Bajo el dominio otomano, la fortaleza fue perdiendo su función. Se utilizó como almacén, cárcel y cuartel, pero a principios del XIX estaba prácticamente abandonada. Sus sólidos muros resistían el paso del tiempo, como se puede apreciar en algún grabado contemporáneo. Pero, en 1856, estalló un polvorín cercano, causando graves daños. Los restos permanecieron abandonados hasta la conquista italiana del Dodecaneso. A finales de los años 30 del siglo pasado comenzaron los trabajos de restauración, que dejaron el palacio en su estado actual.
La forma en que se llevó a cabo la restauración no está exenta de polémica. Por una parte, parece que Vittorio Mesturino, el arquitecto que dirigió el proyecto, intentó basarse en los planos originales del edificio, que todavía se conservan. Por otra, hay quien opina que se alteraron elementos importantes del edificio, adaptándolo al gusto italiano de principios del siglo XX. Que se pensara en utilizar el palacio como residencia de verano, tanto por Víctor Manuel III como por Benito Mussolini, refuerza esta última opinión.
El palacio se organiza en torno a un gran patio central. La planta baja estaba ocupada por almacenes y grandes estancias en las que, en caso de necesidad, se podía refugiar la población de la ciudad. Actualmente acoge dos museos. En el ala norte se exhiben objetos anteriores a la fundación de la ciudad, en el siglo V AEC, principalmente procedentes del yacimiento minoico de Trianda. Otro museo está dedicado a la Rodas medieval, con utensilios de la época bizantina y medieval, hasta la conquista otomana.
Subiendo por una imponente escalera, se llega a la planta principal del palacio, en la que antiguamente estaban los aposentos del Gran Maestre, así como los salones que se utilizaban en los actos oficiales. En las impresionantes estancias se pueden ver muebles y obras de arte del siglo XVI.
Merecen una especial mención los numerosos mosaicos que adornan los suelos de las estancias, aunque no sean originales del palacio. En 1933, un terremoto asoló la isla de Kos, entonces parte del Dodecaneso italiano. Durante los trabajos de reconstrucción, se encontraron numerosos vestigios helenísticos, romanos y medievales. Una parte de los notables mosaicos romanos desenterrados acabó utilizándose en la restauración del Palacio del Gran Maestre, que se realizaba durante aquella época. La posibilidad de contemplar los mosaicos, de gran calidad, en las magníficas salas del palacio son motivo suficiente para justificar una visita.
A pesar de su aspecto de castillo, el gran número de ventanas que hay en su fachada recuerdan que, mas que una fortaleza, el edificio era un palacio. Recorriendo las estancias de la planta superior, en el ala norte, me asomé a una de las ventanas, atraído por la vista de Mandraki, el antiguo puerto militar de Rodas. Mas allá de los espigones y el fuerte de San Nicolás, difuminada por la calima, se adivinaba la costa de Anatolia. Tan solo faltó una galera surcando las azules aguas del puerto para haberme sentido mágicamente transportado a la Edad Media.
Página oficial del monumento (en inglés): http://odysseus.culture.gr/h/1/eh155.jsp?obj_id=6301.
En https://depuertoenpuerto.com/crucero-mediterraneo-oriental/ se puede consultar el itinerario completo de nuestro viaje por el Mediterráneo Oriental.