde lavadoras de repuesto hasta las bicicletas que usa la tripulación para moverse por algunos de los puertos de escala. Casi todo lo que entra o sale del barco pasa por esta zona, servida por una pequeña flota de carretillas elevadoras.
Finalmente, llegamos a la zona de las cocinas. Pensaba que no iba a tener demasiado interés, pero estaba totalmente equivocado. En primer lugar, estuvimos en una zona que se podría catalogar como un obrador en el que, entre otras cosas, se elaboraba y cocía el pan. Desde allí, fuimos visitando diversos almacenes: bodega, productos enlatados, harinas, congelados, todo tenía su lugar asignado en las diversas estancias. Estábamos casi al final del crucero, por lo que las existencias estaban bastante bajas. Aun así, impresionaba la ingente cantidad de género que había a bordo. Pero lo mas impactante fue entrar, con ropa de verano, en uno de los congeladores, a -20º C.
Como es normal, habían dejado lo mejor para el final. Desde las cocinas, subimos hasta el puente de mando. Me llamó la atención que esta zona era como un pequeño mundo aparte, diferenciado del resto del barco, en el que vivía y trabajaba la oficialidad de la auténtica tripulación del barco. Es decir, los que no forman parte de la plantilla de esa especie de hotel flotante que es todo crucero. Además de los camarotes, había despachos, cocina, comedor, salas de descanso, todo ello justo al lado del puente, de forma que, ante cualquier eventualidad, el acceso pueda ser casi inmediato.
Con la visita al puente, terminó el recorrido por el barco. Pero todavía no habíamos terminado. Fuimos a un apartado en el Crow’s Nest del Eurodam, en el que nos sirvieron un aperitivo. Allí, el oficial que hacía las veces de anfitrión contestó las diversas preguntas que le quisimos hacer, casi todas centradas en su experiencia vital como trabajador de un crucero. Una charla muy distendida e interesante. Por último, nos entregaron varios obsequios, entre los que cabe destacar un pequeño libro (Driving the hotel) escrito por la mujer de uno de los capitanes de Holland America, en el que describe los entresijos de un barco de crucero.
En conjunto, la experiencia fue muy interesante. Duró aproximadamente tres horas y media, en las que recorrimos prácticamente todas las zonas del barco normalmente vedadas a los clientes. Lo único que quedó fuera de la visita fue la zona de los camarotes de los trabajadores. Como era de esperar en un barco cuyo idioma oficial es el inglés, las explicaciones se daban exclusivamente en esa lengua. El precio, de 150 US$ por persona, puede parecer elevado pero, en mi opinión, mereció la pena.
En Sir Chandler hay una entrada describiendo una visita al puente de mando y las cocinas del Regal Princess: http://www.sirchandler.com.ar/2017/01/conociendo-puente-mando-la-cocina-crucero/.
Página dedicada al MS Eurodam en la web oficial de Holland America: https://www.hollandamerica.com/es_ES/cruise-ships/ms-eurodam/7.html.
En https://depuertoenpuerto.com/crucero-mediterraneo-oriental/ se puede consultar el itinerario completo de nuestro crucero por el Mediterráneo Oriental.
Muy interesante Isaac. Me parece un precio elevado pero es algo bastante especial
El precio es alto, pero merece la pena. Por lo que sé, algunas navieras te cobran entre 30 y 50 € por dar un recorrido rápido por las cocinas y la lavandería. En algunos barcos de MSC, te pasean por el Yatch Club, cobrando por ponerte los dientes largos. Otras compañías, como NCL, directamente no organizan visitas al barco.