Finalmente, tras una intensa jornada, sobre las cinco y media de la tarde llegábamos frente al templo budista de Kiyomizu-dera, una de las joyas de Kioto, declarado Patrimonio de la Humanidad por UNESCO en 1994. Por desgracia, no pudimos sacar a la visita todo el partido que esperábamos. Además del calor, el cansancio acumulado y la gran afluencia de visitantes, nos encontramos con su impresionante salón principal en pleno proceso de restauración, cubierto por un gran andamiaje.
Como la mayor parte de los visitantes, accedimos al templo desde el oeste, por la calle Matsubara. Dos hermosas puertas, Nio-mon, del siglo XV, y Sai-mon, del XVII, señalan los límites del recinto. Al igual que Sai-mon, buena parte de los edificios que actualmente podemos ver en el complejo son resultado de la intensa reconstrucción culminada en 1633 bajo el auspicio de Tokugawa Iemitsu, tercer shogun del clan Tokugawa.
Justo detrás de Sai-mon está Sanju-no-To, una pagoda de tres pisos en la que predominaba un llamativo color bermellón, aparentemente fruto de su restauración en 1987. La primera pagoda se edificó en el 847, aunque la que podemos ver actualmente es, una vez más, fruto de la reconstrucción de 1633.
Tras dejar de lado varios edificios, llegamos a Hon-do, el salón principal del templo. Su oscuro interior guarda una estatua de Kannon, custodiado por 28 deidades. Esta zona del templo está normalmente cerrada y solo se abre al público en contadas ocasiones. Aunque el lugar más popular de Hondo es Kiyomizu-butai, su gran balcón a 13 metros de altura. Lo sostienen 18 gruesos pilares de madera de zelkova, ensamblada sin clavos, de 400 años de antigüedad. El mayor de los pilares tiene 12 metros de altura y 2 de circunferencia. Fue una lástima que las obras nos impidieran apreciar tanto su estructura como las magníficas vistas por las que tiene fama.
Tuvimos que conformarnos contemplando Kioto desde Oku-no-in, otro templo edificado sobre pilares, que también dispone de un balcón, aunque sea algo más pequeño que el de Hon-do. Oku-no-in es el templo interior del complejo, por tanto el más sagrado, y contiene otra imagen de Kannon, el Bodhisattva de la Misericordia y la Compasión, con once caras y mil brazos.
Huyendo de la masificación, dejamos a un lado Jishu-jinja, el santuario dedicado al dios del amor. Decidimos recorrer la senda, mucho más tranquila, que llevaba hacia Koyasu-no-To, una pagoda del siglo XVI, construida en madera de ciprés. También conocida como Torre de la Fertilidad, según la tradición ayuda a las mujeres que la visitan a tener un buen parto. Tanto la pagoda como el vecino Taisan-ji estaban antiguamente ubicados cerca de la puerta Nio-mon. Fueron trasladados a su emplazamiento actual a principios del siglo XX.
La leyenda sobre la fundación de Kiyomizu-dera se remonta al siglo VIII, cuando un monje llamado Enchin soñó con un río dorado fluyendo desde las laderas del monte Otowa. Al despertar, comenzó su búsqueda, hasta dar con el lugar de su sueño. Allí se encontró con un anciano, que le sugirió tallar una imagen de Kannon. Tras la marcha del anciano, Enchin comprendió que éste en realidad era el propio Kannon, por lo que intentó realizar el encargo. Veinte años más tarde, no había logrado su propósito. Entonces apareció Tamuramaro, un guerrero de la zona que decidió ayudarle. Se dice que Tamuramaro desmontó su propia casa para, con los materiales de ésta, edificar el primer templo, donde finalmente Enchin pudo completar la talla. Hace siglos que aquel templo fue destruido por el fuego, pero las aguas de la cascada junta a la que Enchin se encontró con Kannon siguen fluyendo. Actualmente, son guiadas a los tres chorros que forman Otowa no taki. Según la tradición, el agua sagrada de cada chorro tiene una propiedad específica (salud, longevidad o sabiduría), por lo que suele haber una larga cola para beberla. Aunque, antes de llegar a la cascada, hay que tomar una decisión, pues se considera inadecuado beber agua de más de un caño.
Al final, estuvimos poco más de una hora en Kiyomizu-dera. Claramente insuficiente, pues para visitar con un mínimo de detenimiento el extenso complejo deberíamos haber empleado al menos el doble de tiempo. Es cierto que el cansancio y el gran número de visitantes nos impidió recorrer sus edificios con la calma que nos hubiera gustado, pero el factor determinante fue la mala planificación. Cuando me puse a organizar el viaje a Japón, apenas sospechaba la riqueza y el calado de su patrimonio. Muchos de sus templos resultan ser pequeñas ciudades, con edificios llenos de arte e historia, tan ajenos a nuestra tradición cultural que su comprensión y contextualización requieren de tiempo y esfuerzo añadidos. Visto con perspectiva, nuestro recorrido por Kioto se debería haber ceñido a un par de templos. Como dice el refrán: quien mucho abarca, poco aprieta.
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Quien busque algo más breve, puede visitar el blog Viajes por Japón: https://viajesporjapon.wordpress.com/2012/01/23/kiyomizu-dera-清水寺/.
La página del templo en la web de turismo oficial de Kioto está en https://kyoto.travel/es/shrine_temple/131.html.
En https://depuertoenpuerto.com/crucero-extremo-oriente/ se puede ver el itinerario completo de nuestro viaje por Extremo Oriente.
En inglés, la web oficial del templo está en https://kiyomizudera.or.jp/en/.
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